Limaduras

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Octubre --Debiéramos convence;nos de una vez para siempre. Las cosas son como son y no como cumple a nuestro capricho. La vida se teje con realidades de plasticidad muy diferente. Y a la realidad es forzoso acogerse siempre que se habla de hacer labor positiva. Mientras vaguemos por los espacios imaginarios de utópicos idealismos, podemos estar persuadidos de que malgastamos el tiempo lastimosamente. "Los sueños sueños son." -Precisemos las posiciones y veamos si son tan insostenibles como indicas. El problema en cuya solución estamos empeñados, se integra de varios datos que nos podrán servir de índices preciosos. El pueblo filipino abandona la religión de sus mayores y vuelve la espalda a h fe católica. Hecho tangible que nadie podrá discutir. Es un deber imperioso de !los católicos que en algo estiman sus creencias, coadyuvar a la obra de restauración y de mantenimiento del catolicismo en Filipinas. Es un principio incuestionable para todos los hijos sinceros de la Iglesia. Ahora bien, los deberes no se cumplen adoptando actitudes de pasividad y de holganza; los deberes exigen actividad, movimiento, gasto de energías, sacrificio. Todo ésto es de un oositivismo arrollador. Los idealismos utópicos no parecen por ninguna parte. Se nos pide cooperación; se nos traza una ruta penosa, un camino de abnegación. La prosa es palpable. -Desvías la argumentación de su verdadera trayectoria. Los idealismos utópicos no están ni en hechos que nadie niega ni en deberes que a todos se imponen; los idealismos utópicos radican en nuestra propia psicología. No podemos equiparar el interé3 despertado en nuestra conciencia por un problema de índole religiosa con el que producen todos los asuntos relacionados con la vida política de nuestra patria irredenta. De este fenómeno, admitido por todos, procede mi discurso. Es perfectamente inútil empeñarse en realizar una empresa de carácter social que carece de raigambre en la conciencia de la multitud. Vol. U. ESTUDIO -La raigambre se consigue con el cultivo del terreno. No hay peor factor que el desaliento. -Cuando carece de base. -Como sucede en esta cuestión del apostolado religioso. -Es fruto de lecciones amargas, dadas por la experiencia. -Es orgullo mal disimulado. Nace de confiar excesivamente en nuestras propias fuerzas, prescindiendo de quien es dueño y señor de la libertad humana. La palabra desaliento no figura en el léxico de los creyentes sinceros, fervorosos, de vida sólidamente cristiana. -Los entusiasmos más gene, rosos y optimistas se estrellan contra la magnitud de la empresa. -A facilitarla cuanto sea posible, tienden los medios qµe venimos señalando como aplicaciones de la di visión del trabajo, ley fundamental de todo apostolado. -No es Jo mismo hacer una campaña rápida, intensa, en un distrito senatorial, que explicar el catecismo, con voluntad perseverante, a todos los habitantes de Filipinas. -Es semejante, y la semejanza es una de las clases de identidad. Veamos el parecido. Tenemos ya dividido el Archipiélago en diócesis y en parroquias. Cada parroquia la dividimos en dos, tres, cinco, diez ... todos los distritos catequísticos que sean necesarios. De cada distrito hacemos un padrón con el mayor número de detalles que nos sea dado obtener respecto de las condiciones individuales de todas las personas que viven en el territorio, objeto del empadronamiento. Verificado el censo, se impone la necesidad de visitar a todas las familias, estudiar los resortes psicológicos que más las afectan y procurar tocarlos discretamente a fin de interesarlas en la obra de cooperación necesaria para el apostolado religioso y soeial que nos ha de redimir. -¡Y todo por obra de encantamiento! Una parroquia de diez, quince, veinte mil almas, dividida en considerable número de barrios que cubren una extensión de diez kilómetros de diametro ; un párroco anciano al frente de ella, con las obligacio- 13 - 27, 1923 nes específicas de la cura de almas, y. . . se hará el padrón, y se hará la visita individual, y se hará todo lo que sea ne~esa1 io ¡;ara dar eficacia al apostolado; y se hará porque sí, porque a nosotros nos place. Y el que se atreva a ponerlo en tela de juicio, demuestra carecer del sen· tido de la iealidad. Está visto: la lógica es nuestro fuerte. -Pa1a ayudar al párroco, anciano o joven, debemos éstar preparados todos los católicos seglares. Formemos en cada parroquia, en cada barrio, en cada calle, una comisión de personas fervor1osas, de;sinteresadas, que se comprometan a trabajar en la obra meritísima del apostolado religioso de nuestra patria. Esta comisión, controlada por el párroco, por el director diocesano de la "Obra de los Catecismos," o por quien determine los señores obispos, única autoridad en la materia, cuidará de llevar a la práctica todos los medios necesarios para que la empresa se¡t verdaderamente fructuosa. Lo que importa sobremanera es acertar en la selección tlel personal. -¡La selección del personal! Y ¿habrá donde elegir? -En todos los pueblos hay almas, predilectas de Dios, que no regatearán su concurso, cuando les sea demandado por los pastores de la Iglesia. -Envidio tu optimismo. Pido a Dios que me aumente la fe en las reservas religiosas d0 nuestro pueblo. -Pidámosle todos que susCite entre nosotros almas de temple apostólico y haremos milagros. E. L. FERRE/RO. Núm. 43
Date
1923
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