El aglipayanismo es herejia (continuacion)

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El aglipayanismo es herejia (continuacion)
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Octubre ESTUDIO 27, 1933 lffiííillmtliif~Ml!l~MJ!i~l!llfil!Jª1'.HJH.fil:~lMJ!!!l~~~~~~~~~~~~tM.®!f~!OOWW!IDª1~~~ ~ EL AGLIPAYAN~S~O ES HEREJIA ~ " (Continuacion.) i ~j!J.tJt.iillm!llll!tlltlJi[!!l~m:rum!!iR:!;[!!fillllrn:~~~~üfil!j[!ilffü.~í~!ID!!l~[!;l{gJ!([tj.;_t~~lfilffi:irniliIDIDll!Jtlítl1fmñ{filg]J!:~~][!!ifilMi!!!l~~~ ¿Para que fin ha sido criado el hombre? AGLIPAYANISMO; NO. (Catequesis pág. 39) ... nos colocó (Dios) en la tierra para desempeñar nuestra misión de contribuir dentro de nuestra respecti.va esfera de acción al Progreso universal; ... con la elevadísima e instintiva aspiración a continuar nuestro progresivo mejoramiento en las sucesivas vidas o transformaciones a que estamos sometidos por la universal y eterna ley de la naturaleza. . . Creo que el Hacedor . . . me protegerá a mi muerte; y como lo prueban las ciencias modernas, no desapareceré para siempre, sino sólo me he de transformar. Amén. CATOLICISMO; SI. ¿Para qué fin ha sido criado el hombre?El hombre ha sido criado para amar y servir a Dios en esta vida, y después verle y gozarle en la otra. (Catecismo}. La elevación y exaltación de la naturaleza humana a la participación de la naturaleza divina, no se ha de llamar natural, sino sobrenatural. El don de la inmortalidad no se concedió al primer hombre por su condición natural, sino por un beneficio de la gracia. (Contra Bayo, S. Pío V, 1572). ¿Hay otra vida eterna? AGLIPAYANISMO; NO. (pág. 31). Las ciencias experimentales demuestran plausiMemente que pudimos haber venido de los brutos, y por analogía nuestras almas podrían venir de la reencarnación de las almas de los brutos. . . z ¿Qué es del hombre después de su muerte? ... la parte material queda en la tierra, según sus diversos componentes, y su energía queda en la atmósfera. Al morir, pues, un hmbre su espíritu o energía debe volatilizarse, y volver dentro de la misma atmósfera, al principio o depósito de vidas y energías de la electricidad, de magnetismo, etc. (pág. 32) . . . probablemente irán los muertos a otra vida superior. CATOLICISMO; SI. Creo. . . en la resurrección de la earne y la vida perdurable. (Credo) . E irán estos (los malos) al suplicio eter..no, y los justos a la vida eterna. (S. Mateo, c. 25, v. 46). Si alguno dijere que los justos por las buenas obras que hayan hecho según Dios, no d.eben aguardar, ni esperar de Dios retribución eterna por su misericordia y los méritos de Jesucristo, si perseveraren hasta la muerte obrando bien y observando los mandamientos divinos, sea excomulgado. (Concilio Tri d. ses. 6a. decr. 26). Y o soy la resurrección y la vida: quien cree en mí, aunque hubiere muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá para siempre. (S. Juan, c. 11, v. 25 y 26). Rr.-::: );;f~-:'.:'.l;JJ11~:::1!Jí]:;,:@:g¡;;~;:::¡grn¡;:~~F~ IDBl:O:flf.fill:::-O!ll!l~::!!!Jí!J:::-flll~:::::ID!fl::::'.f!ID1!l:::~::~rgi::;:~11!!;::~::;~@~:~~~::;:::1!fil!Jf.q'filg]~~~~~::?:<.ID3 i AL MARGEN DE LA VIDA 1 11:1 DESENCANTOS lí!]. ~:~~;::!Wi!l::;::lfilHP;::~(!!l:;::ig~::;f{ill!!l::::!IDlf•::::fffl!J~:::!IDüJ::;::lfilH:c;¡.:l!IDI;::[!!.fü~~~¡;¡:~~::~~:~!!!@;¡.:l!!ll~~;~~~~:~~:;t~~~lfilID:::~~;¡.:~;¡c:~;:~~)F~~ ¡Qué dulce bálsamo destilaban en su a·tribulado corazón aquellas palabras que acababa de leer! . . . "Y la esperanza, que es el consuelo de un bien futuro dulcificaba en su corazón el recuerdo, que es la tristeza de un bien pasado." Así decía aquel libro, que algún geniecillo bondadoso de esos que dicen los poetas que protegen a la juventud cuando penetra por el florido sendero del amor, había pueto sin duda en sus manos en aquella hora· de nostálgicas evocaciones que acibaraban más y más la tristeza de su bien pasado. Y cerró el libro. . . y apoyada blanda y perezosamente en el marco de la ventana, clavó su vista en el pedazo de laso azul celeste, que confundiéndose con el ma·r desde ella se divisaba, cual si quisiera penetrar en la región de los hondos misteriosos secretos que trás la azul cortina se Vol. 11. -8- Núm. 43 Octubre ESTUDIO 27, 1923 ocultan. . . y dejó volar la fantasía por el bello país del ensueño, en el que aquellos mismos geniecillos bondadosos fabrican palacios encantados de cristal para sus protegidos. . . y añoró rr.1uchas cosas evocó muchos recuerdos, soñó mucho ... Esperaría, sí, esperaría. . . tenía derecho a esperar. Y en aquella hora melancólica del crepúsculo, cuando las aves se recogían presurosas en sus blandos nidos, y las flores cerraban sus corolas para guardar amorosamente el último beso del sol que el otro día añadiría un encanto más a su belleza y en el plácido ambiente se escuchaban murmurios de aladas canciones y titilaban ya las primeras estrellas, cual lámparas inmortales colgadas del firmamento por la mano del artífice soberano, la esperanzc::., bálsamo consolador de la humanidad, inundó su tez ebúrnea, besada castamente por la brisa, de una melancólica alegría. Esperaría, sí, esperaría,. . . tenía derecho a esperar. Y esta esperanza, consuelo de futuos bienes, anuncio de felices horas, presagio de venturas regaladas, enchida de doradas y acariciadoras ilusiones, dulcificó en su corazó.1 el recuerdo de lo que fué y ya no era, la tristeza de los bienes perdidos, la nostalgia, la eterna nostalgía de aquella felicidad color de rosa que un día llegó a aposentársele en el alma, imaginando que ya no se ausentaría jamás. La noche la sorprendió apoyada todavía blanda y perezosamente en el marco de la ventana; y la luna, Astro de pa'l, belleza de consuelo, antorcha celestial de los amores, como la llamó el poeta, la envolvió con sus rayo plateados, cual si quisiera anunciarle la realización no lejana de sus bellas esperanzas. Y diz que aquella noche al alejarse de lavantana, llena de esperanza en su esperanza, preludió en el piano, mudo y callado hacía tanto tiempo en el ángulo del salón, aquela sinfonía, mágica evocadora de la imángen de aquel que, al escucharla un día, trémulo de emoción, murmuró a su oído unas palabras que llenaron su corazón de armonías y resonancias jamás sospechadas. Y sonrió ... a la imagen?. . . a las armonías que realzaban de nuevo en su corazón? ... Y diz que aquella noche, aquellos mismos geniecillos bondadosos velaron su sueño tranquilo de niño, matizándolo con rientes visiones e imagenes halagüeñas. Esperaría sí, esperaría ... tenía derecho a esperar. Y esperaría además por eso ... porque paTa ella era una necesidad esperar; porque su corazón, y con el todos sus afectos y todos sus sentimientos y todas sus aspiraciones, no podía latir sino al unísono del corazón de él; porque necesitaba de él para hacer, feliz en cuanto cabe, la jornada del ca.m1ino de la vida, por el que tenía miedo penetrar E:ola 1 sin su ayuda y protección, sin su amorosa providencia; porque por él había sentido y llegado a comprender la hermosura 1 la belleza del vivir, del vivir que antes· no había tenido encantos para ella. ¡Oh!, cómo se acordaba ella! ... Se lo confesó a él en intima confidencia, compendiado en una sola frase. "Tu has elevado mi alma: todo te lo debo." ¡Oh! sí, cómo se acordaba ella! ... Y cómo este recuerdo, que siempre lo llevaba esculpido en su corazón como un mudo testigo' de sus penas y amargura·s, iba más y más acrecentándose a medida que la esperanza renacía en su pecho! ... Fué un día de Mayo caluroso: no obstante aquella tarde habfa: en el ambiente brisas refrigeradoras y embriagadores perfumes. En el aburrido y prosaico vivir de los galanes y doncellas de la clase semiaristócrata el verano abre un un luminoso e inolvidable paréntesis de venturas: es entonces cuando se organizan esas giras, e.~ms campestres excursiones a las vecinas montañas en busca de aires puros y embalsamados que nos alivien del sofocante calor y de gratas Vol. 11. -9 y dulces emociones que pongan un átomo de poesía: en el monótono rodar de nuestra existencia: el hada de la ilusión guía por las umbrías de los bosques a: esos galanes y doncellas, cuyos corazones empiezan a abrirse u las caridas de la vida. ¡Cuántos idilios, cuántos ensueños se forman entonces, que son más tarde arastrados por el \ iento de la indeferencia o desilusión! Hay veces en que esas excursiones señalan una fecha memorable en nuestro Diario íntimo. Pues algo de esto Je sucedió a ella: Ja excursión de 2quella tarde abrió un luminoso paréntesis en su vida, seüaló una fecha rr.i~morable en su Diario íntimo. Salió con sus amigas, con aquella amiga sobre todo, a cuya bonda·d y ternura había confiado más de un secreto, de esos secretos de niña ingenua que dibujan una placentera sonrisa en los labios de los grandes, pero que encarnan para ella un mundo de cosas. Y jugaron· y saltaron y rieron y se divertieron mucho . .. es decir creyeron que se habían divertido mucho. Ella gozó, sí, gozó mucho. ¡Y apenas si tomó parte en las ruidosas espansiones ! Pero ... es que fué entonces cuando conoció a él. El kda de la ilusión la guió por las umbrías del bosque y aquellos geniecillos bondadosos pusieron a él eR el camino. Un encuentro fortuito, mas al pasar hablaron sus ojos, hablaron sus corazones. Cuando al morir de la tarde tornaron todas a la ciudad, entre festivas risas y alegres canciones, jurara ella que era más azul el firmamento, y que resplandecían más las estrellas en el ci~Jo y, que estaba más perful .ado el am· biente y que eran angeles Jos chiquillos que vitoreaban el paso vertiginoso de los autos que las conducían y que todas las cosas tenían otro color y todos los ruidos otra música distinta de antes y ... que era más bella y hermosa la vida. Después llegó a verlo varias veces, en otras excursiones, en paseos, en calles y ... lo quiso desde lejos, El la miraba siempre y sonreía. Más tarde se hablaron, se comprendieron y se amaron. Y él bueno, muy bueno, formal, muy formal-como solía decirle ella a su amiga-fué moldeando su alma para depositar en ella la felicidad que le quería dar. Un día, en una reunión tuvieron un pequeño disgusto, una futesa, una ñoñada; se resintió un poco el amor propio de a,mbos y se volvieron la espalda, pero ambos tamUién deseaban una pronta reconciliación. Si llora, pensó él-la perdono. Si habla,-pensaba ella-le perdono. Y ni ella lloró, ni habló él tampoco. Al otro día no lo vió en el sitio de costumbre y ya no volvió a verlo más. Pero esperaba, si, esperaría, tenía derecho a esperar. ¿No le había él prometido mil veces que no la olvidaría ja más?. . . Y hacia aquellas promesas con tan ta sinceridad, con tanto entusiasmo ... ¡ Cómo gusta siempre la vida de sorprendernos! Ayer paseando con él-que es antiguo amigo mío-después de mucho tiempo de cerrado aquel luminoso paréntesis que 8e abrió en las umbrías del bosque aquella tarde memorable, noté que repentinamente se turbó y antes de que yo le hablara, me dijo levemente emocionado; ¡Es ella!Miré y efectivamente ella era. Pero ya es tarde; tu lo sabes-me dijo mi amigo adivinando mis pensamientos. Al enfrontarnos me pareció intuir en la triste y melancólica mirada que se cambiaron estos sentimientos. ¡Si yo hubiera hablado aquel día! ¿Por qué no lloré entonces? ... Y ya no espera ella ... no tiene derecho a esperar. La vida, con ser tan bella y hermosa, tier.e tare.bien amargos desencantos. EL PEREGRINO. Núm. 43
Date
1923
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