Elogio turistico de San Sebastian y su Provincia
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Part of Espana Boletin Informativo
- Title
- Elogio turistico de San Sebastian y su Provincia
- Language
- Spanish
- Year
- 1952
- Fulltext
- VARIAS---------Elogio turístico de San Sebastián y su Provincia, por Luis Lavaur halla tan estratégicamerite situada en ·el punto de intersección entre el mar y la frontera. que con referencia a ella todos los lugares comprendidos en la región a recorrer quedan inscritos ·en el interior de una semicircunferencia casi perfecta. Con relación a San Sebasti{m, la integridad del territorio vasconavarro viene a resultar a modo de un abanico que desplegara to. talmente ·,a policromía de su país y cuyas varillas hubieran comenzado a abrirse en íntima tangencia con el litoral cantábrico, y rozando luego la Rioja, concluyeran su arco triunfa'• descansando en las crestas pirenaiacas limítrofes con Aragón. Sobre un mapa. este semicírculo apenas rebasa un radio teórico y rectilí· neo de unos cien kilómetros. En la realidad, y a bordo de un automóvil, un. recorrido aproximado de unos ciento cincuenta kilómetros es la distancia efectiva que separa a San Sebastián de los puntos más extremos de la comarca. Esta favorabilísima circunstancia topográfica, queda por otra parte admirablemente subrayada por 1:i sistema radial de comunicaciones existente, el cual llega a España desde Francia reduciemb .a un ~mio cauce la red de carreteras y de .railes, 1 y aprovecha.nck1 el breve portillo que casi por casuali· dad t¡ueda abiert.'."l entre el mar y J.a .mole pei\ascosa de los Pirineos, penetra y c·onverge sobre San Sebastián. San Seha .... ti:'in.-\'ista g;encr;1I. El enumerar con cierto !·dstema la suma de valores turísticos qu e apretadamente se c:oncenlr<lll en Guipúzcoa y su hermosa capital, tema es c¡u:!, de puro multiforme y rico, tiende con su superabundancia a desbordar el cauce forzosamente sumario de un artículo. Para esquivar este inconveniente circunstancia!, y en gracia a la síntesis, imaginémonos de un golpe y sin mús diluciones insta'1aclos en San Scbastiún en la bellísima ciudad a In <1ue a efectos turísticos podríamos otorgar, sin riesgo a lesiomir mejores derecho~. ,el rnngo de capital natura'1 e incontestable de toda la región vasconavarra. La capital, como es sabido, se ESPA1'iA Esta misma situación geográfica de priviiegio que disfruta San Sebastiií.n, le confiere, con vistas al turismo extranjero, una grav.e responsabilidad, una alta misión que cumplir. La de servir de lujosa ante. sala abierta en ia princi1>al puerta de España. Merece Ja pena de visitarla, entre otras muchas razones, para apreciar el grado de justeza y perfec<:ión con que desempefia función tan delicada. Observaremos entonces que la ciudad, de espíritu muy fino, muy heeha al trato de gentes y experta por tanto en buenas maneras hacia sus huéspedes, tiene jn(:iuso el acierto de adoptar hacia ellos el ex· <1uisito gesto de disimular su pasado. Por eso, aparentemente- y nada más que aparentemente-, San Se. bastiún da la sensación de carecer d.e historia. Y esta im1>resión la consirrue a fuerza de haber ido sofocan. do cuidadosamente, bajo una capa de belleza, los re· euerdos de su interesa.nte ayer. Hoy en día, la ciudad de San Sebasti{rn consiste fundamentaimente en un panorama artificial armó·· nieamente engastado ·el,1 el centro de un paisaje natural de maravilla. La especialísima construcción de Ja (:apita), estructurada reduciendo acertadamente sus pretensiones a un mero pobíar y ornamentar el bellísimo .escenario existente de antemano; elaborada además con la ponderada delicadeza de un soneto, es de. cir, conjugando las palpitantes libertades de la gracia con los exigentes imperativos del orden y de la medi· da, atesora hoy virtudes constructivas que, .exquisi· tamente dosificadas, son las que han dotado de la ex· presión y el sentido que le faltaban al sin igual paraje que le sirve de emplazamiento, y las que han exaltado también hasta· altas cumbres· de perfección el Página 15 singular conjunto que los hombres y la naturaleza han compuesto acumulando beilezas. Puede por .ello que no exista en el mundo ciudad en la que para quien la visite vayan las cosas más suave y directamente desde íos ojos ~l C?razón. Pruebe el visitante que la recorra a prescindir tanto de la versatilidad del cicerone como de las eruditas arideces del Baedecker, y vea si en este caso las deliberadas deficiencias de su información le prívan ·en algún momento de sorprender el transparente secreto de todos y cada uno de los encantos que atesora ·e~ta sin par población. Si somete su asombro al experimento propuesto, comprobará maravillado que al C?_mpás d~ su visita toda la hermosura de San Sebast1an se va desplegando y filtrando hasta el fondo de su alma sin el menor esfuerzo por su parte, como si en lugar de recorrer ía materialidad utilitaria de una población, fuese saboreando las excelencias de un poema, de un crepúsculo o de una sinfonía. A ío largo del año, San Sebastián .exterioriza un significado turístico dual que c~nviene mucho di~tin guir. Uno, el más absorben.t~ y divulgado, es el est.1val. El otro, el permanente, infinitamente menos conocido", tat vez resulte oportunísimo que .en estos. moment!ls lo subrayemos. Coincidiendo con la llegada de los primeros veraneantes, suele iniciarse la puesta en marcha deí _ complicado dispositivo montado por la ciudad para erguirse sobre sí misma. En el hipódromo de Lasarte comienzan a disputarse los trofeos más codiciados por los propietarios de corceies de sangre caballar más impetuosa y azul. Vibra de emoción náutica la_ bahía, mientras balandros, :-:nipes, yolas, bor.clas Y traineras, deslízanse sobre sus aguas como saetas disparadas contra el horizonte. Un prolongado trueno de descargas estremece diariamente el solemne Gudamendi mientras caen las aves abatidas por las escopetas más certeras del mundo. Los espadas de máximo prestigio, en tardes lienas de soJeada emoción, reciben los aplausos d.el máS cosmopolita de los públicos que puede hacer rebosar el graderío de un ruedo espanol, a ia vez que en el golf y el tenis, en medio de la amable sensualidad .del paisaje vascong.ado, miden c.Jtidianamente su pericia las más destacadas figuras internacionales de cada especialidad deportiva. l' como mejor complemento de tanta deJicia, llegan luego las noches, las inenarrables noches del veraneo donostiarra, puntualmente visitadas por la brisa. Por si fuera poco, cuando comienza a declinar el verano irradiando ese melancólico regusto que se desprende de todas las cosas b1:;'ilas que fenecen, San Sebastián lo despide con su Gran Quincena Musical, una serie de inolvidables acontecimientos sinfónicos, para los que las dos primeras semanas de septiembre rinden la ofrenda de sus horas mejores para mayor gloria del más vasto y depurado programa musical que puede ser escuchado en España. San Sebastián, en lo que al turismo propiamente dicho conci·erne, venía siendo considerada, práctica e inexactamente, como una localidad de temporada, como una ciudad de bel~eza indiscutida, adherida a una soberbia playa, cuyo año turístico estaba compuesto de un espléndido verano asediado por la prolongada monotonía de tres inviernos consecutivos. Pá,gina 16 Lo cierto es que contra menosprecio tan patent~. contra error tan manifiesto como divulgado, apenas s2 desarrolló ninguna iniciativa propagandística orientada directamente a eliminar dicha inexactitud y que pusiera a flote una realidad de mayor magnitud y mucho más grata. Tal vez, hasta muy recientes fechas, es posible que tampoco fuese esta medida muy necesaria dada la generosa prodigalidad con la que a todo proveía el verano. San Sebastián, ciud.ad encíavada en una posicióll fronteriza francamente privilegiada, que virtualmente posee un magnífico potencial turístico permanente .e independiente por completo del verano, tiene abierto ante sí un horizonte cuajado de posibilidades, que todo hace suponer y desear no dejarán de ser puestas urgentemente en servicio activo. Bástele para elío, en principio, y con la ayuda de una propa~anda d~ nuevos afümtos y de directrices distintas a las en uso, poner en función los valiosos recursos turísticos que atesora y que hasta ahora le fué posibie, sin riesgo excesivo, mantener prácticamente inop2rantes, y a ejemplo de lo que hizo hace un siglo con aquellas inconmovibles murallas que le asfixiaban y que convirtió en Bouleva1·cl, rcmper hoy y .desbordar el marco, opresor d1:;í verano, adentrándose triunfalmente a )o largo de todo -el año para conquistar de este modo ~u total plenitud turística. Si, por ejemplo, de panoramas se trata, ¿en qué otro lugar del Universo íe será posible al viajero admirar espectáculo natural comparable al que se divisa desde cualquier punto deí paseo de la Concha? Intiman en este inefable paraje los ingredientes esenciales del Cosmos con ademanes de tan entrañable ternura, que entran ganas de aventurar una interpretación sentimental que intente expíicar la sublime emoción que se desprende contemplando el encu-entro que aquí s·e efectúa entre el ímpetu viril del Oceano y la femenina morbidez deí paisaje vascongado. Ya en este plan, diríase qu-e ese dócil rebaño de montañas, que formando un círculo que casi se cierra, penetran en ·el mar, son dos brazos enamorados que la capital, acostada como una sirena sobre un iecho de arenas doradas, extiende hacia el horizonte para estrechar al mar contra su hermosísimo cuerpo. Puede que también se oculte un sentido de profunda galantería en el borde de esa curva límpida y galíarda que sobre un tálamo de arenas dibuja respetuosamente el mar; no lo sabemos. Pero no hay duda de que un fuerte hálito nupcial dramatiza a este soberbio escenario, y eí ritmo manso y acariciante de esas olas que desaparecen sorbidas con avidez por la rubia y finísima espidermis de la playa, puede que no sea otra cosa que el emocionado palpitar de1 corazón cautivo de los mares, o bien la respiración placentera y acompasada del Cantábrico, que yace aquí aprisionado por la ma~ia de este paisaje, que con su encanto parece haberle arrebatado su fiereza proverbial. Y sobre este tema fundamental del paisaje donostiarra, cuántas y qué maravillosas variaciones pued~ obtener el viajero si su entusiasmo le transporta sobre las cumbres dominantes de las tres montañas-Igueldo, Urguil y Ulía-, que .erguidas sobre su tajamar de rocas, se adentran impetuosamente en las aguas con irresistible vocación de nave. (Se Continuará) ESPAAA