Cosas del lenguaje

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Part of Semana

Title
Cosas del lenguaje
Language
Spanish
Source
Semana Volume IV (Issue No. 90) Septiembre 7, 1950
Year
1950
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
RECITAL Parece ser que por fin, el Ayuntamiento madrileño se decide a perseguir con un recargo en la contribución a los comerciantes que titulan sus establecimientos con motes extranjeros. Esta simpática disposición, ya vigente desde hace tiempo en otros países, podría ser completada con otra que, seguramente, merecería también el aplauso ae todos los españoles cultos y celosos del decoro de su Patria: la im­ posición de multas a los industriales que maltratan la ortografía en muestras y letreros. La denuncia de tales infraccioner discrecional para el simple ciudadano y obligatoria para los maestros e inspectores de primera enseñanza dentro de su jurisdicción respectiva, iría segui­ da de un aviso al interesado, en el cual se le invitaría a corregir las faltas señaladas, so pena de una multa diaria que empezaría a correr después de un plazo prudencial. Y puestos a imaginar arbitrios pata robustecer paralelamente el respeto al idioma y los* menguados ingresos municipales, todavía po­ drían nuestros ediles extender su fiscalización a las valas, paredes y carteleras en que se fijan anuncios de espectáculos, y gravar con un timbre especial cada palabra extranjera usada innecesariamente o con manifiesta impropiedad. Sirva de ejemplo el vocablo recital con que recientemente han aparecido empapeladas las esquinas de la villa y corte: “recital Fulano”, “recital Mengano”, “último recital Zutano”... Tan insistente y ostentosa ha sido la propaganda, que el neologismo no ha tardado en pasar desde los carteles de enormes letras de color a la prosa gris y amazacotada de las comunicaciones oficiales. Así, en un oficio dirigido por el Claustro del Real Conservatorio de Música y Declamación al notable violinista Manen, se le dan las gracias máa expresivas por el recital con que tuvo a bien obsequiar al alumnado (otra elegante novedad) de dicho Centro. No parecerá, pues, fuera de proposito examinar brevemente Jos pasaportes de un vocablo que tan a tiro hecho se nos viene encima con la pretensión de avecindarse en nuestro idioma. La voz inglesa recital (se pronuncia aproximadamente risáital), que nosotros hemos tomado ya de segunda mano a los franceses, significa propiamente en su idioma de origen lo que nuestra Academia definiría “acción y efecto de recitar”; de aquí ha pasado a expresar la decla­ mación o “recitación” en público de poesías o canciones, y, en acepción todavía más restringida puesta en circulación por el célebre compo­ sitor y pianista húngaro Liszt, se emplea para designar la audición musical en qué el único o principal ejecutante se sirve de un solo instrumentoLa diferencia, pues, entre “concierto” de piano y recital de piano consiste teóricamente, de una parte, en que el “concierto” puede estar a cargo de varios pianistas, mientras que el recital sólo permite la actuación de uno determinado; y, de otra parte, en que el “concierto Térez” autoriza a Pérez para alternar el acordeón con la bandurria, mientras el recital le prohíbe terminantemente toda promiscuación instrumental. Ahora bien; si mis lectores aficionados a la música repasan aten­ tamente su memoria, convendrán en que, fuera de esos excéntricos de circo qpe se sacan un instrumento de cada faltriquera, no hay noticia de que ningún artista verdaderamente digno de tal nombre haya cam­ biado en una misma sesión el teclado por la boquilla, ni el arco por el plectro. Tampoco es cosa frecuente que en un concierto de piano, por ejemplo, se presenten en competencia varios pianistas uno detrás de otro. Es decir, que prácticamente, tanto importa anunciar “recital Fulano” como “concierto Fulano”, pues ya sabemos que ni Fulano va a sorprendernos tocando instrumentos distintos de aquel en que ha logrado su reputación, ni ha de permitir que Mengano ,o Zutano salgan sin previo aviso a disputarse el favor del auditorio. De manera que, en realidad, nada se opone a que sigamos llamando “concierto”, como nuestros padres, a la audición de'un violinista... que toca el violín, o a la da un pianista... que no toca la flauta. Hay casos en que la exótica palabreja resulta particulame?:te an­ tipática. Yo evoco la figura de un concertista netamente español por su cuna —Granada—, por su nombre —Andrés Segovia—, por los rasgos de su semblante y hasta por el deliberado arcaísmo de su ata­ vío; veo en sus manos el instrumento español por excelencia; le oigo tocar en él música genuinamente española, ya sea la clásica de Sors o la moderna de Tárrega, o las transcripciones de Granados y Albéniz; contemplo un auditorio español que, subyugado por la interpretación verdaderamente genial del concertista, da muestras del más caluroso entusiasmo; y pienso,, por último, que esta fiesta de arte, españolísima por los cuatro costados, se anuncia en la capital de las Españas con un nombre extranjero que ni siquiera sabemos pronunciar a derechas. Un “recital... ¡de guitarra!” ¿Puede darse más flagrante y gro­ tesca incongruencia? Otras veces el delito de barbarismo se agrava con la falta de pro­ piedad. Así, en los enormes cartelones en que se anuncia para estos días el “Ultimo recital Manén”, figura a la cabeza del programa una sonata de Brahms, en que la parte de piano es, cuando menos, tan importante en todos sentidos como la de violín ; de manera que, aunque se calle indebidamente en el anuncio el nombre del pianist,a falta la condición de único ejecutante y de único instrumento. Y si, apartándonos ya del significado, cosideramos morfológicamente la voz recital, vemos que tampoco por esta parte debe recomendarse su admisión. Entre los varios usos que tiene el sufijo -al en castellano no hay ninguno que correspoda al que tiene en inglés cuando, como en el caso presente, se emplea para formar nombres abstractos que ex­ prese la acción o el efecto fiel verbo de que proceden. Las derivaciones inglesas recital, proposal, dismissal, etc-, están representadas en nues­ tro idioma por “recitación”, “proposición”, “dimisión”, etc. Creo, pues, que el intruso recital, por innecesario y por mal for­ mado, no merece la honra de figurar en el léxico castellano. NO SE OLVIDE DE VISITAR A LA SALIDA DE SU TRABAJO PANCHITO BAR DONDE SE REUNEN LOS ESPAÑOLES Arlegui 1037 MANILA [33]