Los prejuicios en l comercio

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Part of Boletin de la Camara de Comercio

Title
Los prejuicios en l comercio
Language
Spanish
Year
1935
Subject
International trade
Markets
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
Vol. XXVIII CÁMARA DE COMERCIO ESPAÑOLA DE FILIPINAS Núm. 379 TEMAS GENERALES Los prejuicios en el comercio ----------oOo---------No sólo en la antigüedad más o menos remota, sino en épocas ya relativamente recientes, los prejuicios han entor­ pecido la labor espléndida y generosa del progreso y de la cultura. Hasta 1820 empezaron a sentirse en Inglaterra gran­ des corrientes de interés por el ferrocarril. Cuando Stockon y Darlington solicitaron del Parlamento el permiso para ej tendido y la explotación de la primera vía férrea, se levan’ó un venerable y viejo lord, gue dijo gue era ir contra Dios pretender moverse a la vertiginosa velocidad de 25 kilómetros por hora, y gue el humo de los trenes mataría la hierba de los campos y envenenaría el ganado gue en ellas pacía. Ya algo antes de gue el ser humano pudiera hacer tan peregri­ nas manifestaciones, en 1797, el norteamericano Chadles Newbold obtuvo de su país una patente para un arabo de hierro. Sin embargo, trascurrieron muchos años antes de gue aguel arado llegase a ser admitido por los agricultores, gue se guejaban de gue el hierro envenenaba la tierra. También en América, la instalación de los primeros cuar­ tos de baño fue objeto de toda clase de anatemas por par­ te, no sólo de los elementos profanos en materia de higiene y salubridad, sino también de los mismos médicos gue los condenaban como un peligro pars la salud, mientras los po­ líticos hablaban del baño poco menos gue como otfj peligro, "gue amenazaba corromper las sencillas costumbres america­ nas." El propio Benjamín Franklin tenía gue bañarse en un desván de su casa, en una bañadera gue guardaba escondida, y las autoridades del Estado de Virginia gravaron con un im­ puesto de 30 dólares anuales, suma exageradísima para agueílos tiempos, cada una de- agüellas instalaciones. En 1875, todavía ayer, como guien dice, un buen párroco inglés declaró desde el pulpito gue "la electricidad es un in­ vento y un cebo del demonio", tema gue desarrolló en uno serie de famosos sermones. Recordad, cómo, no hace todavía treinta años, las gen­ tes de todas partes sonreían escépticas ante los pegueños vue­ los de los hermanos Wright y aun Ja proeza de Blériot de c uzar el Canal de la Mancha en un extraño biplano. Un ejemplo bien palpable de la influencia de los prejui­ cios en el comercio lo tenemos en la Margarina, producto animal cuyas propiedades se asemejan, como se sabe, a las de la manteguilla pura, si bien no llega a la exguisitcz ni a la rigueza en vitamina de ésta última. Pues a pesar de ha­ llarse reflejada en los mercados esta diferencia de ca.idad e i el precio respectivo de ambos productos, fue necesario nada menos gue una época de escasez, como la originada por la querrá europea, para adoptar la margarina para sustituir a la manteguilla, lo gue hizo gue en ciertas naciones, por ejemplo Alemania, haya pasado a ser la margarina un artículo amplia­ mente consumido y aceptado sobre todo por las clases socia­ les menos acomodadas. En los momentos actuales, una gran fábrica de bo'ellas de papel impermeable está librando una ruda batalla para imponer su artículo como envase gue venga a sus’ituir las botellas de cristal en gue se vende la leche en aguel, y en en casi todos los países. A pesar de gue son harto conoci­ das las ventajas gue desde el punto de vista higiénico, ofre­ cen los envases gue se usan sólo una vez, como lo prueba esa irrupción de los cacharritos de cartón en todo el comercio de bares, restaurantes y salas de helados de Norteamérica— hay hasta platos y cubiertos de cartón—, a pesar de todo eso, decimos, al fabricante de las botellitas de cartón para envasar la leche le costará guizás muchos miles de dólares el triunfo. La batería de cocina de estaño y la de aluminio tam­ bién, más recientemente, han sido víctimas de muchos años de perjuicios, durante los cuales se ha venido esgrimiendo contra ellas infinidad de argumentos gue aseguraban gue los alimentos cocinados en esa clase de cacharros adgu’rían con­ diciones de nocividad para el organismo. De los cacharros de hierro esmaltados se ha dicho gue se descascaran y sus esguirlas producen la apendicitis. Es curioso observar gue, en tanto gue algunos prejuicios son solamente locales, es decir, mantenidos por la gente de determinada región o país, otros son universales. Hasta en cuestiones de alimentación hay manera de ver las cosas muy parecidas a prejuicios, pues mientras en unos países se pro­ pugna un género de comidas, en otros se aborrecen éstas y se prefieren otras cosas. Un cronista americano escribía hace algún tiempo gue, mientras en New York y su Estado eran preferidos los huevos de cáscara blanca, en otras regiones de la Unión la gente pedía más los de cáscara oscura. Usted, lector, puede creer gue el régimen ideal de alimentación es el vegetariano, lo gue no impedirá gue su señor vecino se atrague de carne de cerdo y guisos especiados. Un verdadero prejuicio es el gue aleje a muchos com­ pradores de las máguinas, suponiendo gue son siempre caras. En el 80 por 100 de los casos, el comprador se cerciora pron­ to de gue debiera haber comprado antes la máguina gue le ofrecían. Un prejuicio semejante incita a las gentes a preferir los géneros baratos, y hace falta ascender a planos sociales de la mayor cultura para encontrar compradores gue prefieren los géneros más caros, por ser, a la larga, los verdaderamente económicos. La achicoria, durante mucho tiempo, se ha creído gue adulteraba y envenenaba al café. Hoy todo el mundo la usa para mejorarle. Dentro de cada industria los prejuicios se cuentan por millares. En el ramo de la electricidad, por ejemplo, los ais­ ladores de porcelana de forma de huevo son considerados como los mejores por innumerables compradores habituados a ellos. Son, verdaderamente los de menor poder aislante. En cuestión de formas y colores, los prejuicios son las modas del mercado, soberanos de las preferencias del público. El agua de Colonia ha de estar ligeramente coloreada de amarillo, rosa o verde, pues de otro modo "parece gue huele menos". El estudio de los prejuicios es una parte de la enseñan­ za técnica gue ningún comerciante debe desdeñar, pues hay gue contar con ellos. Hay gue tenerlos en cuenta para dos fines: o para respetarlos, por ser provisionalmente invenci­ bles, o para saber armarse contra ellos, vencerlos y eliminarlos. 11
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English title: "Prejudices in trade "