Refranologia

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Part of Excelsior

Title
Refranologia
Language
Spanish
Year
1929
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
ReFR&NOLOGI~ -Bellfsima lectora: beso a V d. la mano. -Simpático lector: vengan esos cinco. Yo soy. . . ¡cualquiera! Mi nombre no tiene importancia. Lo cual no quiere decir que yo sea, un. euolqufera. Si descubriera mi identidad, tal vez sonl'eirias incrédulos, al ver el rotulito que encabeza esta página. Por eso, prefiero ocultar~ Ja, modestamente. Pero, basta de preámbulos, y vayamos al grano. Todo esto venía a cuento de que, a partir desde el número próximo de esta acogedora revista, les iré descubriendo el .origen de los refranes y de las frases o locuciones vulgares, muchas de· las cuales tienen un origen bastante extraño. Pero ante todo, conste que estas explicaciones serán el producto de mis trabajos personales. de investigaciones minuciosas y estudios profunaos. Claro está que yo no serviré estas conferencias tan i11teresantes, con la vulgar regularidad con que el panadero sirve todas las madrucadas, la correspondiente ración diaria. Eso serfa imposible. Mis ocupaciones, mis estudios y mis investigaciones no me dejan tiempo para tanto. Sin em" bar$0. procuraré satisfacer su natural ansieda~ con una regularidad que ya la quisieran en la Isla -de Ingenieros. Y con el plausible objeto de que tengan Vds. y.na ligera idea de estas difíciles cuestiones, voy a relatarles los descubrimientos realizados por un refranólogo de cuyo nombre no me acuerdo ni falta que hace. Dice ese señor, que ha descubierto el origen de dos frases o locuciones comunes, que son : "Está .entre Pinto y Valdemoro" y "Ahí me las den todas". ¡Oído al parche!, digo, ¡ojo al papel! Había una vez un individuo con una curda que, sin llegar a ese estado que en Filipinas bien pudiéramos llamar, de "soldado americano", o sea, que no daba con sus huesos en todos los adoquines de la calle, es lo cierto que había agarrado una tajada, de las de pronóstico reservado. Nuestro hombre, que era natural de Pinto villorio de la provincia de Madrid, (véase el diccionario, donde acabo de verlo), salió del pueblo, y se dirigió a Valdemoro, que sólo está separado de su paisano, por un arroyo de e!'.caso caudal. . El fiel discípulo de Baco, tuvo entonces una de ec;as ocurrencias tan frecuentes y tan graciosas en los individuos que se encuentran en situación semejante, y fué que, colocándose en la orrilJa del a royo que daba a su pueblo, decía: -Ahora estoy en Pinto. Luego, pegaba un salto, y al dar con sus costi~ Ha~ en la ribera opuesta, exclamaba con júbil.>: - Ya estoy en Valdemoro. Repitió el juego varias veces, con terquedad propia de su estado, hasta que agotadas sus ya debilitadas energias, vino a caer en el inocente arroyo, y entonces comenzó a dar voces, gritanw do: - Y ahora estoy, ¡entre Pinto y Valdemoro ! En cierta época y en un lugar de cuyo nombre más vale no acordarse, (será lo mejor, porque realmente no me acuerdo), babia un hombre que sin llegar a malo, tenía un genio de mil demonios y una fuerza de 40 Hp. · Este buen ~eñor, había · cometido una ligera falta y queriendo el Alcalde del pueblo demostrar que a Ja diosa de la Justicia no se la representa vendada por estar jugando a la gallina ciega, sino por alguna otra razón, y temiendo al mismo tiem~ po los ímpetus del señor de los 40 Hp., decidió que uno de los alguaciles mas robustos y decido-res, realizara la dificil aprehensión. -Hazle saber-¡odvirtió al Alcalde al corchete, para darle más ánimo&--que vas en mi propia representación, y por tanto, lo que te dijere o hiciere, Jo consideraré como ofensa inferida a mi propia persona! Marchó el alguacil y al cabo de largo rato, regresó con un carrillo que echaba llamas y llevando en la mano derecha dos o tres muelas que se hablan declarado en huelga forzosa. Preguntóle el Alcalde que le había pasado, y por qué no llevaba a su hombre, entablándose el siguiente diálogo: -Señor Alcalde yo bien lo int.enté1 pero ... no me dejaba el dolor. (Y el infeliz se señalaba el hinchado carrillo). Me ha dicho, que si el Señor Alcalde va en persona, ya charlarán un ratitb. -Pero, en fin de cuentas, ¿qué ocurrió? - Me parece haber entendido (repuso el guindilla, mientras se daba masaje en un ~rrillo), que lo que ese hombre me baya hecho a mi, es como si lo hubiera hecho al Señor J\.lcalde, ¿no es verdad Señor Alcalde? -¡Exactamente!, pero acaba. -¡Pues sepa el Señor Alcalde, que ha recibido una tremenda bofetada, en la mejilla izquierda! Y la autoridad del pueblo, qúe ya estaba pensando en las mejores razones que podria aducir para evitar tan peligrosa entrevista, no pudo conte· nerse, y eclamó: -Pues. . . ¡ ahi me las den todas! De modo que hasta el día. 20, si Dios quiere. -Bellisima lectora: a los pies de Vd. -Simpático lector: ¡chócala! DR. CACASENO.