Lo que debo a Tomas Alva Edison

Media

Part of Excelsior

Title
Lo que debo a Tomas Alva Edison
Language
Spanish
Year
1931
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
Lo que debo a Tomás Alva Edison Poi· WANDERER George Bernard Shaw, ese estupendo interrogante inglés, que es a veces piquete demoledor y otras pala constructiva, tuvo la hurnoradagrandiosa como- tod~ las suyas-de publicar el año pasado una lista de ocho hombres, &· quienes él llama "artífices de universos", de les cuales s6lo uno existe aún, a saber: Pitu.goras, Arfatóteles, Ptolomeo, Copémieo, Galileo, Kepler, Newton y Einstein. El único superviviente es, desde luego, este último. uEstós gran4;1es hombres-según este sAowman Shaw-han sido los artlfices de un lado·de la humanidad, que tiene dos lados. Llamamos a un lado religión y al otro ciencia. La religión siem.. pre está bien. La religión nos protegle contra el gran problema que tenemcs todos que afrontar. La ciencia siempre está mal: es el mismo artificio de los hombres. La ciencia jamás puede re! soJver un problema, sin suscitar otros diez problemas más". Pero digo yo ahora, de qué me sirve toda la sabiduría acumulada de siglos por estos ocho grandes hombres, toda su ciencia abstracta, toda su matemática pul'a, comparada con los descubrimientos prácticos, las invenciones útiles de un solo hombre, el uBrujo de Menlo Park", Tomás Alva Edison, que acaba de bajar a la tumba, la decena antepasada, en Nueva Jer&ey, a la edad de 84 años, equivalentes en realidad de verdad a unos 153 años, computados a baee de" la actividad regular de un individuo, que trabaja ocho horas al dfa, se divierte o cree divertirse otras ocho~ y duerme las ocho horas restantes. Los dos más grandes pecados de la humanidad para Edison eran el comier mucho y el dormir mucho. El comía muy frugalmente y tenfa bastante con cuatro horas de sueño al día. Al cumplir sus 65 años, cuenta uno de sus biógrafos, se figuraba que había llegado a 115 años. "Esto es---.explioó--tréajando como los dtros hombres, he hecho lo suficiente para que yo tenga 115 años. Espero seguir trabajando por 20 años más, que computados a base del promedio rle trabajo diario del hombre, me darían. 155 años. Entoncies es cuando podré jugar al bt-idge con las mujeres". ¡ El hombre, pues, que "iluminó el paso del progreso humano con sus invenciones" vivió sólo un año menos de lo que esperaba vivir! No era de la clase de científicos puros con grandes conocimientos matemátiaos y filosóficos. Su habilidad estaba en su genio inventivo, que sabía aplicar, como el Que más, una verdad cientffica a un fin práctico. En este concepto era considerado el número Uno de todos los hombres en todos los tiempos. Enumerar la lista completa de sus invenciones, que cuando recibió la Medalla de Oro del Congreso de los Estados Unidos en 1928, alcanzaban la asombrosa cifra de 1,338, siguiendo el número de sus patentes, con un valor monetario de $15,599,000,000, ser~ a tarea imposible, debido al corto tiempo y reducido espacio de que dispongo; pero si, para dar una idea, siquiera pálida, de los bt!neficios que tú, lector querido, y un servidor, derivamos de sus inventos, todos los días de nuestra vida, voy a decirte cómo no podemos pasarnos el día, sin tener que agradecerle a cada paso al hombre que más ha contribuido en nuestros tiempos al bienestar del mundo ci. vilizado. Empecemos por la maquinilla que empleo hoy mismo para escribir estas líneas. Edison fué quien, si no la inventó, ayudó eficazmente en 1871 en la construcción de la primera maquiniUa de escribir que dió resultados. En 1906, suplementó este utiUsimo inv.ento, que ha evolucionado la escritura del mundo, con la introducción de su dictáfono. Hace un momento, ExcELSIOR me llamó por teléfono para recordarme la puntualidad-¡ divina palabra !-en la entrega de materiales, para que no se retrase la tirada. El teléfono es un aparato que,· como todos saben, ha sido inventado por un señor Bell ¡ pero Edison fué quien lo lanzó al mercado, poniéndolo al alcance de todo el mundo, inventando en 1877 el trasmisor de carbón que sentó el teléfono sobre bases comerciales y lo ha convertido en el auxiliar más útil e imprescindible que tenemos en la casa y· en la oficina, en el placer y en el trabajo, en la abundancia y en la necesidad. Soy un individuo de la clase media, que no tengo .el valor ni la paciencia de ir a patitas todos los días al trabajo, ni puedo aún permitirme el lujo de gastar coche, para ir y vlnh· de la oficina a casa. Las carromatas son una cosa muy rara: surgen como hongos de cada esquina, cuando no se las necesita ; y cuando le hacen más falta a uno, como en días de lluvia, es cuando brillan por su ausencia. Por eso, prefiero confiar diariamente mi insignificante humanidad a la ber.evolencia y a la regularidad, mas que incómoda a veces, del tranvía, inventado por Edison en 1882. No voy a las carneras, ni a la gallera, porque soy muy afortunado en amores. . . domésticosme quiere mi mujer, me quieren mis hijos, me quiere mi suegra, nos queremos todos-no ÍUl]IO, ni bebo, porque el cigarro es humo y el licor espfritu1 que no añaden ni quitan nada al placer de vivir. Tampoco visito los cabarets, porque al peligro rosa de las bailarinas se ha unido otro, el peligro negro de los gangsten. . . ¡uf! de .esos matasietes, que por cinco cuartos, si no te mandan a la morgue, te giran a la sala de operaciones de algún hospital. Mi única diversión es ir al cine. Una diviersión para mujeres y niños, si queréis. Pero ¿q~é h! vamos a hacel"? Yo me divertía ante la pantalla muda, como hoy me divierto ante la parlante, porque se divierten conmigo mi mujer e hijos, y ¿por qué no decirlo? el cine es el juego que más gusta a las almas dadas a soñar ... ¡cosas imposibles! Pues bien, este juego ilusorio fué posible gracias a la invención por Edi. son die la cámara cinemftográfica en 1891, seguida en 1912 por la presentación del kinetófono, el primer balbuceo de los modernos talkies. En casa no tenemos radiola, porque, además de estar fuera del akanoo de mi jornal de modesto pasante de bufete, estamos rodeados a diestro y siniestro, por delante y por detrás, por todos lados, de vecinos dueños de aparatos de to. da clase, tamaño y fue;rza, empeñados en una lucha sin tregua ni cuartel por darnos la 11 lata del aire" a todas horas. Yo, la verdad, quisiera ver en mi casa un remanso de paz y de beatitud, a donde no llegase el ruido de la caJle, '·donde pudiera uno recogerse como en sí mismo, en esas horas intimas gozadas al lado de la familia, en que querría uno olvidarse de que existen otros mundcs fuera del que nos ofrece el amor de los nuestros. . . Desgraciadamente, esto no es posible desde que los apara,tos de radio quebraron el cristal de la tranquilfdad doméstica, y hay momentos en que se imajl"ina uno, mesándose los cabellos y mordiéndose los labios, que en vez de estar en su propio hogar, ha ingl"esado de repente en una casa de orates ... Esto no quiere decir que soy enemigo incondicional de la música. No. Líbreme Dios de semejante falta de buen gusto. Al contrario, me gusta. No lo que se dice con delirio. Pero si lo bastante para no .faltar, siempre q~ puedo, a ningún concierto de nota. Y te igo placas de buenos cantantes ajenos y propios, algunos violinistas de renombre, pocos bailables (los únicos a los que tiene acceso libre la yaya para ·cortar la llantina de mi pequeña o soltar el contoneo coreográfico de los otros niños) y unas cuantas declamaciones, entre las que figuran dos o tres de Berta Singerman, la gra~ diva del recitado so_ noro y único ... ¡Ah! y desde luego, tengo un fonógrafo pequeño, portátil, que de lejos parece Una maletita de viaje, y es lo que los gringos¡ perdón por la palabra !-llaman tan propiamente muBic boa:. Es un aparato que de3Ciende en línea directa del que inventó el "Brujo" en 1877. Por último, escribo estas cuartillas en una tar. de plomiza. El cielo amenaza lluvia y la ¡:oca luz que entra por las ventanas pide un refuerzo. Sobre mi cabeza cuelga una bombilla blanca, que sólo espera la presión de un botoncito, para encenderse y derramar su luz lechosa sobre mi mes.a de trabajo y todo lo que hay encima de ella. Toco la llave. Es la misma luz que ha iluminado y sigue iluminando el prog1·eso del mundo, desde que la inventó el Mago de Nue. va Jersey en 1879. Y así como inventó la lámpara incandescente, mejoró el dinamo, perfeccionando al mismo tiempo Jos sistemas de transmisión de la luz eléctrica, de la calefacción y de la fuerza motriz. ¡1Todo eso, por el cual la electricidad, nervio y arteria que puebla hoy el universo de movimientos y latidos, de acción y vida, se ha convertido en la más solícita, eficiente y leal servidora de la humanidad! Todo eso y más, muchísimo más, debo a Tomás Alva Edison, luminar del siglo, que la decena antepasada volvió, "como gota que vuelve a la mar". a la Fuente de Luz, de donde procedía ... Manila, !3 de octub1·e de 1931.