La gran aventura de Lolita

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Title
La gran aventura de Lolita
Language
Spanish
Year
1929
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
~OLORES Oliver, o simplemente Lolita, co. mo todo~ la llamaban, era no ha muchos años Ja más linda bailarina en uno de Jos .. ,.~, principales cabarets manileños. A diferenci& de sus compañeras de profesión, e11:clavas sempiternas del lujo, del rimel, los perfumes y demás artilugios que, para realzar unas su pecadora belleza y para disimular otras su fealdad, utilizaban, lucía RU hermosura como Dios se la dió: limpia de afeites, armoniosa de formas, mórbida de carnes, dina, flexible y casta. "Rara avis" e•ta dltima cualidad entre las antigua• y moderna~ sacerdotisas de Terpsfcore, hada tonvercer en Lolita la curio'Jidad y admiración de los danzarines, que se asombraban de ver aquella perla calda en semejante cenagal, aquella flor de lis floreciendo e~tre los abrojos y ortigas de todas las tentaciones. Obvio es decir que jamás le faltaba pareja en los innumerables valses y foxtrots con que la taifa alegre y bullanguera de nocherniegos danzantes entretenía las nocturnas horas, aliger6ndose de paso los bolsillo!;. y desentumeciendo las piernas retozonas. Y era justa la atracción que, sin eoqueterias de mal ~nero, ejereia Lolita sobre los asiduos concurrentes al salón de baile. Sus din y ocho ellos habian reunido en su rozagante persona todos Jos hechizos de la nubilidad femenina. El óvalo de su semblante, de tez entre blanca y morena, tO· lor exquisito de biSc."uit, propio de las mestizas de español y filipina, entronque de 1·azas al' que eJ1a debía el sér y la hermosura, servia de tondo a unos ojos rasgados de un negro azabache, a unos labios eordezuelos, panal de beaos inviolado, a una nariz rraciosa y correcta, ni crande ni pe. queña. Su trente eon\7exa, despejada Y noble, quedaba semioculta de un lado por una onda de su rizosa melenita de nerror de ébano, partida en dos crenchas pol" una raya sobre el parietal izquierdo, al um> masculino. Pero el conjunto del rostro, con ser perfecto, no lo era tanto como el resto del cuerpo, esbelto y ágil, cuerpo de ve5tal o de canéfora, de huri o de bayadera, ideal para la expresión p1'stica del ritmo de la ·música. ¡Qué cuello tan egregio! ¡Qué busto y talle tan eurítmicos! j Qué compendio de perfecciones tan admirable! BcoA GOIRI-C'os.-Los novios, Srta. Pcu;ita Gofri y el Sr. Guillen110 Cos, con sus padrinoA, Sra. Jos<'fhw de Pando, he1·mana de la nm·in y el Sr. M. Hernandez, Jefe ele fo Com pa1íia G1·al. de Tabacos. 1-'oto ''E'.lócchior" (Ovej a~) -=·-· ---·-·-·-·-·-·--·--· --··-·-·-·-·-··-··-·· --· -·-· -·-·----·--·:· ! i ! El primer aviador filipino i ! i ! ha empleado los aceites y la gasolina 1 1 SOCON"'\' 1 ! ¡ ! en su vuelo Manila-Aparri-Manila j ' IA• N1da del Cu1,itán Colvo a fo "Standard Oil Co. o/ New Y ork" es ctJmo sigue: 1 t i M ANILA, l. F., 1 º Al11'il 18, 102n. 1 ! Sres. STAND~~n~/~. ~~ ':.!'. N EW YORK, i 1 SEÑORES: • 1 1 1 i i Como ustedes saben, en e] vuelo que acabo de t'ealiUlr en mi aeroplano de tt'ece años de existencia, he usado exclusivamente Jos aceite!' para motor y la gasolina SOCONY. Para un aviador es de vida o muerte el funcionamiento adecuado de !U aparato, y por e~t<i solo emplea el combustible y lubrificante que juz· ga los mejores en plaza. · Con excepción del Hgero accidente que me obli¡:ó a aterrizar poco después de haber emprendido mi viaje de reg1·eso, y de las condiciones atmosfédcas desfaforab1es, hice el vue]o sin ninguna dificu1tad. Esta buena suerte la atribuyo, en gran parte, al uso de su gasolina y aceites. (FDO. ) JUAN CALVO, Aviador. 1 i F.~dtt t •(l1·fr1 dl1 f Capitán Cu/NJ es lf1l TRIBUTO a la excrfrncill de los ""eite. <; ¡>ara motor y gasol-ina 1 S<>CON'\r í <·--··--·-~-··-··-·-··-·-·--·-·-·-··-·-·-··-,-·-··-·--··-··-·-·-··-·-·-·--·-··· Fisieamente, pues, era un de· chado; moralmente, ya lo hemos dicho antes, permanecia pura; pura como las nieves, com_o los lirios, como las auras. Do.i;; años llevaba en aquel oficio liviano y pclil-roso, )" aún parecia estar por nacer el mortal que conmoviera Jos cimientos de su virtud. A todos tratab~ por i"1a1; a todos rendia el obligado y mercenario tributo de sus sonrisas carmesies: pero mientras sus labios sonreian, el rasero impalpable de sus miradas, un tanto enic· m'ticas, media indistintamente a todos sus admira~ores eon Ja misma afable indifet'eneia. Y co· mo nada concita y estimula de consuno el resquemor y los deseos del hombre tanto como Jo inasequible y lo inexpugnable, contábanse por docenas los a la par enemigos y enamorados de Ja inconmovible beldad. Aquellos libertinos, aeostumb1·ados a )a pirateria- amorosa de fáciles abordajes: habituados a )a conquista de mediocres hembras de cabeza huera y pignorable corazón, sin otro ensueño ni ilusión en el alma que los faralaes del último vestido de moda, las media• más diá· fanas, lo..~ zapatitos má~ vistoso,; y lás alhajas de máa oropelesco fulgurar; aquellos tenorios, repito, no podían tragar ni digerir el despffho de verse preteridos y despreciados: por lo que, con la intención _ m&ligna del hampón . que pasea sus hambres y harapos a la puerta de un Banco cerrado para él, ·deseaban que llegase cualquiera que tuviese avilantez o habilidad suficientes para rendir, robar y mancillar aquel tesoro de virtudes incomprensibles, ·derribando a su poseedora de su encumbrado pedestal. Porque, es lo que de· clan: ºLa que n&ce para 'monja que no entre en un cabaret''. Lolita, cuando alguna a.miga le contaba eStas cosas, se re(a ele aquello~ tartufos. Y hacia bien. Pronto veremos ha~ta que grado era insensible a los dardos amorosos la zaherida jóven y a qué obe~ decía su honestidad. 11 Una hermosa mañana de octubre, en tanto la babia de Manila, mansa y leda, espejeaba en sus tranquila• asuas la azulada diafanidad del espacio en el qve, al modo de rutilante camafeo, resplandeeia el maravilloso •ol de Oreinte, atracaba al pie1· número cinco el Correo Español, en cuyos mál'tiles ondeaba la gloriosa bandera roja y gualda, tan conocida antaño en estas islas y hogaño - contemplada por las modernas generacionse fiJi. pinas como algo exótico y extraño. ºSic tr,nsit gloria mundi", honrosa enseña, podl'íamos decir al verla; y algo de m's enjundia engarzariamos en el deleznable hilo de nuestr9 precario discurso •i la ocasión lo permitiera. (Se contimwrá)