Los milagros

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Los milagros
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.r-EVISTA faEMANAL 1(11/eral as seco11d class maller at Lile Post-0//ice at )/a11i/a DmEO'l'OR:-Aleju11llt'U lle i\boifü; TEL. 572 ADMINISTRA DO[{: _]lirentr i\9u11. P. O. BOX 1659 Vol. 11 Manila, 27 de octubre de 1923. Nurn.43 LOS MILAGROS No puede concebirse la existencia de religión positiva y revelada sin el fundamento del milagro. Ora se comprendan con este nombre los hechizos, las pociones mágicas o los sorprendentes juegos de manos (sentido pagano), ora se quiera sigrtificar con él (sentido cristiano) todo hecho sensible y desacostumbrado que rebasa la aptitud o exigencia natural y aun va contra el curso y orden particular, no contra la esencia o naturaleza de las cosas, como pretenden muchos por ignorancia, es lo cierto no poderse comprender ninguna suerte de relaciones permanentes del hombre con Dios, a menos de haberse manifestado Éste con portentos de sello divino a la humanidad. Desde que Max Mueller "aseguró a la historia de las religiones una plaz'l definitiva en el cenáculo de las ciencias históricas," se ha buceado con pertinacia en todo género de mitologías, obteniéndose result<:tdos maravillosos. Y si, después de haber explorado las costumbres de todas las razas conocidas, pudo definir un gran naturalista al hombre como "animal religioso," examinadas por menudo las teogonías de todos los pueblos, se llega a la conclusión de estar apoyados su culto y sus creencias en la intervención de Dios, ficticia o real. Esta arranca de las obscuridades de la prehistoria para todas las religiones, menos para la Cristiana, única donde se demuestra la historicidad de los milagros evangélicos, y especialmente para la Católica, la cual ofrece aun en nuestros mismos días sucesos que trasponen los lindes de las fuerzas naturales y los entrega, sin temor de verse desmentida, al examen de la ciencia, poseedora de los exquisitos medios de análisis químico, de la inquisitiva mirada del microscopio, de la potencia de los rayos X y de los portentos del bisturí. No es dado a todo el mundo llegarse hasta Corinto, mas tampoco es empresa de privilegiados hacer una visita a Lourdes, arrinconada población de los pirineos vascos cuyo eco tiene hoy tanta resonancia en el mundo como el de Marsella, Burdeos y aun París. Allá puede cuandoquiera verificar cualquier hombre de buena voluntad la realidad de l;:; conocida frase del Dr. Vergez, pr<;>fesor agregado a la Faculb:id de Medicina de Montpeller: "Es el milagro en estado permanente." Una vez más nos trae el correo la confirmación de tan indiscutible verdad. Se trata de la Srta. María Lafon, de cuarenta años de edad, domiciliada en la calla de l' Amandier, n. 11, Montpeller, atacada Octubre ESTUDIO 27, 1923 hace yá veinte años de una úlcera en el estómago con síntomas graves, la cual acaba de ser curada en Lourdes durante la procesión del Santísimo del miércoles 4 de julio próximo pasado, que se celebraba por orden del Ilmo. Sr. Obispo de Tarbes y Lourdes, a la hora misma de inaugurarse en la Iglesia de Nuestra Señora de París el Congreso Eu·· carístico Nacional. Desde los catorce años venía padeciendo la Srta. Lafon continuamente del estómago, y aun cuando no perdió de pron.to el apetito, era víctima de dolores más o menos violentos con regurgitaciones ácidas. A los veinte años se iniciaron los vómitos, comenzó a notar irregularidad en sus funciones, sobrevino el insomnio habitual e iba enflaqueciendo manifiestamente de día en día. En 1906 sufrió el primer derrame de sangre acompañado de hemorragia intestinal. En 1908 fué llevada por consejo de su médico, el Dr. Redon, al hospital, diagnosticando a la paciente un ulcus gástrico y entregándole el siguiente certificado: "Certifico que la Srta. Maria Lafon, de 24 años, aque_iada de gastritis ulcerosa, no puede ser debidamente tratada en su propia casa y debe ser admitida en un sanatorio. Montpeller 2 de juli0 de 1908. Firmado: Dr. Redon." A pesar de los lavados estomacales y del riguroso régimen lácteo prescrito por el galeno, los dolores gástricos y los vómitos se sucedían con alternativas de mayor o menor duración y las crisis seguían siendo cada vez más penosas, hasta aue en 1917 juzgaron oportuno operarla de apendicitis. El resultado fué satisfactorio en lo referente a la ciruiía, pero los síntomas de la antigua dolencia se redoblaron. los vómitos se repetían a menores intérvalos. en 1919 era alarmante la frecuencia de las hemorraisias y minie se ilusionaba vá con la curación. Bn 1920 continuó el empeoramiento, no podía alimentarse sino de alg1rnos sorbos de champaña y el estado caquéctico adauirió tal P-ravedad aue el Dr. Lapeyre de la Facultad dP l\fontnellf~r Ja. oneró de g·astro-enterostomia. Mejoría de algunos meses y retorno a la enfermedad con complicaciones pulmonares. Los Psfuerzos de la tos provocan la reapPrtu ra ele la cicatriz y la intervención quirúrgica anlica el parche al canto. La hematemesis v la melena tomaron desde entonces pronorciones inusitadas y la cosa iba dP mal Pn pPor. A su salida nara Lourdes el 3 de iulio llevaba yá dieciocho meses sin haber ab::indon::irlo ·el Jecho un solo día. Su médico de rabecera durante tres años, el Dr. Bénech, dió por escrito dos semanas antes de partir para Lourdes el dictamen del tenor siguiente: "La señorita Lafon padece una enfermedad gravísima en el estómago, por la cual ha sido dos veces sometida a operación. La última, practicada hace un par de años no ha tenido sino efectos precarios, no habiendo mejorado ni el estómago ni las vías digestivas en general. Hay úlcera en el estómago, con recaída después de la gastroenterostomia, probable neoplasma. Montpeller 17 de junio 1923. Firmado: Dr. Edmundo Bénech." La enferma llegó a Lourdes en estado comatoso, viéndose los médicos en la precisión de darle inyecciones de aceite alcanforado y cafeína. Bañáronle el 3 de julio en la Piscina y aunque pareció agradarle el contacto del agua fría, continó el mismo estado de cosas y la mañana del 4 experimentó atroces vómitos de sangre. Durante la procesión del Santísimo y en el momento en que el sacerdote pasaba ante la camilla de María Lafon, sintió ésta un dolor agudísimo en la región cava del estómago con correspondencia en la religión posterior del torax, y al mismo tiempo fuerte hormigueo en las manos primero v en el resto del cuerpo después, acompañado de una sensación de apetito y gran bienestar. Sin sospecharlo siauiera, estaba curada. A su vuelta al hospital despachó con m11 gentil apetito buena cantidad de fideos y pan y el día inmediato otra no menor de potaje, ternero asado y ensalada, digiriendo todo ello como el más sano de sus parientes reunidos allí. Iba a la Gruta varias veces al día y volvía a casa por su propio pié, movimiento incomprensible si se tiene en cuenta haber estado María dieciocho meses en posició,1 horizontal. El viernes 6 de julio llamaron a la Srta. Lafon a la oficina de comprobaciones y fué examinada con el debido detenimiento por los siguientes doctores: Dr. Petitpierre de la Playa de Hyeres: Dr. Van den Bril, de Booms, cerca de Bruselas (Bélgica); Dr. Rouquette, de Meze (Hérault); Dr. Lavat, del Hospital de Quinze-Vingt de París y Dr. Pélissier, de Niza. Todos ellos convinieron en la desaparición total de Ja úlcera del estómago, en el cual no se notaba yá ninguna anormalidad. La Srta. Lafon, aunque muy demacrada, gozaba de perfecta salud. Terminado el proceso y leído en alta voz quedó de todos aprobado y tomáronse estas'· tres conclusiones por unanimidad: "1-La señorita Lafon padecía una gastritis ulcerosa g-ravísima aue ponía en peligro su vida; 2-La lesión del estómago ha sido curada total e instantáneamente el miércoles 4 de julio de 1923; 3-Dicha curación se ha desarrollado en condiciones que no permiten ·----------------~--- . --------------------Vol. 11. -2- Núm. 4& Octubre ESTUDIO 27, 1923 atribuirla a un proceso natural. Nuestra Señora de Lourdes, viernes 6 de julio de 1923. Doctor A. Marchand, Vice-Presidente de la Oficina de Comprobaciones médicas de Lourdes." Hemos leído la narración del milagro precedente con la impasibilidad de quien oye llover. La historia del Cristianismo está llena de ellos y cuando por ventura tropezamos con uno más, nos parece la cosa más natural. Por otra parte, tan maravillosa se nos antoja la obra de la creación, o el nacimiento cotidiano del sol, o la germinación de un grano de palay, como la cura instantánea de un cáncer, o la soldadura repentina de un hueno para Quien de la nada sacó el rosal. Pero dígasenos honradamente si en este siglo de la investigación experimental puede darse actitud más irracional y menos científica que la del cínico Voltaire cuando, con la terquedad de quien se tapara con ambas manos los ojos para no ver, escribe; "Si l'on m'assurait qu'un mort est ressuscité a Passy, je me garderais bien d'y courir: je deviendrais peut-etre aussi fou que les autres" (si se me asegurase que en pleno Passy) uno de los arrabales más distinguidos de la capital francesa (había resucitado un muerto, me cuidaría bien de ir alli: acaso me volviera loco como los demás) ¡ Y los tales motejan de oscurantistas a los Católicos, mientras ellos huyen así de la luz! PAULINO. so fracturado o la vuelta a la vida de un muerto yá en estado de franca putrefacción. Nada tan fácil como cubrir de botones la planta aun en el rigor del más crudo invier-__ ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~:!,.EP:::K" ~;:::tt.HF:::f!i.mJ~:<l!t,®;:::~::::rurr~:::~;::lffil!J::::!ID!f~:::~:::filJ!~:::llJ!:~:::=:ñp;::[ll.~;::::ii~:::¡g_;;i;:::!ij.:_;_;;:::inrnF:~:ruID-::~.:-:~L!!~~:;~::::KID-:::&:rffi:::~~~::Jim>::~:ff®;:.:: ~ COMEDIA SACRÍLEGA ~ ~} tt:.H>:'.:L~.r:::'f@;::JQSp::~IHJf::~lifrgp.;::~::: ii ~~(filgp:::l!iJID.::<Hfu>::: 1~íilJ:::::f;Ll1f:::~;~~::: jf'rt,':;::lf:ii:;::fUJU...}:::~;:~@lllF::::~ _;íJ:;::ri:gw::~M~::Jm!l~'.:~;~ En Cabarbarán la bella De la isla de Mindanao, Reuniéronse en su iglesia Un centenar de cismáticos, f·ara su grotesca farsa Un día de Jueves Santo. Adornaron el Si11ibahan Con arcos, sábanas, ramos, Cortinas, velas, arañas, Sillas, cajones y bancos; Y en el centro del altar Colocaron un sagrario, Que nadie sabe si fué Regalo o de contrabando. Por ventura o por desgracia No pudo llegar del ba:rrio El pare-pare AJfon~ico, Excelente boticario. Mas, ¿creéis que desistieron Los del cisma aglipayano De celebrar su comedia Por respeto al Jueves Santo? Como el parejo es su lema Y su obsesión los 1·omanos, Gritaron, cantaron recio, Cogieron los breviarios Y entonaron los cantores Media docena de salmos, Con repique de campanas Y charanga a todo trapo. Y ¿quién de los circunstantes Pondrá el cascabel al gato? Más claro: ¿quién de los hombres Subirá al altar no santo? Por fin un viejo fornido De buen talle y largo brazo Empuña con brío un cáliz, De plomo creo, o de estaño, Lo cubre con un pañuelo Y, trepando como gami{), En cuatro saltos se planta Ante el cómico sagrario, Y coloca allí el presenl e Del conct i·so aglipayano. Y a:quí el soplar de los músicos Y el berrear de los bajos Con las mujeres y niños Ante el cáliz solitario. ¡Qué parodia tan ridícula! ... ¡Qué fenomenal escándalo! ¡Así descienden los pueblos Hasta el último peldaño. Perdiendo la reverencia, La fe, el amor y el recato! ... Y aquellos pobres se quedan Sin Dios en el santuario, Burlados y escarnecidos Por el cisma descarado, De sandeces y comedia Y herejía entreverado. De qué sirve que cantéis Y deis firme con el mazo Al bombo, y con los platillos Llenéis de algazara el barrio? Se ha burlado de vosotros Gregario, 11ama·do el Máximo, Os ha robado la fe Y el buen nombre de cristianos, '(~_@@_@ Anúnciese en . Vol. 11. -3Y en lugar de independientes, Sois hr1·ejes y cismáticos! . .. El curita de Batac No respeta el Jueves Santo, Ni la muerte del Señor, Ni los misterios más altos. No le importa molestar Al resto de los cristianos Con comedias y sainetes Y tan burdos simulacros, Mientras ellos a Dios piden El perdón por sus hermanos. Termino tan triste historia, Lectores, con recordaros Que en el altar descollaba Un libro de gran tamaño, ¿Era un misal? No; Señores. ¿Un libro de can to llano? ¿Era el Código de Indias? ¿Las Partidas del Rey Sabio? ¿Algún monstruo calendaTio O de Independents u11 fajo? Ni por pienso. Mas yo quiero Dar solución a estos cálculos, Con declarar mi osadía Y confesaros mi culpa. Me acerqué, y abrí el libraco Y quedé muerto de risa, ¡Estupefacto!. . . ¡Indignado! ¿Era el misal? ¡Quia! Señores. ¡Qué misal ni que ocho cuartos! Era el libraco en cuestión ¡Un enorme Diccionario!! P. DE ISLA. Núm. 43
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1923
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