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Octubre Las faltas individuales suelen tener a las veces enmienda, pero las colectivas son bastante más duras de pelar. Cuando acaso se aficiona el ciudadano un tantico demasiado a la vida muelle y haragana, puede esperarse que los garrazos de la miseria le despierten de su inactividad; mas si es la sociedad quien toma la embocadura al "dolce far niente", seguro de no haberse de mermar el chorro de los ingresos a pesar de su existencia holgazana, el sociólogo más bonachón se verá precisado a emitir pronóstico pesimista al hacerse cargo de tan horrible enfermedad. Fundándonos en estos principios tomados de la observación personal, herr.os tenido siempre muy poca esperanza en la curación de una dolencia yá crónica en nuestra Legislatura, la que provoca estos sesiones de fugacidad proverbial, a las cuales no asisten por ventura muchos Diputados porque no vale la pena de abandonur la mecedera de casa 1 ponerse las botas y calarse el sombrero, para acudir a un salón donde cierto número de escogidos por la votación popular se reúnen con el fin positivo de demostrar al público su derecho a cob1·ar l<:::s dietas asignadas en la ley. A nuestro modo de entender, los Legisladores ausentes están cargados de razón ... , si es ese y no otro el motivo de la falta de asistencia, yá que únicamente quien nada tiene que hacer puede resignarse a dirigir sus pasos a una reunión de pantomima 1 cuyos componentes abandonarán la salu antes de haberse apagado en ella el eco del malletazo inicial. No es cosa de maravillar que haya tantos aficionados a las poltronas del salón de Mármol, viendo como ven cuán poco cuesta g~nar treinta pesos cuando se ha llegado a la conquista de un acta de Representante, pues cinco minutos mal contados de estar 11de cuerpo presente" (según frase a<'ertada de un colega local) les autorir.an a percibir la cantidad pecuniaria que quizá no cobran rniuchos operarios después de Vol. 11. ESTUDIO doscientas horas de trabajo abrumado1. ¡Qué mejor plaza pueden apetecer tantos leguleyos sin pleitos, tantos jóvenes que no consiguieron hacer muy buenas migas con la adusta Minerva y cuyo porvenir queda reducido e: rondar de oficina en oficina, condenados a la tarea del mecanógrafo o, cuando más al cuidado de la correspondencia epistolar! Disponer de su tiempo librementP. entregarse de so] a sol a las distracciones más divertidas y tener asegurada la morisqueta sin otro esfuerzo muscular que rnontar en el automóvil, Jlegarse al Ayuntamiento, bajar del coche, entrar en el templo de la diosa Temis, tomar asiento y desandar incontinente lo andado, con el único desgaste cerebral de pedir la libertad de los junteros, cerrando así una sesión de cuya apertura apenas si se enteraron los más, podrá ser muy ridículo, pero es un gran aperitivo para la mayoría de nuestra juventud. Y conste que no escribill'os con la ilu.sión de obtener algún resultado apetecible, sino únicamente por la necesid~d de llenar papel. Es esta una gabela cuyo pago no podemos eludir. Y como los Diputados no han querido proporcionarnos tema con que embadurnar las tres páginas de maquinilla a las cuales nos tiene condenados el Director1 hemos creído muy oportuno y muy acertado cebarnos en los causantes de esta penuria legislativa, haciendo al mismo tiempo firme propósito de volver a la carga cuantas veces su adinamia nos colocare en el trance de torturar la imaginativa para no presentarnos con las manos vacías en nuestra salita de redacción. Cada palo aguante su vela. A quien se le paga por legislar y no legisla debe pedirle cuentas muy estrechas el descamisado Juan de la Cruz. El pobrecillo está sietr(:>re a la cum·ta pregunta y no es cosa de tirar su dinero en balde ni que lo dedique al cebo de zánganos, los cuales nunca le han de corresponder con un adarme de miel. To-627, 1923 A dos tenemos a gala llamarnos patriotas, pero el verdadero patriotismo sófo brota donde hubiere espíritu de saclificio y no revelan tenerle quienes malgastan activa o pasivamente el tesoro nacional. Gota a gota se hace el cirio pascual y sobrado necio habría de ser quien luégo de hecho se empe - fiara en encenderlo por ambos cabos por el placer de disfrutar de alguna mayor luz. Céntimo a céntimo se amontona la Hacienda del Estado y diera muestras de loco aquel que se arriesgara a consumirlo a paladas, poniendo de consiguiente en peligro la vida misma de la Naeión. Nunca pudimos convencernos del desinterés de cuantos cobran por trabajar, pero sierriprc hemos aplaudido el trabajo bien llevado de quienes se acercan a cobrar. Por el contrario, merece la"S más acerbas ci·íticas el que se presenta en la ventanilla del pagador, habiendo malgastado lastimosamente el tiempo señala·do para la acción. Y si los jornales proceden del bolsillo de Juan de la Cruz, el zángano de la colmena se hace acreedor al humillante sigilo de traición. Y, pues, casi está consumido el papel, por hoy no añadimos sobre tema tan interesante otras consideraciones de gravedad. Lo dicho va para todos y para nadie, como todo aquello que se escribe teniendo por única mira el bienestar general. Las sesiones-relámpago no nos dr~ban tema bastante para emborronar tres cuartillas y de dichas sesiones hemos tomado pie para curri1!Jlir con nuestro cometido, aprovechando la ocasión de dar un toque de alerta a los miembros de nuestra Legislatura, h~ya de merecer o no su atención. Af · hablar sin tapujos creemos hacer ju~­ ticia a nuestros lectores, los cuales tienen derecho a la sinceridad. Si la verdad les sabe a insulto a algunos, no será nuestra la culpa-, sino del estragamiento de su paladar. EL F IGARO. Núm. 43
Date
1923
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