Pepita Gimenez

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Title
Pepita Gimenez
Language
Spanish
Year
1929
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
Por JUAN VALERA tFRACUENTO) Por lo general los hombres solemos ser juguete de las cireunstaneias; nos de· jamos llevar de Ja corriente, y nos dirigimos sin vacilar a un punto. No elecimos papel, sino tomamos y hacemos el que nos toca, el que la ciega fortuna nos depara. La profesión, el partido politico, Ja vida entera de muchos hombres pende de casos fortuitos, de Jo eventual, de lo capri~h98o )' no esperaao de la suerte. Contra esto se rebelaba el orgullo de Don Luis con titánica pujanza. ¡Qué se diria de él, y sobre todo qué pensaria él de si mismo, si el ideal de su vida, el hombre nuevo que habla creado en su alma, si todos •us planes de virtud, de honra y hasta de santa ambición, se desvaneeief'en en un instante, se denitiesen al calor de una mirada, por la llama fugitiva de unos lindos ojos, como la eseareha, se derrite con el rayo debll aún del sol matutino? · Estas y otras raaones de un orden egoista militaban también contra la viuda, a par de las razones legitimas y de sustancia; pero todas las razones se revestían del mismo hábito l1'1igioso, de manera que el propio Don Luis no acertaba a reeonocerlas y distinguirlas, creyendo amor de Dios, no sólo lo que era amor de Dios, sino asimis· mo el amor propio. Recordaba, por ejemplo, las vidas de muchos santos, que habian resistido tentaciones mayores que lasº euyas, y no querfa ser menos que e'los. Y recor ... daba, sobre todo, aquella enteresa de San Juan Crisóstomo, que supo desestimar los halagos de una madre amorosa y buena, y su llanto y sus quejas dulclsimas y todas las elocuentes y sentidas palabras que le dijo para que no la abondonase y se hiciese sacerdote, llevándole para ello a su propia alcoba, y haciéndole sentar junto a la cama en que le babia parido. Y después de fijar en esto la consideración, Don Luis no se sufria a si propio el no menospreciar las súplicas de una mujer extraña, a quien hacía tan poco tiempo que conocia, y el vacilar aún entre su deber y el atractivo de una jóven, tal vez, más que enamorada, coqueta. Pensaba luego Don Luis en la alteza soberana de la dignidad del sacerdocio a que estaba llamado y la vela por cima de todas las Instituciones y de las miseras coro· nas de la tierra; porque no ha sido hombre mortal, ni capricho del voluble y servil populacho, ni Irrupción o avenida de gente bárbara, ni violencia de amotinadas huestes movidas de la codicia, ni angel, ni areangel, ni potestad criada, sino el mismo Paráclito quiH la ha fundado. +Cómo por el liviano incentivo de una moauela, por una lagrimilla quizás mentida, despree.ar esa dignidad augusta, esa potestad que Dios no coneedió ni a los areángeles que están más eerea de su trono? ¿Como bajar a eonfund rRe entre la oscura plebe, y ser uno del rebaño, cuando ya soñaba ser pastor, atando y desatando en la tierra para que Dios ate y desate en el ciel;, perdonando los pecados, regenerando a las gentes por el agua y el espfritu, adoctr!nándolas en nombre de una autoridad infalible, dietando sentencias que el Señor de las Alturas ratifica Juego y confirma, siendo iniciador y agente de tremendos misterios, inasequi· bles a Ja ra:oón humana, y haciendo descender del eielo, no como Elias la llama que consume la victima, sino al Espfritu Santo, al Verbo hecho carne y el torrente de las gracias que purifica los corazones y los deja limpios como el oro? . Cuand~ Don Lu!s reflexionaba sobre todo esto, se elevaba su ellpiritu, se eil· eumbraba por eima de las nubes en la región emplrea, y la pobre Pepita Jimenes quedaba allá muy lejos, y apenas si él Ja vela. Pero ¡.ronto se abatla el vuelo de su imaginación, y el alma de Don Luis tocaba a la tierra y volvía a ver a Pepita, tan craeiosa, tan ióven, tan candorosa y tan enamorada, y Pepita eombatia dentro de 11u corazón contra sus más fue1·tes y arraigados propósitos, y Don Luis temía que diese al traste con ellos.