Balenciaga, canovas del Castillo, Laffitte, Raphael...

Media

Part of Espana Boletin Informativo

Title
Balenciaga, canovas del Castillo, Laffitte, Raphael...
Language
Spanish
Year
1953
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
de reinas, princesas, infantes y otros miembros de la familia real. Uno de los r~tratos más famosos, debido al pincel ruágico de Alonso Sánchez Coello, que hoy se conserva como una de las maravillas del Museo dtd Prado, es el de la princesa Isabel Clara ~ugenia, hija de 1'~elipe 11 y de lsabel de Valois, cuya belleza le babia valido el sobrenombre de "la novia de Europa". Cuéntase de la bella hija de Felipe e Isabel que tuvo muchos y muy altos pretendienLes a su mano, príncipes de distintos reinos, a los que quizá le obligó a rechazar su padre, que pretend1a para ella nada menos que el trono de San Luis de l4'rancia. No resultaron los planes del más poderoso monarca del mundo renacentista, y la bella Isabel Clara S'e casó por amor, en 1598, con el archiduque Alberto de Austria, a quien encargó el rey el gobierno de los Países Bajos. Aseguran los historiadores que Isabel Clara Eugenia unía a la más sugestiva belleza de su cuerpo un alma •exquisita, un carácter res.olutivo y extraordinarias dotes de gobierno. Se encarecen, además, .su decisión y valentía, ya que en las luchas que su esposo se vió obligado a soste·ner, Isabel Clara lo acompañó siempre, sin mirar el peligro. Muerta en Bruselas en 1633, el pintor Sánchez Coello, que la pintara en el momento m~ls esplendoroso de su juventud, nos la ha inmortalizado en ·ese retrato admirable, considerado como uno de los mejores del artista levantino, muerto ·en Madrid once años antes que naciese Velázquez, y uno de los buenos discíi:>ulos españoles ele Rafael. De la categoría y renombre que tuvo en su tiempo Sánchez Coello dan idea las noticias de que recibía en su casa y sentaba a su mesa obispos, arzobispos, cardenales y otras personas principalísimas de la época, que procuraban aprovechar su ,estrecha y sincera amistad con el más poderoso rey de la cristiandad. Su influencia sobre Felipe 11 llegó a ser extraordinaria, lo que daba a Sánchez Coello la facilidad de c1::dearse con las más altas Jerarquías de Europa, que lo festejaban y cultivaban su amistad. Le concedieron honores los papas Gregario XIII y Sixto V, el gran duque de Florencia, el de Sabaya y iel gran Alejandro Faruesio. Hoy, al cabo de tres siglos y medio, el pintor Alonso Sánchez Coello sigue sostenido entre los primeros artistas de la gran pinacoteca del Prado, considerada como la mejor del mundo, merced al prestigio que los años han acumulado sobre sus obras-retratos y cuadros religiosos-, que cada día despiertan la misma admiración entre los aficionados, críticos y expertos. Son muy escasas las noticias sobre la vida familiar y la descendencia de este artista. Apenas se sabe que un hijo de Sánchez Coello, también pintor-aunque, al parecer, de escasa categoría-, pasó al Perú entre un grupo de artistas ·españoles, llevados a Lima para realizar allí la decoración de distintos templos. La cita de este Coello la recogemos del libro del marqués de Lozoya, en su obra monumental sobre e~ Arte hispano-ia.mericano. En ,esta galería de personajes históricos, inmortalizados por grandes astistas hispánicos, al ser convertidos en verdaderas obras maestras del arte pictórico, esta pr.~ncesa español:a retr.atada por Sánchez Coello figura aquí por derecho propio, con la doble representación de su belleza, su personalidad y el arte soberano con que su esbelta figura ha sido llevada al lienzo por un gran artista. Balenciaga, Cánovas del Casi illo, Lajjitte, Rap hael ... los españoles que crean la moda de París LOS ESPANOLES QUE CREAN LA MODA DE PARIS Hace más o menos cien años que la moda femenina es privilegio de París y la primer industria de Francia, gracias a la cual viven cientos de miles de obreros, de artesanos y de artistas. Lo que mucha gente no sabe es que una gran parte de estos obreros, d·e estos artesanos y de estos artistas se compone de extranjeros y que entre ellos hay un gran porcentaje de españoles. Sin olvidar que la emperatriz Eugenia fué tal vez quien más contribuyó a hacer, de lo que hasta entonces era costura, sin más, la ,"alta costura", cuando descubrió y lanzó al famoso modisto Worth. Antes de hablar de los españoles que actualmente dirigen casas de primer orden, queremos recordar a un gran creador, desaparecido hace pocos años, y que fué, sin duda, uno de los más e1'egantes de su época. Aludimos al español marqués de la Peña, que duran te muchos años d:rigió la fa.masa casa Doucert y visitó a todas las reinas y a todos las mujeres "chic" del momento. Cuando le conocimos él era ya, sin duda, un hombre como se dice hoy, "Otoñal. Pero no olvidaremos fácilmente su empaque de hidalgo, la perfección de su indumentaria, que en nada sugería ese lado, un poco ridículo que tiene, no sé por qué, el modisto. Su despacho era un verdadedo museo, con Página 30 muebles de precio, dig.nos de ser mencionados uno por uno. Y todo, alre.dedor del marqués de !:a Peña, nos hacía pensar en elegancias de la corte de España. Creernos que nadie de los que le suceden llegará a dej.ar, en la historia de la moda parisiense, una in .. fluencia tan firme, y para ello no hay sino hojear las colecciones de las revistas de modas del 900 hasta la guerra europea. Seguramente que Christian Dior y Jacques Fath lo hacen muy a menudo, y tanto mejor para sus creaciones, que están muy lejos de 1legar al modelo. Pero hablemas de los que hoy en día continúan con esta tradición de elegancia española y de su influencia en la moda francesa. La española Ana de Pombo, actualmente en Madrid en pleno apogeo, fué la continuadora de los éxitos del famoso monsiur De la Peña, como le llamaban en la alta costura. Y fué la primera en romper con ,esta tradición que exige que el nombre del mode.Jista no figure para nada y que sólo brille el nombre que da la firma a la Casa, aunque el dueño del nombre haya abdicado o haya muerto. Ana de Pombo apareció con toda su autoridad avasalladora y todo el prestigio nec-esario. El nombre de Paquin, ya pasado de moda, quedó como en sobreimpresión. Precisamente en 1938, cuando Ana de Pombo era ya una cel·ebridad mundial, llegó a París un refugiado ESPA!QA espafiol, huyendo, como tantos otros, de la tormenta roja. Como todos ellos, buscaba un seguro amparo en esta ciudad que sabt~ tc111 hien di!:'ccrnir los ,·alores y darles empuje. Este a quien aludimos conocía muy bien el oficio de Ja costura, porqu~ durnnte muchos años había sido comprador de modelos, lo que le facilitó la entrada en todas las cas;.t:; y Ja asi:\ll'ncia a las colecc:io1ws, aunque él. muy honradamf!nte por cierto. les ad\'il'tió <1ue, por razones del momento. no podía adquirir ningún \·estido. Asi Jll'gÓ a \'cr, entre otras, la colección de Ana de Pombo, que fué tan sensacional aquel arlo, que se la recuerda entre los conocrdores, como los aficionados de toros t'ecucrclan tal faena o tal corrida ele un diestro famoso. Cnill .modelo ·norteamer:<'un;t espera p.adente;nente a (IUe Cas· tillo dict.a.min.e si el lazo de foya t·olor t'.ural irá bieJl con este suntuoso ,·estido de íaya y tul blanco. En la colección se ,·erá realizado e.n íaya neRr:t !'.obre tul blanro )' proí11<;amente ador1\o'ldO de rosas de tC, y llamará la atendOn. El director comercial, monsieur De Bray, preguntó al \·isitantc: - ¿Cómo e1:cuentra ust·ed la colección? -Se \'e que está hecha por una aficionada- respondió desdeliosament~ el jo\'en vasco, que se llamaba, y se llama, Cristóbal Balenciaga. Respuesta excesh·amente española, en el sentido de que no hay ningún español, como no esté muy evolucionado, que admire el talento de otro de su oficio. A pesar de esta opinión, Anita, como la llamaba familiarmente todo el París elegante, continúo :m ca. ESPAJ'iA rrera s,ensacional, lo mismo en París que en Buenos Aires que hoy en día en Madrid; pero esto nos trae, t·omo por la mano, a hablar de Balenciaga, aunque nunca ha. facilitado ningún dato para ello, porque su modestia hace que se niege sistemáticamente a entre\'istas y fotografías. A pesar de ser, sin duda alguna, el más interes41nte de los creador~s espaiioles, Balenciaga es un hombre tímido, secreto, reservado, que no va a ninguna parte ni recibe a nadie. De una ctiscreción que muchos grandes personajes podrían imitar, que casi pudit:ra hacernos pensar ·2n el famoso "complejo de inferioridad" si no supiésemos que el gran modisto tíenc muy exacta idea de su valor. El estilo de Balenciaga es de la misma discreción, porque las personas no irnciadas ·exclaman muy a menudo: "¡No veo qué es lo que tiene este modelo para costar tan caro!" Hablo de Ja col·ección de París, porque no es un secreto para nadie que la que manda a l\ütdrid es mucho mús barata y no tiene los mismos ·eltmenlos. Pues precisamt::·nte el mérito de estos modelos es que no es sabe el porqué de su éxito. Tal vez porque favorecen, sobre todo, a una clase de mujeres, llellas y elegantes aún, pro ya no muy jóvenes, y que encuentran filcilm2nte su vestido ideal en estas colecciones, que varían poco de una a otra temporada, por. que las cosas perfectas no varían. No queremos dejar de hablar de este gran modisto sin mcrn:wnar, aunque él no nos lo haya pedtdo, porque es tan modesto como el mismo Balenciaga, el nombre de Sah-ador Camón, su cortador, porque creemos que este nombre llegarú a ten ~ r su \'alar propio cuando Je llegue la hora y encuentre, como la encontró Balenciaga, Ja comandita que le permita volar por sus propias alas. En casa de Jeanne Lanvin aparece, como "ve<lette" de la moda, otro español, Antonio Cánovas del Castillo, a quien nada parecía predestinar a ·este oficio, porque pertene<.:e a una gran familia de políticos y de altos empicados; pt:·ro ya cuando Je conocimos en Madrid, allú por 1930, un diablillo perverso le hacía buscar la sociedad de adrices y mujeres elegant~s. Así que no nos asombramos nada cuando, el año 36, y también huyendo de la quema, se nos apareció en Paris. "BAGATALLE" Por aqu,el entonces conoció Castillo a la famosa Missia Sert, que todavía brillaba como un sol en el ocaso, y ésta Je presentó a Cocó Cnanel, que era entonces la modista mús a la moda, a pesar de lo cual 11adie Ja recuerda ya, como no sea por sus perfum~s. que aun continúan existiendo. La que pudo llegar a ser duquesa de Westministcr fué para Castillo una verdadera hada madrina, y gracias a ·ella conoció a todas las personalidades del momento. Castillo es muy amigo de saraos y de recepciones y no falta a ninguno de ellos. Su instinto infalible le dice a quién debe tratar y con quién debe aparecer en público, y esta cualidad, antagónica de Balenciaga, es tal vez lo que hace que Castillo haya llegado a ser una persona interesante en la alta costura. Cuando empezó la guerra última, Antonio era ya muy conocido, y por esto Elizabeth Arden le contrató en Nueva York para dirigir la casa de modas cuya dirección había abandonado, en un momento de cólera, el famoso novelista inglés Charles James. Pero Página 31 todo el mundo sabe que no se puede crear Ja moda de París lejos de París, y no por aquello tan socorrido de que el aire de esta ciudad, tan lleno de vapores de gasolina, es indispensable para Ja creación. Lo que pasa es que, cuando se puede disponer de tan perfectos obreros y artesanos y elegir entre colecciones de tejidos que ya por sí solos sugieren coloridos inéditos y estampados admirables, es, como se dice, y nunca con mayor, propiedad, "coser y cantar". Justamente por esto, Antonio Castillo se incorporó a la casa Lanvin, y, coincidiendo en esto con Ana de Parnbo, exigió qu~ su nombre fi!rurase al lado de la desaparecida Jeanne Lanvin. Hoy en día estú colocado de modo que pued~ competir con Christian Dior y con Jacques Fath, y. siguiendo sus gustos fastuosos, se ha comprado una enorme· finca, aún mayor que la que tiene en Valdemoro, puesto que en ella se pu ~­ de cozar el ciervo, como en las posesiones de la duquesa de Uzés. En casa d~ Jean Patou estú Julio Laffitte; aristócrata sevillano, que se dedicó a la costura como podía haberse dedicado a matar toros o a cantar flamenco; es decir, con la misma gracia y valentía. Es muy div·ertido oírle contar cómo, cuando volvió a Madrid, en pleno éxodo de Ja guerra de FranCia, intaló, a ruego de sus amigos, una casa de modas en Madrid coft una comandita de doscientas mil pesetas, aunque en ninguna época ha sido un capital, y cómo era . preciso ir a comprar las agujas en el Rastro y las telas µor m2dio de amistades. y se viajaba en tercera. con maniquíes y todo, para ir a enseñar su col~cción en provincias. Todo esto hizo que Laffitte s~ decidiera a dejar esta labor romúntica para dirigirse a los Estados Unidos, en donde coincidió con Antonio Castillo. La llegada de Julio Laffitte fué sensacional. Los cuarenta y ocho escaparates de la casa Saks estuvieron durante semanas luciendo las creaciones del sevilla~o. que obtuvo un O~car, como si fuera un film, y fue nombr~do uno de los diez mejores modelistas de América. Pero. sin embargo, igual que Castillo, sintió la necesidad d?- \'Olver a París y entró como modelista en casa de Jean Patou. Esta casa. gracias a él, ha \'Uelto a colocarse al nivel de las primeras, y su colección es tal vez una de las mús parisienses del momento. Sin embargo, el éxito no ha env'anecido a Laffitte, que contiúa iüendo un muchacho encantador, un poco tímido, mús bien retraído, pensando en retirarse-d2ntro de muchos años-en su Sevilla natal, que adora. Hablemos, al final, ele Raphael, que, ele todos ellos, es tal vez el que más duramente ha luchado y que todo se Jo debe a sí mismo. Raphael, hijo del sastre mús famoso de Madrid, que visitó a generaciones de elegantes madriJ.eños, y que ha llegado, sin publicidades espectaculares ni cr2aciones abracadabrantes, a estar en la primera fila de los creadores parisienses. Los Ulti.rnos tnqut'.'I al traje de nO\'ia de la fotograíia ~nterior. H:ap.huel contempla .-.u .ol.Jra, en la que :-e han ar.monizado _la elegancia y la utilidud. El .modelo, reahzado en tela d~ :hilo, bord;ido ett blanco, acreditará la rama de esa moda par1s1en~e en la que, e.orno he.nios ,·isto, tien_en arte )' parte los realizadores etspanoles. Raphael tiene una técnica impecable y un b~en gusto. de una s2guridud absoluta. Pero. se le quiere complacer, es preferible hablar de la ~m~ura de su hijo, a quien los crítico~ llamaron el P1·enn~ Gamba de la pintura. Eduardo pmta desde ~os tre~ anos Y expuso a los ocho en Ja famosa galel'la. retr1des, y t.oda Ja crítica s·e conmovió ante la revel~c1on de U!1 ~rtt~ta innato. Hoy en día tiene ya diez anos y contmua pmtando cada vez mejor, de modo que este nombre d2 Rafael será su mús merecido calificativo. He aquí, pues, evocada la personalidad de estos cuatro creadores de elegancias, tan dif~rentes. Y tan interesantes. Ya, para expresar con mas claridad_ el modo de concebir la moda en cada uno de ellos, diremos, que, para Balenciaga, la mujer es una abstr~c­ ción; para Laffitte. un objeto de arte par!l Castillo una amiga de salón, y para Raphael, una diente. t t t Pá,gina 32 ESPAÑA