El dragon encantado

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Title
El dragon encantado
Language
Spanish
Year
1929
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
No era hermosa. Pero tenía un cuerpo tan bonito y una cara tan dulce, que cautivaba y enamoraba sin ella quererlo ni pensarlo. Se llamaba Marta, era de una provincia cualquiera y estaba hacía poco trS.bajando como mecanógrafa en aquella oficina come.rcial donde ganaba una misera soldada para sostenerse con su madre en una vida de perpetuos apuros y miserias. Sin embargo, era feliz. Se sentía, i:;e creía, sabía que era feliz. Con su vestidito de sinamay azul, o rosa, o amarillo, y sus corchos de vivo terciopelo que resaltaban la mate blancura de sus pies desnudos; su vieja sombrilla de seda Japone:::a y su envoltorio diario de hojas de plátano y papel periódico con el f1·ugal condumio del mediodía antes que nadie, cada mañana, era la prime1·a en aparecer en el trabajo y era su maquinilla de escribir la p1·imera que inumpia en el tecla r monótono y sonoro. Y eso que no era ella la única muje1•cita de la oficina. Había otras dos más, como ella jóvenes, agraciadas, de su mismo . oficio. . . Como ellas ,he dicho? No! Porque las ott·as resultaban más bonitas, por lo· bien arregladas, por lo siempre alhajadas, por lo elegantemente vestidas y es claro que eran las 41señoritas", rodeadas de agasajos y amoríos, sobre todo María, la más facil, a quien hacia días el cajero había regalado una pulsera de reloj de oro. ¡Oh, la pulsera! ¡Cuantas veces, ella, Marta, se había detenido cinco, diez, quince minutos para contemplarla con sus ~úmedo!'i ojos de p1·ovinciana de par en par abiertos, al traves del cristal del escaparate, posada enti·e otras joyas, como algo muy querido, y muy soñado, y muy distante! A hora la veía allí cerca, se le iban allí, sin querer, los ojos, tras de ella, que parecía una sierpe de zafiros y ópalos tembforosa, enroscada al brazo saltarín de María, sobre el negro fondo de la maquinilla de escribir. ¡Era una tentación! Como las sob1·e-faldas de rosas de abalorios. los diafanos rengues y las pomposas· sedas, los lindos zapatitos de piel blanca y las blancas medias de seda transparente y sútil como la piel de las cebollas! ... Y aquellas cremas olo1·osas que ·embellecían el rostro ovalado de María! Y aquellas esencias con que se perfumaba toda, el corpiño el pañuelito, los labios y las manos y el pecho! ... Marta ce1·raba sus dulces ojos deslumbrados. II Un día riñeron María y el cajero. Y riñeron po1· ella, Marta, muerta de celos la otra al ver que el elegante amante pródigo y enamorado se dirigía a la provinciana acosándola con miradas, después con palabras. después con flores ... Y riñeron definitivamente, tanto que una tarde Marta escuchó turbada y trémula la declaración de amor del joven que ·ia Juró por todo cuanto pudo quererla por sobre todas las cosas, quererla a ella sola por sobre todas las demás mujeres! La pobre provinciana creyó, amó a su vez, lloró de felicidad y gratitud y llegada la noche en su casita de nipa perdida entre la inmensa esmeralda musical de las cañas, no cenó. Fingij!ndo un no :;entido ma.lestar, se tendió en su petat.1:;, se arropó h~sta los ojos con la sábana, y con los ojos muy abiertos, muy abiertos en la sombra, aguardó que el ensueño tendiera sobre sus párpados su cendal de colores ... Y el emmeño divino se hizo ideal en la frente y en el alma de ·1a muje1·. Era eila misma, con la cara blanca de cremas olorosas; con los cabellos recogidos por peinetas de carey y oro; con las orejas iluminadas por azucenas de brillantes; deslumbradora al inover ' sus largas manos bajo el relámpago verde, rojo y ámarillo de anillos y pulseras; sintiendo sobre su pecho virginal el primer beso suave y luminoso de oloroso hilo de perlas! ... Era ella misma tocada de bordados júsis, de colorinescos rengues, de fantásticas sedas y sobrefaldas de tisú de hebras de plata, de hebras de oro, como los trajes de los santos; con sus piesecitos presos en los más lindos zapatos blancos, transparentando el rosa y el nácar de sus carnes en la tela de araña de las medias pe.rfumadas ! ... Era ella, ella misma, Marta viviendo en ~tro mundo, en otra vida, en otro reino, regalada y amada por un hombre rendido y generoso, muy lejos, lejos ya para siempre de apuros y trabajos y miserias! El seductor se lo había prometido. Tendría una casa azul rodeada de un jardín Heno de flores y palomas. Tendría criados. Tendría coches. ¡Tendría amor! Cuando los gallos clarinearo:il batiendo sus alas salpicadas de rocío bajo el primer fulgor del día, Marta seguía soñando desvelada, con los ojos ardientes, tintados aún ·por la quimera embriagadora que dejaba caer sobre sus párpados sus gotas de ilusión. III Fué un escándalo la fuga, ya que de le caja de la casa habían desaparecido con el cájero cincuenta mil pesos. Per~ al fin dieron con los prófugos a los pocos días, en una lejana provincia donde él fué arrestado con cuanto dinero y cuantas alhajas le encontraron no perdonando en el despojo ni un sencillo aniilo de oro que poseía Marta desde niña. Fué desnudada brutalmente de las flores de brillantes que iluminaban ~us mejillas; del suave hilo de perlas que como una culebra de luz palpitaba dormida sobre su tibio seno!. . . Y sus ma- . nos bonitas se quedal"on sin ópalos, sin rubis, sin topacios! Todo se lo llevaron con el amante embu~tero y ladrón, no dejándole más gemas que las gotas inmensas y dolorosas de su llanto! IV Volvió a Manila. No podía, no sabía i:enunciar a la vida de fausto y de riqueza soñada. ya iniciada, por la que había sacrificado sin titubear lo más hermoso, lo más sagrado, lo único que hace de la mujer angel y est1·ella y flor de nuestra vida: ¡el honor! El lujo, dragon encantado, la tenía sujeta entre sus garras, despedazándola h:i. vida y el alma, para no soltarla ya jamás! Quería ser hermosa, rivalizar con todas las señoritas de la sociedad que se encontraba al paso, en un duelo a muel'te de lujos y esplendores. Y en la ciudad, inmoral pese a tanta moral acomodaticia y a tanto tartufismo, a cambio de ir deslumbrando por el arroyo con el fu[gor de sus diamantes y sus gasas, Marta, al igual que miles de Martas máR empujadas al abismo de los siete pecados por esos mismos graves y campanudos señorones reguladores de la ley y la moral, la mayoría de las veces, fué rodando de vil en vil amor, hasta eaer dest1·ozada sobre el último peldaño de la deshonra! V Iba a morir. Al final de dos años de su loca Vida, pobre, misera y abandonada por todos iba a morir en el estrecho y sórdido camastro de un hospital de caridad. Unicamente la pobre y vieja madre velaba acurrucada en un borde de la .misma cama su espantoso delirio y su última visión de humanidad. Marta se enarcaba, se crispaba, hipando, transfigurada, en sus últi~oR momentos. La inmunda enfermedad de que moría y la quemante fieb1·e que la abrasaba, hacían de ella una astrosa piltrafa de carne amarillenta y flácida de carne purulenta y misera y hedionda ... La visión espantosa que presidía su agonía la hacia tiritar de frio y <le pavor tan grandegenes rotas por .sus gal'fios Y las rosas y )as palomas despetaladas a su hálito pavoroso! ... Era el dragén, el que escarnado de oro y piedras de luz la fascinaba en su vida y ahora al final de ella, venía por su· alma rnostrándoi;;e infernal en - su c1·uda desnudez y en su bárbaro i·ealisrno! ... Y Marta moría entre sus garras, entt·egándole su alma en sus suspiros y en la última mueca que acabó por desfigurar su un día dulce faz de humilde y honrada provincianita laboriosa. IV La madre mendigó de- puerta en puerta para poderla ent.errar. Y se la llevaron al cementerio amortajada con su vestidito de sinarnay azul y sus corchos de vivo terciopelo que la vieja encontró en el fondo de su arca, abandonada en su primera fuga. Pero esto no es nada. Hay por ahi miles de Martas entregándose cada día con más ilusión y más pa~:;ión al dragón encantado, seductor y monstruoso. Y seguiremos teniéndolas mientras tantos canallas parapetados en sus riquezas o en su no importa que clase de honorabilidades, sigan arrojando al fango, hipocrita y criminalmente, para mente, que rechinaban los hierros del carnast1·0. envilecerlas, escarnecerlas, encarcelarlas y ase' Era el dragón, aquel dragón encantado de las sinarlas después, a estas pobres flores de la siete cabezas y los siete pares de alas. Encantado selva, todo ensueño, todo fe y todo corazón. dragón monstruoso y hórrido, con las garras teñidas por la sangre que manaban los corazones deRpedazados a sus zarpazos, las entrañas de las vír.¡. ---------------------------·"¡ ARELLANO AIH STUDIO ! . ¡I: T~I. 2-.l8-.l7 Samanillo Building Escolta 619 -----------------··---------------1 ANGEL OVEJAS j 1 F4>TOGRAFO COMERCIAL 227 Es1>eleta Sta. Cruz, Manila Tel. 2-83-76 j +·-------------------------··-----.¡. JULIO BRIAL. ·• 11111111':1111111111•111111111111•1111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111111~