La politica y la Iglesia

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La politica y la Iglesia
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La Politica y La Iglesia "El cristiano no es enemigo de nadie. ni del Emperador. a quien sabiendo que estd constituido por Dios, debe amar, respetar, honrar y querer que se salve con todo el romano imperio." — Tertuliano, Apologia. 1. —Fin y esencia de la politica Como fuerza conductora, la politica es una ciencia y un arte. Segun Robert von Mohl, la politica es “la ciencia de los medios por los cuales se pueden obtener en la realidad los fines del Estado de la mejor manera posible." Considerandola como arte, la politica no esta siempre unida a la ciencia, como bien lo atestigua la historia, sino que se condiciona a las naturales aptitudes de conductor y estadista que a su vez entroncan en una vi­ sion real de politica; en la fuerza de saber enardecer y arrastrar masas y en una voluntad fdrrea y consciente de fin y proposito. La politica verdadera consiste en la conduccion de las fundamentales fuerzas eticas de una comunidad hacia la consecucidn del bien comun. La legislacidn estatal debera ser, pues, expresidn de la legislation eterna por la cual se rige la Creation y la vida que en ella pulsa. Como que la politica s61o puede dar termino a su cometido en base al acatamiento a Dios y al orden de su Creation, sacara sus principios de la moral y del derecho naturales, y se supeditara en la formulacidn de sus fines y en la seleccidn de medios a esta moral y derecho natu­ rales. El Estado y el Derecho, a los cua­ les sirve la politica, se enraizan en el orden dtico-moral, y s61o sobre el terreno de las leyes dticas se hace viable el establecimiento de un orden perdurable en la vida publics. 2. —Deberes y derechos de la Iglesia La contribution effectiva de la Religidn cristiana a los fines polfticos y es­ tatales es un hecho incontrovertible. La Iglesia obliga a sus files, ya en las palabras de su divino Fundador, a “dar al Cisar lo que es del Cisar” (Mateo 22, 21). Los Apdstoles ordenaron prestar obediencia a la autoridad estatal “no silo por temor del castigo, sine tambiin por conciencia" (Romanos 13, 5), a pagar los tributes y orar por las autoridades civiles (Rom. 13, 1-7; 1 Pedro 2, 13-17; 1 Tim. 2, 2). De esta suerte se mostraran fieles a su Iglesia y se tornardn ciudadanos concienzudos. La Religidn cristiana propende primordialmente a mantener a toda alma individual en unidn viva con Dios, para luego tambidn asentar el Reino de Dios en la colectividad. La Iglesia necesariamente enuncia y defiende que la fe en Dios es el fundamento de todo orden en la tierra. La Iglesia insiste en el cumplimiento de las eternas leyes eticas de la humanidad, de los mandamientos de Dios y del ordenamiento juridico implantado por el mismo Dios, Hacedor y Senor de todo lo creado. Ella demanda el necesario lugar ambientado, los debidos recursos y facilidades materiales para posibilitar una education y formacidn cristianas para los diversos estados y esferas de vida, maxime para la juventud. En virtud del encargo de su divino Funda­ dor, la Iglesia lucha por preservar en toda nation, mediante medios espirituales, los derechos de Dios y exige para si misma, como sociedad perfecta, la libertad necesaria para poder dar cima a su misidn divina y asi poder suministrar a los hombres los bienes de la economia de la Redencidn, la verdad, la moralidad y la gracia, y aplicar para ello los medios oportunos y pertinentes. Su derecho y competencia en el campo formativo-educacional de la colectividad por derecho natural, los reconoce la Ig­ lesia en el hecho de que Iglesia y Estado no se amalgaman en manera alguna ni se fusionan totalmen'te. La Iglesia, en rigor de la ley natural, no tolera exceso de poderes estatal en aquellos terrenos cuya constitution organica social no emana directamente del Estado, como la sociedad familiar, el campo de la educaci6n. El absolutismo estatal destruye la vida individual, esa vida que es garantia y responsabilidad de los miembros de la colectividad — todos ellos altos valores sobre los que descansan toda actividad ciudadana y no en ultimo tlrmino el Es­ tado mismo. La influencia y el ascendiente dticoreligioso de la Iglesia en la formacidn y desenvolvimiento de la opinidn ptiblica popular no implica en manera alguna un cercenamiento o una coartacidn de los derechos del Estado, o una supeditacidn de la politica a la Iglesia en asuntos puramente terrenos; al contrario, sirve para apuntalar la autoridad estatal. 3.—"Catolicismo politico" Si estudiamos sobriamente las relaciones fundamentales e histdricas que median entre la Religidn y la politica, adquiriremos una perfecta dilucidacidn de la expresidn tan de moda hoy dia: Catolicismo politico. Esta expresidn pue­ de considerarse bajo dos aspectos: en primer tdrmino puede concebirse como una filosofia de vida de cardcter religioso y como conviccidn personal que tendrA su repercusidn en los diferentes frentes del campo politico. En segundo lugar se le puede considerar como objetivo y actua­ tion politicos que para la consecucidn de su fin se sirve, en forma egoista, de me­ dios religiosos. Es evidente que Catolicismo politico en el segundo sentido ha de rechazarse rotundamente porque represents un abuso y una denigracidn de la Religion que se usa exclusivamente como medio para subyugar y dominar politicamente al hombre. Asi lo asienta el Papa Le6n XIII en carta a los obispos de Portugal del 14 de septiember, 1886, en que dice: “Aunque cualquiera puede tener su opinion sobre las cosas meramente politicas, con tai que no se opongan a la Religion y a la justicia, asi como sostener este juicio honesta y legitimamente, veis, sin embargo, el pernicioso error de los que, no discerniendo bien lo sagrado y lo civil, aducen el nombre de la Religion en defensa de su partido politico" (Pergrata Nobis, 14 de septiembre, 1886). El estructurar la vida y el ordenamien­ to de las cosas publicas en base a la fe en Dios y a la conservation de la libertad de la Iglesia, no puede ni debe tildarse de catolicismo politico. El Cristianismo, como Relig6n, posee un carActer de totalidad, que abraza la integralidad del hombre. La razdn de ser del Cristianismo propende no s61o a impregnar y compenetrar el ambiente privado y hogareno, sino tambidn a vivificar e informar la vida publics. 4.—Crasos absurdos Es igualmente falso y absurdo el pre­ tender que el seguir las normas directivas de la Iglesia entrana una mengua de fervor patridtico, lucha y sed inordenadas de dominio autoritario del Papado, estrangulacidn de la conciencia y una caricatura de la verdadera Religidn. Es­ tas gratuitas imputaciones son posibles debido a un desconocimiento craso tanto de la Iglesia como institution sobrenatural de redencidn, como tambidn de la misidn y esencia del Papado, asi de las verdaderas relaciones entre Religidn y Nacidn, entre Iglesia y Estado. Es obvio, empero, que el derecho y el influjo de Cristo no puede detenerse sobre el filo de los lindes del campo de la polftica. Ya lo di jo Cristo: “A Mi se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra" (Mateo 28, 18). Pero asimismo seria errdneo presumir que- todo estd supeditado a la jurisdiccidn de la Jerarquia eclasi&stica. La Iglesia tambidn estd sujeta al orden de la Creacidn, y dentro de este orden (Continua en la pagina 32) January-February, 1966 THE CAROLINIAN Page Thirty-one iSi Pudiese Vivir Nuevamente Mi Vida! EN EL AMBIENTE desconcertante actual en que se debate un mundo politica y econdmicamente desvencijado y moralmente resquebrajado, es imperioso que nuestra juventud se guie mediante un elevado juego de valores morales y espirituales. Esc juego de valores es muy intangible, pero algo inapreciable, algo que necesitamos urgentemente si es que pensamos medrar en esta vida. Se dan los casos, y con harta frecuencia, que padres de familia incurren en gastos cuantiosos para proporcionar a sus hijos recreation, diversiones y otras mil ventajas triviales y superficiales. Ocurre, asimismo, que estos mismos padres olvidan de medio a medio la estricta obligation que les incumbe de pro­ veer a sus hijos de los adecuados medios de defensa para asegurarse una vida realmente feliz y dichosa. ‘‘iOh, si pudiese vivir nuevamente mi vida!” — jCuantas veces oimos esta ex­ clamation! Pero no siempre involucra necesariamente un sentido tragico. A veces, si es proferida por personas que han fracasado totalmente en la vida; otras veces proviene de labios de un criminal quien se ha percatado demasiado tarde de sus errores. Muchas veces, empero, forma parte de la conversation ca­ sual, cuando personas re-examinan su vida, en esos momentos de ocio o de melancolia cuando se entregan a anorazas, fabricando castillos en el aire. Pero muy a menudo acontece que esa exclamation cae de labios de personas que se hallan en la primavera de la vida, personas rezonablemente felices y meritorias, pero que a esa altura de la vida se dan cuenta cabal de que no han aprovechado las posibilidades de su existencia en un cien por ciento, ni desarrollado sus facultades hasta el extremo limite de elasticidad. Se dan cuenta ahora de que con un tantico de esfuerzo, o, tai vez, de haberse hecho guiar mejor en su juven­ tud, habrian llegado a ser individuos enteramente diferentes de lo que son ahora. Todo ello, na turalmente, representa en forma real un grandisimo despilfarro de oportunidades y talentos; porque Dios nos otorga a cada uno dones particulares, hecho real que origina la obligation y el deber de inculcar en nosotros un sano sentido de respeto para con la propiedad y la opinion de nuestros semejantes y un sentido de profunda reverencia hacia Aquel que es el Dador de todo bien. Si el adolescente y el joven se basan en estos principios, invisibles pero con­ cretes, podran con desenvoltura hilvanar para si una maravillosa y magnifies existencia. No le es dado a cada cual resol ver siempre todos los secretes cientificos del cosmos, ni componer a discrecion una sinfonia conmovedora. Pero el que se empeha de todas veras en medrar todo lo posible en su formation etico-espiritual, haciendo que ella informe su vida cotidiana; si realiza todo trabajo u obra que emprende como si fuese la obra maxima de su vida, entonces si se hallara en si­ tuation de devolver al Dador el fruto centuplicado. El mundo se halla pletorico de “cosas”; pero los valores materiales y deletereos de este mundo no pueden constituir jamas un equipo capaz de elaborar una exis­ tencia verdaderamente feliz. Asi como sera totalmente paraddjico el comprar le a un niiia un costoso instrumento de musica, y negarle, por otra parte, las correspond !entes lecciones para el uso de este instrumento, del mismo modo sera ilusorio esperar que el niiio sepa consti­ tuir su vida a menos que en primer termino sepa cuales son los elementos esen­ ciales sobre los cuales edificar una exis­ tencia verdadera y realmente feliz y venturosa en esta tierra. —LUIS EUGENIO LA POLITICA ... (Continuation de la pagina 31) establecido por el Creador, debe acatar la competencia del orden politico y estatal todas las veces que no contradigan la ley natural y divina. Consecuente con su misma naturaleza, no puede ejercer influencia en contra de los naturales intereses vitales de exis­ tencia y de la lucha de supervivencia de la Nacidn, intereses sancionados por Dios mismo. Sin embargo, este mandate no podra mantenerse totalmente exento de posibles tensiones y reciprocos malentendidos. Paralelamente, pues, a esta clausula de independencia de la politica, coexiste tambidn una indispensable Orien­ tation derecho-habiente en el terreno po­ litico basada en las normas eticas enunciadas por la Iglesia, consonantes con el derecho divino de libertad de accidn por parte de esta misma Iglesia. LUIS E. SCHONFELD, S.V.D. ODDS-----I nilda --------------and I mildred JEJJOJS— | I ST, Another child was baptized — a child in one of the slum areas, who, had it not been for the zeal of some apos­ tolic workers, might never have been baptized. That child was lucky. But for every lucky child, how many unlucky ones are there who would never be cleansed by the waters of baptism? Many times, we have renewed our baptismal vows, “...I promise to live a good Christian life...” What is the standard for a good Christian life? Are we not making a promise which we do not even know how to fulfill? A good Christian life is lived as closely as possible to the way Christ lived — as reported in the gospels. If only we would be taught not what the gospels are but how the gospels ought to be lived! And actions speak more eloquently than words. "This is My body. This is My blood.” It is a joy to hear those words pro­ nounced in Holy Mass. Much more so if they are pronounced by one who is living, or, at least, striving to live the mass. If only all would! # ROTC (Continued from page 29) say. The activities during the picnic were the following: a swimming contest among the companies, a gymnastics ex­ hibition, and a judo exhibition. In the swimming contest "Alpha” Co. represented by Cdt. Pvt. Edgardo Gum­ ban, Jr. got the first place. Mr. Alarde, one of the swimming instructors of this university, acted as the judge of the contest. The gymnastics exhibition was pre­ sented by Cadets Gonzales, Albaracin, Mancao and others. The judo exhibi­ tion was presented by, of all people, the WATC. But because they were so few they had to take in some men to help them. WATC cadettes Lucy Runa, Luz Lucero, and Sylvia Aquino, together with ROTC cadets Cdt. 2nd Lt. Rabuza, and Cdt. F. Hopista gave the exhibition. Cadette Capt. Sylvia Aquino, however, acted only in an advisory capacity. During the picnic Cdt. Capt. Mars Diez was the coodinator of all the activities. Present during the picnic were the Commandant, Capt. Aleonar, his wife and guests; Lt. Col. and Mrs. Pedro Bermejo, Capt. Quipot, Dr. Martinez, and Fr. Luis E. Schonfeld, SVD, Dean of Student Affairs. Gracing the picnic with their beauty were also the follow­ ing sponsors; Misses Grace Cabrera, Jane Bernabe, Diana Torres, Stella Nacua, Abilene Alvez and Wendelyn Lisondra who were chaperoned by the no less winsome adviser of the sponsors, Miss A. Sarthou. Page Thirty-two THE CAROLINIAN January-February, 1966
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1966
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