Hn encuentro singular

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Part of El Misionero

Title
Hn encuentro singular
Language
Spanish
Source
El Misionero Año V (Issue No.11) Abril 1931
Year
1931
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
ANO V, No. 11 ABRIL 1931 Mti iEnruentrn Singular EL PRIMERO de Enero últi­ mo, estaba en Manila. Por la tarde di un paseo por la ciudad para felicitar a algunos ami­ gos de las misiones y presentarles mis deseos de felicidad y prospe­ ridad para el año nuevo, cuando en el camino encontré a una per­ sonalidad extraordinaria. Ya era bastante tarde e iban a encender las luces de la larga calle en que estaba. Proseguía tran­ quilamente mi camino pensando en los pobres Igorrotes de la Monta­ ñosa para los cuales no hay ni fe­ licidad ni prosperidad verdadera, cuando inopinadamente en la es­ quina. casi tropezó contra un transeúnte; me asusté, miré quién era. Santos patronos mí oís: aquel individuo era nada menos que el mismísimo demonio en persona. Pero qué demonio.... a la vez era feísimo y horrendísimo: Encima de su joroba llevaba una especie de americana de “Khaki”; sus pan­ talones sin color discernible y casi hecho pedazos, aunque cubrían sus piernas que más parecían basto­ nes casi inflexibles, eran tan cor­ tos que dejaban ver gran parte de sus pies ó cascos de asno fuera de sus zapatos de soldado; su cuello demasiado largo estaba envuelto en una bandera roja de Soviet y el nudo estaba cubierto por unas barbas rojas de chivo que le pen­ dían de la mandíbula inferior. En la calavera llevaba un sombrerito redondo atravesado de dos cuer­ nos puntiagudos, y sus largos bor­ des no podían ocultar los horro­ rosos agujeros que formaban su boca, narices, ojos y orejas. En una de sus garras llevaba un bas­ tón terminado en tridente, todo él cubierto de una piel de culebra y con la otra apoyaba en su joroba un cesto lleno de trapos y harapos de todos colores y dimensiones. RENUEVE SU SUSCRIPCION ENSEGUIDA 322 Tan de repente tropecé con tal demonio que casi me di de bruces con él pudiendo oler su aliento infernal de azufre y humo. En se­ guida di vuelta a la derecha y ace­ leré el paso para apartarme de mi archienemigo, actuando como si no le hubiese visto; pero hé aquí que esta criatura infernal se em­ perró en seguirme arreglando su paso a compás del mío y me dijo: —“Felicidades, padre.” —“Que no deseas”, contesté con desdén y en voz bajísima pata demostrarle mi desprecio. —“¿Y acaso cree V. que los de­ más que le felicitan efectivamente desean lo que dicen?”, me pregun­ tó acercándose algo más hasta la distancia de medio paso. —“Eso toca a ellos y no a mí”, más bien refunfuñé con la espe­ ranza de que me dejaría sólo. Queridos lectores, nunca se de­ be dar al demonio la menor mani­ festación ó señal de amistad y SOSTENGA UN CATEQUISTA! 323 nunca debe uno empezar a razo­ nar con él. Como el monstruo continuaba en seguirme, pensé burlarle esquivando su apariencia miserable. —“Más bien me pareces un ra­ tón de iglesia encerrado en un fuerte cofre”,.... le dijé, “¿acaso has tenido mal año, vípera infer­ nal;” —“De ninguna maneta, Padre... ha sido un año muy bueno.... muy bueno ji, ji, ji.... El año pasado pa­ ra mí ha sido un éxito y por eso esta misma noche nuestro digno jefe me entregará la condecora­ ción de archimentiroso, que es mucho decir.... ji, ji, ji.... El gran Luzbel y nuestros jefes saben apre­ ciar nuestros trabajos.... Lo mis­ mo no se pasa siempre así con los suyos, ¿eh? ja, ja, ja.... ji, ji, ji... Y mi condecoración es la más es­ timada que hay entre nosotros •• •• ,, Jb JL... —“Está bien para un villano como tu”, contesté encogiéndome de hombros. Otra vez aceleré el paso con la esperanza de que cargado como estaba de trapos en su canasta de buhonero, ya no podría seguirme, pero el picaro hizo lo mismo y matraqueando como un Ford de diez años de servicio, continuó si­ guiéndome a medio paso. —“Qué, archiméntiroso” le dije de nuevo pero sin mirarle siquiera, “si te quedan aún diente y medio en la boca debes rechinar hasta sacar chispas cuando ves cómo El Misionero progresa y ayuda a los Misioneros en la Montañosa.” —“¿Que dicé V.? Ji, ji, ji... ¿Pro­ gresa?” —“¿Acaso no sabes que el espí­ ritu misional entre los Católicos del país está desarollándose gracias a la revista El Misionero? Espe­ ra, dentro de poco tiempo vendrán bastante limosnas para colocar muchos catequistas y entonces la conversión de los 300,000 Igorrotes será cuestión de algunos años no más.” —“Ji, ji, ji.... ¿el espíritu misio­ nal? Mire, Padre, a aquel Señor allá. ¿Le conoce V.?” —“Sí, es un buen trabajador para la causa católica.” -“Ji, ji, ji....” —“¿Por qué te ríes así, salvaje?” —“El también lo cree que está trabajando para la causa católica y las misiones, pero.... ¿No ves acaso aquella máscara que le tapa los ojos? Yo, Padre, yo mismo le he puesto aquel trapo.... El cree que ya merece la condecora­ ción ‘Pro Ecclesia et Pontífice’ y sin embargo no hace más que tra­ bajar para sí mismo. Ya se ha dado de baja a El Misionero, por­ que le cuesta un peso al año: es tan ciego como un topo, y ahora se vá a felicitar a algunas autori­ dades para que le vean, pero ni a su hermano visita ni visitará: ha­ ce años que no se ven... porque no espera nada de su hermano: Ji, ji, ji.... Eso es mí trabajo, Padre, mí trabajo. ¿Y sabe V. cuántas veces el año pasado ha recibido la Comunión? Ocho veces.... ocho LAS MISIONES NECESITAN CAPILLAS 324 veces nada más.... ¡Qué acción católica! ¿Y sabe V. cómo se vis­ ten la esposa y las hijas? Según la moda de mí compadre Belcebú y de sus feligreses los Igorrotes: Ji, ji, ji.... A toda la familia tengo puesta una máscara menos a la hi­ ja menor de siete años; pero, co­ mo vive en tal medio, dentro de poco también llevará mí máscara: Ji, ji, ji.... ¿Y cree V. que ellos moverán un dedo para vestir a los paganos desnudos en la Montaño­ sa? Ji, ji, ji.... Mire, Padre, mí ces­ to: aquí tengo máscaras en contra de su ‘El Misionero’ y ‘The Little Apostle’ y en contra del espíritu misional: Ji, ji, ji.... ¡Qué inocente aun está V. Padre. Ji, ji, ji.... ¿Es­ píritu misional entre gente tal? Ji, ji, ji....” —“Hum, hum, hum....” Confie­ so que tenía muy poco que contes­ tar a tal lógica infernal. —“Padre,” continuó el demonio con risa sarcástica, “Padre, ¿vé V. a aquella Señora en su auto fla­ mante?” —“Sí, es una señora muy devo­ ta.” —“Cuántos años cree V. tiene ella?” —“Puede ser, unos ochenta.” —“Ji, ji, ji....ochentay siete, seis meses, cinco dias y siete horas.... Tiene al menos unos P900,000 en el banco y posee una hacienda enorme. Ni hijo ni cuervo tiene a quien dejar su fortuna.... ¿Y sabe V. cuánto ha dado esta mañana en la colecta de la iglesia?.... Cin­ co centavos.... ji, ji, ji..*.. Cada mañana va a misa y se arrodilla en frente de la barandilla de la comunión: desde allí puede ver cómo los ornamentos del sacerdote son anticuados y cómo el altar está en ruinas, pero, según ella, todo eso está bastante bien para la casa de su Dios, mientras que ella vive en un palacio rodeada de muebles preciosí simosy anda sobre alfombras riquísimas.... ¡ay, la vie­ ja!.... ji, ji, ji.... ¿Y para las misio­ nes? Ji, ji, ji.... El año pasado en el día de las misiones, casi no ob­ servado en Filipinas porque la gente no lee cosas de las misiones, ella ofreció un peso, pero ji, ji, ji.... un peso de plomo ji, ji, ji.... Y para las escuelas católicas y para catequistas: ni un maravedí. Sí, ella lee El Misionero que pide pres­ tado a su muchacha, pero para terminar diciendo que en estos días no se hace más que mendigar y pedir dinero: ji, ji, ji.... Mi tra­ bajo, Padre; y asi tengo a cente­ nares de esta clase en mis garras.... ji, ji, ji.... el efecto de mis másca­ ras.... aquí ji, ji, ji....” En el entretanto había llegado a la Escolta. —“Padre” gritó el demonio, “si V. quiere ver algo bonito, mire por allá, allá, allá.” Claro está que ni levanté los ojos, porque nunca hay que hacer lo que aconseja el. demonio; y pro­ seguí mi camino siempre seguido del infernal compañero. —“Oh, Padre” decía entonces Satanás: “¿ha visto a aquella seño­ ra tan escondalosamente vestida? AFILIESE A LOS CRUZADOS DE ST A. TERESITA 325 ....Y esta mañana recibió la Co­ munión, ji, ji, ji.... Obra de mi máscara.... ji, ji, ji.... qué bonito el trapo que he puesto en sus ojos pintados.... Dígame, Padre, ¿ve V. allá los periódicos, revistas y estampas que venden? ji, ji, ji.... Un rincón sucio, aquel ¿eh?... ji, ji, ji.... A pesar de ser yo un demo­ nio, le digo que es demasiado es­ candaloso lo que allá se vende, y ningún católico ni siquiera mueve el dedo para oponerse a estas su­ ciedades, ó toma el bastón para destrozarlas tal como lo hizo en París aquel famoso sacerdote fran­ cés muy enemigo mío. Y así tengo centenares de pu­ blicaciones para contrarrestar su propaganda misional. ¿Sabe V. cuántos lectores tengo de mis pe­ riódicos y revistas?....” No contesté a la pregunta por­ que más que nunca me molestaba la conversación y para quitarlo de mi presencia miré a la negra cara del demonio y casi grité: —“Una cosa, cancerbero, debe ser para tí una espina en tus cas­ cos: las escuelas católicas; estas nos ayudan en las misiones y pro­ pagan nuestras revistas El Misio­ nero y sobre todo The Little Apostle y desde ahora más que nunca los alumnos se harán após­ toles de las misiones, para obede­ cer a la voz del Santo Papa.” Sabía que estaba pinchando la parte blanda del corazón de cuero del tirano mundial; es que odia las escuelas católicas que forman la esperanza del porvenir católico en el país y que sin ellas la fe debe desaparecer: de estas escuelas de­ ben venir los verdaderos apóstoles de la buena causa. —“Ay, Judas,” gritó el demonio temblando (señal de la verdad que contenían mis palabras). ¡Qué miedo tengo yo de las escuelas ca­ tólicas! ¿Cuántas són? Y sin em­ bargo sus revistas ni han puesto el pie en la mayor parte de ellas. ¿Y sabe V. por qué?” Me hice el sordo y el demonio continuó, pero esta vez casi hasta sonriendo: —“¿Y cuando los alumnos han dejado sus escuelas católicas, ¿cuántos hay que siguen tomando suscriciones a sus revistas? Yo les pongo una de mis máscaras ante los ojos: máscaras de vani­ dad, de indiferencia, de polvos, de cosméticos, de agua de Colonia, de fiestas, y centenares más que llevo aquí en mi canasta, ji, ji, ji....” El demonio estaba aun riendo como un loco cuando para morti­ ficarle le dijé: —“Espera que publicaré todo lo que me has’dicho.” Pensaba que iba reventar de ira, pero al contrario—quizás no me había comprendido—se puso suave y contento como un ángel: es que estaba mirando algo que le gustaba muchísimo. —“Mire, Padre” dijo jubiloso, “mire: un cinema. Mire cómo la gente echa sus pesos....mire cómo todos llevan mi máscara.... Aquí no se oye nada de la crisis ji, ji, ji.... ji, ji, ji.... Pero para sus revistas ROGAD POR LAS MISIONES 326 no tienen ni un maravedí, ji, ji, ji-” En estos mementos creí que el demonio iba a reventar de tanta satisfacción. —“Asesino de almas”, le dijé, asesino de millares de almas que por tus máscaras irán a sufrir para siempre, ya expondré a la gente tus engaños infernales; les diré to­ do lo que me has revelado....lo pu­ blicaré en El Misionero....” —“Que no lo haga, Padre....” me interrumpió el demonio con tono el más humilde. —“Y haré una propaganda in­ tensa para las revistas misionales para quitar tus máscaras y ganar la Montañosa para Dios.” —“Que no lo haga, le suplico....” Pero haciendo caso omiso de sus súplicas, continué: —“Y manifestaré a la gente có­ mo se dejan engañar en la cues­ tión de su salvación, pensando que siguen el camino del cielo.” —“Que no....” •—“Y les convenceré de que el medio de salvación es la cari­ dad....” —“Pero que....” —“Y que para llegar a la cum­ bre de la gloria no hay como el apostolado de la caridad....” —“Ay de mí, que no lo haga....” y el demonio se puso a llorar lá­ grimas de lava ardiente. —“Y les convertiré en apósto­ les de Cristo en la Montañosa ro­ gándoles busquen más y más suscritores a “El Misionero” y “The Little Apostle.” —“Ay, Padre, hagame el favor de no hacerlo y de no decir a na­ die, ni a su confesor lo que esta noche le hé revelado....” —“¡Ah! ¡ah!”, le dijé jubiloso, “has hablado demasiado....” y mi­ rándole le vi casi de rodillas; “Apártate de mí villano, vete a bus­ car tu condecoración; esta vez al menos has dicho verdades” y apre­ surando el paso dejé a Satanás, en la calle; pero ni cinco pasos había dado, riéndome de la confusión del demonio, cuando oí unos aulli­ dos y vociferaciones tremendas e indescriptibles.... Espantado, vol­ ví la cabeza y ¿qué vi? Tres de­ monios gigantes, armados de tri­ dentes de hierro incandescente, pegando sin compasión a mi com­ pañero y, en un abrir y cerrar de ojos de su americana de khaki no quedaron más que dos botones y creo que de las costillas del archimentiroso ni una quedó entera. Después de un minuto—si eso era la entrega de la condecoración, la ceremonia había terminado—el demonio recogió los trapos y más­ caras que repuso en su canasta, y le vi andar cojo pero a prisa a un salón de baile donde sin duda con­ tinuaría su tarea de perder almas. Desgraciadamente, queridos lec­ tores, tánta gente se deja arrastrar por Jas máscaras de Satanás, aun entre los Católicos. Legiones si­ guen al mentiroso y .algunos bajo aspecto de devoción que no es la verdadera; porque devoción sin sacrificios y caridad, no hay. Ten­ drán alguna fé y esperanza, pero ESTIPENDIOS DE MISAS SON UNA GRAN AYUDA 327 sin la Caridad estas primeras vir­ tudes son vanas. Si el Señor no nos pide Vendamos nuestras propriedades para distribuirlas a los pobres, al menos tiene derecho a parte de sus donaciones y favores que nos facilita: y si poco posee­ mos, tiene el derecho de que le ofrezcamos al menos lo que gasta­ mos en vanidades creadas por el demonio y sus máscaras. San Pedro Canisio Abril 27 SI SANTA Teresita ha ad­ quirido su corona huyendo del mundo y dando el ejem­ plo de una piedad muy sencilla, hay otro que ha sido elevado a nuestros altares por sus luchas in­ cesantes contra el mundo y sus discordias. Es el Padre Canisio de la Compañía de Jesús. Pedro Canisio, ó Kannees, nació en Nymegen, Holanda, el 8 de Mayo, 1521. Era hijo del burgomaestre, ó presidente, de la localidad, hom­ bre piadoso y rico. En su juven­ tud Pedro estudió en Colonia el derecho civil las artes y la teolo­ gía y más tarde continuó sus estu­ dios en la universidad de Lovaina. En 1543, a pesar de haber su pa­ dre planeado su casamiento, Pe­ dro entró en la Compañía de Je­ sús. Inmediatamente empezó aquel trabajo prodigioso que sería la ocupación de toda su vida, para el bien de la Santa Iglesia. Fué uno de los cofundadores de la primera casa de su Orden en Co­ lonia y aquí empezó su carrera de predicador, maestro y defensor de la santa Fe. En 1546 cuando fué ordenado de sacerdote, ya estaba esparcida su fama de hombre sa­ gaz y hábil y especialmente de in­ tercesor y conciliador. Por eso fué mandado al Emperador^ Car­ los V y al clero de Lieja para pedir su ayuda contra el Arzobispo apostata Wied. En 1547 cuando no tenía más que veintiséis años, Pedro dirigió la palabra a un con­ cilio general eclesiástico como teólogo del Cardenal Obispo de Augsburgo. De allá fué a Roma donde estudió bajo la dirección de San Ignacio y, estos estudios ter­ minados, su actividad de predica­ dor y confesor ya no conoció lí­ mites. Predicó y enseñó en Mesina, Ingolstadt, Viena y la parte sur de Alsacia; logró el grado de doctor en teología en la corte de Fernan­ do I; rehusó el obispado de Viena; SUSCRÍBASE POR UN AMIGO