Seccion Castellana

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ENERO-FEBRERO • 1966 • ANO 29 NO. 3 secciOn Castellano La Vocation Cristiana en el Mundo Actual EL PUEBLO DE DIOS — unico valor cstable — esta presentc en el mundo, llamado a dar testimonio en conjunto y armonicamente. Esta presencia debe santificar al mundo, a manera de fermento. El laico no es un pucnte entre la Iglesia y el mundo: cs el propio mundo. Los laicos no son la “clientela” de la jerarquia, sino animadores, y a traves de ellos de ejerce el reconocimiento practico de las estructuras temporales. Jerarquia y fieles, unidos indivisiblemente, constituyendo un todo, fueron enviados al mundo. El apostolado del Pueblo de Dios. La entrada en este Pueblo por el bautismo, confiere a todos la triple dignidad de realeza, sacerdocio y profetismo. Para cualquier cristiano, aunque sea Papa, no hay dia mas importante que el de su bautismo. A la pregunta “iDonde esta el laico?” habria que contestar: iDonde NO ESTA el laico? En efecto, se lo encuentra en su casa, en su familia, en su profesion, en una palabra haciendo la cultura y la civilizacion. Es verdad que el clerigo hace a estas aportes, pero lo hace como hombre o como laico. La historia empezd mal, porque se inicio con el diablo. Sin Adan, sin Eva y sin la tentacion del diablo, no habria habido historia. Los laicos tienen la mision de hacer la historia, y la historia, partiendo de estas premisas tiene la de de­ volver el mundo a Dios. Por eso hay que conocer el mundo, no rehuir su contacto, ni fingir que ignoramos sus problemas. La sociedad moderna, ante su propio poderio, siente seguridad y tambien angustia; esperanza o intranquilidad. Vivimos en el dolor de toda revolucion, de toda transition. La desorientacion es general y el cataclismo es posible. El existencialista de Heidegger Sartre y Camus, expresan la tremenda confusion de las conciencias. El cristiano laico debe asumir esta realidad y devolverla a Dios. En los ultimos anos la teologfa amplio la participaciOn en la vida divina a la nocion de participation en el Cristo total, en el Hombre Dios. Por eso la gracia es historia, y al ser universal, trabaja en toda la humanidad, aun la no cristiana. Filipinas tiene particularidades histdricas proprias, que el cris­ tiano en su tarea habra de respetar. Fi­ lipinas tiene su realidad propia que el laico debe tener presente, porque debe partir objetivamente de la realidad. Editorial El Concilio Y El Laicado EL OFICIAL reconocimiento eclesiastico por parte del Concilio Vaticano II — tras larga espera — de que los fieles desempeiian un rol activo en la Iglesia y en su divina mision mundial, reviste grandisimo interes para todos los catolicos del mundo. La Iglesia, admitiendo formalmente la dignidad y libertad de sus miembros, reconoce que a nosotros, los seglares, nos incumben graves responsabilidades. En virtud de nuestro bautismo, llegamos a ser no solo Cristianos, sino tambien parte integrante de una Iglesia viviente, destinados a jugar un rol definitivo en su mision global. Ya en la familia, ya en la socie­ dad, ya en la politica, ya en asuntos universales, el laicado cristiano lleva en si la semilla de la caridad cristiana, que constituye la piedra de toque de la Fe catolica. Con su ejemplo, con su habla, con sus obras, el seglar comparte la mision divina. De el han de emanar, pues, la enseiianza, la influencia, la moral y la etica del Cristianismo e inocularse en el quehacer de la familia y de la vida social, en la politica nacional e internacional a traves de una corriente en franco avance. Esta corriente la constituye la fuerza colectiva de medio billon de catolicos. El laicado catolico debe tornarse en fuerza viviente que respalde eficientemente la historia de la Iglesia que seguira hilvanandose continuamente. La voz del laicado catolico — que de ahora en adelante sera escuchada — y no seguira siendo una voz solitaria en el desierto de predominio eclesiastico. Ya se le prestara oido dentro de las augustas aulas de asamblea de la Iglesia, como tambien dentro de los confines de la parroquia y de la diocesis. Ya sera escuchado con mas conviction y confianza por lo que hace a su definitivo e ina­ lienable rol dentro de la Iglesia. Cuando antes el laicado catolico se daba, acaso, a la adulation por miedo de aparecer sacrilego en sus investigaciones y declaraciones en materia que le perturbaba seriamente la conciencia por lo que a su Fe hacia (a la luz del pensamiento y practicas modernas), ahora ya se le escuchara. En adelante sus ideas ya seran recibidas y tratadas con respeto; ya se les brindara la debida consideration y estudio. Despues de todo, Cristo establecid la Iglesia no solamente para sacerdotes, obispos y cardenales; ni siquiera solo para el Papa. Cristo fundo la Iglesia para todos los miembros del Cuerpo Mistico, para todo pagano, todo no cheyente, todo no cristiano que se entrega a la busqueda de la Luz y de la Verdad. La Iglesia fue fundada con una de nosotros, ya seamos religiosos, ya seglares. El decreto sobre el Apostolado del Laicado, aprobado y promulgado por el Concilio Vaticano II, marca un cambio abierto en la actitud oficial de la Ig­ lesia hacia el papel y capacidad del laicado catolico, o sea, de contribuir dentro de su reducida escala hacia el cumplimiento del mandato de Cristo: “Id, pues, e instruid a todas las naciones...” (Mateo 28, 19). Todos los catolicos deben acusar el impacto de este cambio y, reconociendolo, deben comenzar por actuar y desempenar su rol en el drama de la Ig­ lesia viviente que desde el momento de su conversion ya ha sido legalmente suyo. — MARCIANO LI. APARTE Page Thirty THE CAROLINIAN January-February, 1966
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1966
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