El Prisionero

Media

Part of Green and White

Title
El Prisionero
Language
Spanish
Year
1930
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
180 GREEN AND WHITE por parte de la secretaría de guerra, y sepa ella qm~ la he tenido presente en mis últi¡mos instantes," y besando efusivamente la medalla y sollozando como un niño, se la dió á Rochambeau que prometió cumplir la promesa. Al poco rato, el alemán exhalaba el último suspiro. El teni,':!nte Rochambeau mudo ante tal escena, .y con lágrimas en los ojos, abrazó aquel cuerpo inerte y levantando los ojos al cielo en actitud suplicante, excla\mó, "Dios mío¡ que seamos nosotros mismos los que causamos estas penas á n u.':!stras madres!" Era un día del mes de Noviembre, cuando las tropas francesas· entraban victoriosas en la ciudad de Sedan. Después de dos continuas semanas de combate, ha'bían logrado cortar la principal !íf!P.a de comunicaciones que su'.ministraba al enemigo municiones, y alcanzaban el triunfo más brillante. Por las calles de la población se paseaban grupos de soldados entonando alegres canciones al son de las guitarras. Todo era bullicio y alegria. El teniente Rochambeau, con varios de sus amigos, participaba de aquel gozo, cantando y bebiendo alegremente en una pequeña posada regentada por una mujer. Est:a que no era otra que una espía alemana, se desvivía por agasajar, tanto al teniente como á los demás soldados, tratando á toda costa de conseguir alguna información útil. Sucedió que contando cada uno sus diferentes experiencias é impresiones en el campo de batalla, se le ocurrió al teniente Rochambeau contarles sobre la triste suerte que le cupo al alemán en los campos de Meuse-Argonne, enseñandoles al mismo tiempo la medalla que el mismo herido le había dado. Aquella mujer, que mdmentos antes había estado escuchándoles con fingido interés, examinó la medalla, y tan pronto como terminó el relato se ac.2rcó al teniente con el semblante pálido como el de la muerte, y con los ojos rojos como el fuego, y le preguntó "¿Para quién guardas la medalla?" "Para su imadre," contesto Rochambeau, extrañado de ver su palidez de muerte. La mujer dió unos pasos con firmeza, y acercándose al teniente le dijo con ironía, "La has hallado personalmente. Y ó soy su madre." Diciendo esto sacó un puñal que llevaba escondido y se echó sobre él, matándole en el acto. Una v.':!z que hubo terminado su trágica obra, sumisamente se dejó arrestar mientras que teniendo á la vista d frio cadaver de su víctima exclamaba, "Hijo mío, tu muerte por fín ha sido vengada." El Prisionero · Por Francisco Martín Sanchez Aquí encerrado, solo, indefenso. ¿Por qué lo pienso? ¡Qué loco afán'. Y o por batirme diera la vida, Patria, querida dime. ¿Do están? Feliz yo fuera si estar pudiese, donde sintiese noble cañón: Y o te vengara mi fiel España, quiero campaña, no la prisión. Fuera vendaje, venga mi espada; ¡ ¡la sangre helada! ! ¡Dime Señor! ¿Por qué me trazas tan triste suerte, si odio la muerte ante el traidor? Con mis pesares nada adelanto: mas sufro tanto que odio el vivir: Por fin Si! acercan·. llega guerrero. que en lucha quiero siempre morir.