Goya, su enfermedad y su arte
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- Title
- Goya, su enfermedad y su arte
- Language
- Spanish
- Source
- Semana Volume IV (Issue No. 90) Septiembre 7, 1950
- Year
- 1950
- Fulltext
- R ' 1 J Goya, su enfermedad y su arte Por el Dr. C. Blanco Soler i La misma muerte de La Caramba la vió con el espíritu artístico que poseía; pero no con el corazón llevado a flor de piel. Disentimos pues, de los que le consideran como hombre afectivo. Toda su emoción la lanza a la pintura, con su propia alma prendida en ella. La emoción no la ver tía, no la daba. Su emoción la construía de pedazos de su mundo interior y jugaba con ella; su clima emocional era para él> y no lo compartía con nadie. Hay un importante deseo de soledad —pincelada esquizoide— en toda su vida, aunque le guste a veces estar"entre barullo. El solo, como y una isla, muercha, y cuando puede se recoge en el silencio o en la tertulia, bien parca, de sus amigos. Esta disminu ción de afectividad es un dato para la historia clínica que intentamos construir. La misma muerte de la Alba no se notó-como convulsión desesperada, ál estilo que unos años después habrían de inventar los románticos. En las cartas a Zapater, que hemos registrado, se encuentra una labili dad afectiva, propia del psiquismo que venimos estudiando. Algunas tienen tal profusión de cariño que asombra por el tono y los giros empleados. Otras, en cambio, son ásperas, llenas de palabras sucias y de conceptos desgarrados que definen su primitiva educación. En todas se ve al hombre que gusta y regodea con frases ásperas, burdas y de ordi nariez supina. Hay muchas cuya redacción es una delicia, casi un primor literario; pero rápidamente cambia de tono y acepta una expresión chocarrera y desagradable, hasta cuando desea agradar al que escribe. Este humor variable, esta manera puntillosa de comen tar a propios y extraños, esta soberbia, que cambia en fre cuentes temores o en arrogancias infantiles; esta incon veniencia en el tono; esta —reptimos— labilidad afectiva, es muy importante para las conclusiones a dedcuir. Su so berbia llegará andando el tiempo, a echar de su estudio vio lentamente a Wellington por una sencilla observación que le hiciera el vencedor de Waterlóo. Poco a poco va creando su sentimiento y su mundo personalísimo, que será la clave de su éxito, como admirable sintetizador de muchos temas y muchos estilos. Copia a otros artistas y les da un valor personal y nuevo; recuerda Goya a tantos y a ninguno a la ^vez. Es en la pintura síntesis y profecía, y, como dijo Doinoso Cortés, sólo el vuelo de las águilas permite semejantes posibilidades. Tiene razón d’Ors cuando afirma que el “pintor castizo*’ es un pinto europeo, universal, en donde convergen los est.los de los siglos anteriores y se proyectan los que habrán de sucederle. Y es que Goya sueña, y el que sueña no es Azcárraga 2109. SE PRECISAN AGENTES DE ANUNCIOS. MAGNÍFICA RETRIBUCIÓN. Tel. 3-81-37. r sssasaaaaB nacionalista; el sueño es siempre el mismo en todos los humanos. Y sueña el que tiene un temperamento que le levan ta sobre los de su época, y, por tanto, recoge las ansias que’ fueron para crear las del porvenir. Poco soñar no es opera ción ajena a la Humanidad, pues los sueños se construyen con experiencias de realidades, que no están ordenadas en la forma acostumbrada, y que adquieren su originalidad y has ta su grandeza por la forma en que aquellas experiencias están colocadas. Cuanto llevamos dicho ratifica en Goya una constitución paranoide, matizada de una esquizoidía (so ledad, autismo, introversión, forjamiento de un mundo pro pio ideal) y fácil, por tanto de aparecer los, episodios que vamos a describir. En 1793 se inicia en Goya un brote esquizofrénico tipico, y, además, una paranois exógena, frecuente de hallar en los sordos. Y de aquí el motivo de la altura insospechada a que llegó su arte después de aquel año. Brote que se re nueva en 1808-1812 con la guerra, y vuelve nuevamente a inaccesibles cimas de grandeza. Veamos cómo intento expli carlo : IV En el año 1792 Goya va a Cádiz, donde realiza el Tetrato de Sebastán Martínez, su amigo. Goya no acompaña a la Duquesa, y esto no necesita demostración. Cuando Triarte nos cuenta del viaje con Cayetana y del incidente en Despeñaperros, se funda, según él, en una carta —que no aparece— de Goya a su hijo: pero está demostrado, es pecialmente por Ezquerra del Bayo, que la de Alba no estuva del 91 al 95 en Sanlúcar, y sí, en cambió, en 1792, en Piedrahita, donde pudo, en la otoñada de 1793, llegar Goya, cosa también dudosa.