Los enemigos de la Fe

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Title
Los enemigos de la Fe
Language
Spanish
Year
1924
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
f_EVISTA ¡;EMANAL Eutcrccl as second class nwtter at the Post-Office ut Muuilu OIHEC'l'OR:-Alrjuullru i)p i\hoitiz TEL. 572 A DM IN lSTl\ADOL{: _ ]lirl'ttÍl' i\gatt P. O. BOX 1646 Vol. 111. 11 Manila, 23 de Febrero de 1924. \\ Num.60 Los enemigos de la Fe destemplado sonsonete, cual niños con sonajero, vienen repitiendo nuestros adversarios que la fe, con que los católicos creemos las verdades reveladas superiores a nuestra inteligencia, es una fe autómata, irracional, absurda, algo asi como una especie de ñoñez infantil, impropia de hombres pensadores y libres. Y sin pararse el! barras, nos cuelgan el sambenito de esclavos, por haber hecho, según ellos, humillante abdicación de los fueros y derechos inalienables de la razón. Claro está que al citarlos al tribunal de la discusión, y exigirles cuentas de los cargos que nos hacen, se limitan a invocar, por toda contestación, la autonomía, la libertad omnímoda y la absoluta independencia de la razón humana; que no debe humillarse ante la Revelación ni el Misterio, pues la privan del legítimo derecho que tiene al discurso y a la investigación. Es el manoseado estribillo que durante veinte siglos no han cesado de vocear unos cuantos copleros, tan fecundos en chillidos, como escasos de mentalidad. Pero eso lo conceptuamos como una escapada o fuga en toda regla. De nada sirven las palabras rimbombantes y frases de relumbrón para probar y defender la verdad de una proposición, si el arca intelectual está exhausta del rico tesoro de los argumentos para la verdadera defensa. Traten de probar nuestros enemigos que la fe de los católicos es un absurdo, o que la razón humana, al rendirse a la verdad revelada, cae en humillante esclavitud, y se le cierran las puertas de la investigación científica; y eso argüirá más seriedad y nobleza que la demostrada mediante la monótona repetición del estribillo callejero. Aunque bien seguros estamos de que jamás llegarán a probar sus gratuitas afirmaciones. La lucha intelectual de veinte siglos habla en nuestro favor. Tan lejos está la fe católica de detener los vuelos y cortar las alas de nuestra inteligencia, que precisamente la anima y presta fuerzas para volar más alto, condúcela por regiones desconocidas, a las que nunca hubiera podido elevarse, ampliando asi su campo de acción; enriquece el acervo intelectual con el tesoro de verdades sobrenaturales, cuya existencia revela ; y hasta se Febrero ESTUDIO 23, 1924 ofrece a servirle de luz y guía para la clarabemos creerlos por ser incomprensibles, es, y completa inteligencia de muchas verdades como dice Balmes, enunciar una contradicnaturales, especi~lmente del orden moral, ción; pues si los comprendiésemos, no se nos conocidas por la razón sólo conjetural e in- hablaría de fe. completamente. . El argumentar contra la Religión, proDe donde resulta que nuestros enem1- sigue el citado filósofo, fundándose en la ingos, a la vez que se desgañitan pregonando comprensibilidad de sus dogmas, es hacerle la autonomía y absoluta libertad de la ra- un cargo de una verdad que ella misma rezón, rodéanla de un círculo de hierro del conoce, que acepta; y sobre la cual, en cierto que no la permiten salir; pues a eso equiva- modo, hace estribar su edificio. Lo que se le el afirmar que no debe prestar asentimien- ha de examinar es si ella ofrece garantías to a las verdades reveladas. Es decir, que de veracidad, y de que no se engaña en lo además de condenarla a permanecer en pri- que propone; pues una vez seguros de esto siones. y contentarse con la mísera refec- último, poco importa que los dogmas que nos ción de '1os conocimientos que por solas sus propone sean suneriores a nuestra inte]ifuerzas pueda adquirir; le niegan hasta la gencia. El acto de fe será razonable, como libertad v el derecho de aceptar el sabroso es razonable creer a un maestro o a un pamanj ar de otras verdades superiores, gra- dre por sólo su palabra, aunque ni el discítuita y galantemente ofrecidas por la divi- pulo ni el hijo comprendan muchas veces na revelación. todo cuanto aquellos dicen. Pero no importa. En auxilio de la ra- La Iglesia Católica reconoce y defiende zón viene la fe; y rompiendo la férrea valla, el derecho que tiene el hombre a que se le dén libértala de la prisión, y la invita a alzar garantías que justifiquen la racionabilidad el vuelo por hermosos horizontes, a los que de su fe. Y por eso. porque lo reconoce, se no podía elevarse, oor habérselo vedado los las ha dado, y bien abundantes y probativas. que se decían sus defensores y amigos. Estudien nuestros enemigos uno cualquiera Dígasenos ahora quién defiende con de los tratados en que se exponen sencillamás celo la legítima libertad de la razón hu- mente los fundamentos de nuestra Religión, mana; si nuestros adversarios que la obli- y allí encontrarán los motivos en que desgan a no traspasar los lindes aue la señalan, cansa como en dura roca, la racionabilidad o la fe católica que además de reconocer Y del adto de la fe; motivos que, como los miconfesar esos derechos, la faculta y ayuda }agros. profecías, etc.. . . son, al decir del para adquirir otros nuevos de un orden su- Concilio Vaticano, signos ciertísimos de la perior. divina Revelación. Se nos objetará que las verdades reve- Para ellos parecen dichas aauellas paladas no caen baio el dominio de los sentidos, labras que dirigiera Jesucristo a los Judíos: ni de la razón. Es verdad; y la Iglesia cató- "Si n~ hago las cosas oue mi Padre hace, lica es la primera en afirmar que los miste- no querais creerme. Mas si las hago, Y a rios de nuestra Religión son incomprensi- pesar de hacerlas, no quereis creer en Mí, bles al entendimiento humano, por profundo creed en mis obras" aue sea el proceso intelectual que sobre ellos JUSTINO. formemos. Pero concluir de ahí que no de!Vol. Ill l ')R más que a su caudal dé más valías poniendo en producción a sus barbechos, a nadie perjudica en los derechos quien es dueño de pingües labrantías, Idénticas Jesús sigue las vías, cuando, al quebrar de un pueblo los estrechos troqueles del error, funde los pechos del progreso en las puras ardentías. Por eso ¿es dable que intenten el fervor del pueblo reprimir los que el laúd puntean en obsequio al labrador 1 ¡Obcecados! no saben, por lo visto, que bien no rezan fierros ni ataúd con las razas que son fieles a CRISTO! SAN. TXO. -2- Núm. 60