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- Diciembre ¿Dónde estaban los hombres? ¿Cómo no acudían a bendecir y adorar a su Salvador? Los Angeles continuaban. glorificando con himnos y alabanzas al Dios-Niño; pero no era por ellos, sino por los hombres por quienes acababa de rf!,alizarse el gran misterio. ¡Y los hombres no llegaban! Fué necesario que un angel les invüa.se a acudir al portal, convertido en cielo. No fueron invitados los grandes, los poderosos del mundo. Los primeros que adoraron al Dios-Hombre en aqu,ella memorable noche fueron lo3 pastores, gente humilde y sencilla. Con ellos llegó también Benjamiín. Este fidelísimo joven, después de recorrer las calles de Belén, sin poder cons,eguir de nadie el más humilde rincón, volvió desconsolado al lugar donde habían quedado José y María. Pero, ¡cuán grande fué su pena al notar que se habí.an marchado! El pobre Benjamín no sabía qué hacer, ni a dónd(: dirigirse. Como yo no venía, se habrán decidido a marchar-pensaba el joven con tri.steza.-¡'Pobr.e María! ¡Cuánto sufrirá! ... Quizá a Jerusalén ... Pero nó: a Jerusalén no puede ser. Cuando esta tarde hemos salido de la ciudwl santa, eran numerosos los forasteros que r.ecorrían las ca/Jles buscando posada ... José los ha visto, y no se habr.i arriesgado a un . .. A H.ebrón tul vez ... Sí; ahora recuerdo: también de esa ciudad han hablado . .. Se han dirigido a Hebrón ... ¡Qué viaje para María! ... Todavía los alcanzaré . .. Y sin pensar más, el joven salió ligerís'imo, con la esperanza de encontrar en el camino d.e H ebrón a los santos viajeros. Poco había andado, cuando de p'ronto vió iluminada por resplandor extraordinario la colina que rodeaba a Belén; sintiendo al mismo tiempo como una voz ·interior que le invitaba a dirigirse al monte. Obedeció; y antes de ll,egar, tropezó con un grupo de pastores. Después de saludarlos, les preES'fUDIO gunfó con interés acerca del resplandor. El pastor de más edad, con acento que manifestaba la emoción de que se hallaba poseido, r,efirió cuanto habían 'visto y oido. Estábamos, dijo, cuidando el ganado estos y yo, en la segunda vigilia de la noche; y de repente iiimos una gran luz en el monte, como si bajase del cielo. Las ovejas miraban fijas, pero no se movían ni s.e espantaban. Los corderitos saltaban y retozaban, como cuando acaban de mamar. Todo era en el ganado balidos y saltos, pero sin espantarse. NosofJ·os nos asustamos, sin sabeJ' qué seria aquello. En esto, se nos aparece el angel del Señor. . . Si llej¡as un poco antes, lo huvieras visto: ha desaparecido ha(,J un momento . .. Era muy hermoso, con túnica blanca; pero al verlo nos hemos llenado de te1nor. Entonces él nos ha hablado con mucho cciriño; y se nos ha quitado el miedo. "No temais, pastores, nos ha dicho. Vengo a daros una noticia de grandísimo gozo. Sabed que en esta ciudad de David acaba de nacer el Salvador de Israel, el Mesías que esperáis. Id al c.~tablo; y hallareis al Niño envu,elto en pañales, y recostado en el pesebre." -¡Ella es!-exclamó Benjamín, al oír las últimas palabras del pastor.¡ Ella e.~! ¡Pobre María! ¡Dar a luz en un rstablo, y su hijo en un pesebre!... ¡Ah! ingrata Belén!... Corramos, JJasfores... ¡Qué necesitada estará ... ! Los pastores se sorprendieron al oír "Benjamín; pero éste les habló de María, contándoles todo lo sucedido desde que encontró en el can-iino a los santos viajo·os, y el milagro que con él había obrado curándole la lepra. Al lle,<Jar frente a la gruta, notaron con admiración que estaba ·iluminada. -¡¡filaría! !-gritó Benjamín sin poderse contener, y adelantándose a los pastores. Pero de pronto sintiosc dominado de 22, 1923 sa.nto temor y profundo respeto; y se detuvo sin atreverse a entrar. Los pastores lo imitaron, deteniéndose también. Maria les dirigió una mirada llena de ternura, y con dulcísima sonrisa lo8 ·invitó a entrar. Recogidos y devotos penetraron en el establo, y cayendo de rodillas adora·ron al Niño, al Sa7vador de Is1·ael, que estaba reclinado en el pesebre, conforme a la señal que les había dado el. angel ... Ya amanecía cuando los pastores salieron del establo, enriquecida su alma con el don de la fe, y con todas las bendiciones del cielo. Ellos fueron los primeros apóstoles que anunciaron en Belén el nacimiento del Jl.1esías¡ maravillándose los vecinos al ofrles referir los p1·od·igios de aquella memorable noche. ¡'Cuántos se arrepintie1·on por no haber hospedado en sus casas a los dos santos esposos! ... • •. * Cuando después del destierro de Egipto, José y María fuéronse a vivir definitivamente en Nazaret; había -ya fallecido la buenisima Sara. Su esposo Samuel no tardó en seguirla, pero aún tuvo el gran consuelo de ser visitado durante su última enfermedad Pº" los dos esposos, y por el ~mo Jesús. Benjamín quiso seguir hasta Egipto acompañando a fa Sagrada Familia; pero José y María no lo consintieron, por no exponerlo a los trabajos de aquel penoso destierro. El joven se despidió de ellos, y marchó a vivfr a Nazaret, entrando a servir en casa de Saniuel y Sara, Su gozo fué gmnde cuando vió llegar de Egipto a la Sagrada Familia, y supo que se decidían a vivir en Nazare. El y Leví, fueron de los primero.<t que siguieron a Jesucristo, acompañándole durante su predicación, en los tres últimos años de su vida. EL SOLITARIO. ~~······························~~ 1 AL MARGEN DE LA VIDA ~ ~~~~~~@~~·Ym,@ CONFIDENCIAS. ARÉCEME verte hoy, amigo mío, un poco roás animado, un poco más optimista que, cuando hace unos días, nos sentamos tam· bién aquí, a la· vera de este rniismo añoso árbol para embriagarnos de las dulzuras y deleites, de la tierna poesía de un melancólico atardecer de Diciembre, idéntico en un todo al de hoy. ¿No ves? ... La misma paz y la misma calma en este ambiente embriagador, ... el mismo rri1ar tan sereno tranquilo como entonces, el mismo cielo tan diáfano y tan azul, las mismas dora·das lejanías en el horizonte, país del ensueño, a ·donde yá se dispone a emigrar el sol. . . ¿Vienes en busca de esas dulzuras y deleites, de esa tierna poesía de que te hablé entonces y cuyas primicias comienzas yá a gustar? ... -Quizá si,. . . Yo mismo no se por qué vengo: hay algo que, sin poderlo remediar, me atrae aquí en este melancólico atardecer: algo guc no puedo explica:-, pero que me hace una violencia muy suave, muy dulce, a la <iue no me es dado resistir. Mle encuentro tan bien aquí!.· .. -Sí: observo con agrado que hay más serenidad en tu mirada, menos asperidad en tus palabras, un destello de bienestar en tu sonrisa, un no ~e qué en tu rostro y en toda tu persona, que me hacen creer que yá te vás reconciliando algo con ]!>; vida. ¡ Qué sé yo! . . . Tal vez tengas razón: ¡sabemos tan poco los hombres de nosotros mismos!. . . Hay momentos en los que me parece que las heridas del corazón están yá VOL. 11. -6- Núm. 51 Diciembre ESTUDIO 22, 1923 cerradas, en que lo pasado se vá esfumando poco a poco en las interioridades de mi alma·: y entonces creo nacer a una nueva vida y las cosas se me figuran otras y las emocion~s distintas de antes y miro lo que me rodea con un sentimiento de ternura cow.r.:i no lo he sentido hasta ahora. No obstante esto el desengafro se alza siempre como una esfinge, tenaz e irreconciliable, en medio del corazón y pasado:> n:quellos momentos sigue haciéndome sus mueces dolorosas ... y ahí seguirá siempre, sin ceder su lugar a un sano Y fuerte optimismo, que me haga peregrinar con la sonrisa en lo.:> labios y la· alegría en el corazón. -Te engañas, amigo, te engañas: tu mismo lo has confesado: ¡sabemos los hombres tan poco de nosotros mismos! ... Sientes todavía, como es natural, alguna que otra dentellada del pa5ado y a tu resentida sensibilidad se le antoja que han •fa ser cotidianas. Pero no lo dudes, cesarán: ¡No han de cesar!. . . Han comenzado a cesar yá. ¡Es lo humano! Una de tantas crisis del corazón, como ahora decimos, ·~uya solución se inicia yá en los momento:; de tranquilidad q11e has comenzado a gustar. ¿La vida? ... Un lago cuyas ~erer.as a:guas corta de repente un airoso bajel, produciéndo . en ellas una agitación más o menos intensa: a la postre cada burbuja ocupa su lugar y se restablece el equilibrio. -¿Lo crees tu así? ... -Sí, hombre, sí: y de ello estoy convencido por experiencia propia y ajena. ¡Oh, el tiempo! ... Hasta las más grandes tribulaciones se aquietan y dulcifican al través del tiempo y de la ausencia: así me lo decía· nuestro amigo X ... unos días antes de disponerse a partir de nuestro suelo. ¿Te acuerdas de él? ... No creo te consideres más burlado que él ·por la vida, ni tan azotado como él por la adversidaU, ni tan asaeteado como él por el desengaño. Sintió todas la.s amarguras del desencanto y la desilusión: pisó todos los cL~n-.inos del calvario: apuró las heces de todas las copas del dolor. :t'racasó por el abandono de unos, la guerra de otros y la· apatía de los más, en cuantas empresas quiso trabajar con fe y entusiasmo, con absoluto desinterés y arrogante independencia: últimamente recibió la puñalada más cruel y brutal que se pudo dar a su corazón de artista y soñador, macerado por todos los dolores ... Yá me comprendes. Pues bien: a pesar de ello, apenas han transcurido tres meses desde el día en que lo vi marcharse mar adentro, tal vez para no volver más, abrumado por el peso de sus penas y sinsabores, y yá ha comenzado a experimentar la benéfica influencia del tiem.po. Así me lo dice en carta que recibí ha-ce unos días. Y es que, amigo mío, el tiempo, como dijo no sé quién, es mago y artista: sabe dt pátinas y bálsamos, de opios, de penumbras y de olvidos. ¿Qué sería sino de la: pobre humanidad? ... Es, sí, mago y artista: tiene la fuerza misteriosa, el secreto poder de cubrir piadosamente con un velo de poesía espiritual todas las cosas, aun aquellas que más ayes lastimeros nos arranca. ron, convirtiéndolas en puros objetos de amorosa contemplación. Hoy, un dolor cualquiera, un desengaño de tantos, una contrariedad de las mucha-s de la vida nos hiere en lo mas vivo, desgarra hasta las fibras mas íntimas, arranca lágrimas a nuestros ojos ... mañana se traduce en una resignada melancolía que nos hace ver todas las cosas a tono con nuestro estado de ánimo, cual si todas también lloraran con nosotros. . . mas ta1·de, sin apenas advertirlo, orean nuestra frente ráfagas de alegría y optimismo Y llega un día en el que asoma a nuestros labios una sonrisa franca y jovial, el horizonte, antes con cerrazon de torment~ aparece diáfano y despejado, el porvenir se nos figura nuestro, antójansenos sembrados de flores los senderos de la vida y hasta llegamos a evocar con cariño aquel dolor, aquel deseng~fio, aquella contrariedad, que horas tan amargas nos hicieran pasar antes ... -Poetizas mucho, amigo mío: hablas como lo que eres: como un dilettante, o como una mariposa de la vida. Cualquiera diría al oírte que los dolores resbalan sobre el alma, como el agua sobre el cristal, sin dejar huella de su paso. El tiempo es mago y artista, sí: todo lo que quieras: pero no me negarás que jamás conseguirá hacer desaparecer del todo muchas herida·s, ni menos aun hacernos evocar con cariño lo que no5 hizD llorar. ¡Ni que lleváramos por corazón un pedazo de granito! .... -Puedes llamarme lo que quieras: te doy derecho a ello. Sientes todavía, como ya te he dicho antes, alguna dentellada del pasado y naturalmente duele y naturalmente también hablas conforme a ese dolor. Pero deja que pase mas tiempo y habrás entonces de darme la razón. Cierto, no te lo he de negar, que después de una grande tribulación queda siempre un confuso recuerdo, pero que nada· concreta ni define: una vaga reminiscencia que reproduce las especies, pt-ro sin contornear los detal1es: algo que en oca·siones reverdece el dolor, resucita las alucinaciones y hasta provoca nuevas angustias. Mas esto solo sucede al princ1p10. Poco a poco se va aquietando el espíritu y amoldándose a ese estado y llega al fin un momento en el que ese mismo recuerdo, que nunca se borra del todo, viene a sumarse como un nuevo factor a la experiencia que vamos adquiriendo de la vida, convirtiéndose en objeto de saludables enseñanzas y de gratas evocaciones. En esas circunstancias puédese muy bien decir con el poeta: Las penas son ternura, las riostalgias del bien son poesía, las lágrimas tranquilas son dulzura, la soledad del alma es compañía Así es: no te quepa la menor duda: tú mismo lo estás experimentando yá, aun cuando tu amor propio mortificado quiere objetar algo. Te lo repito: es lo humano. Y jamás debes avergonzarte de ser hombre. -Aun no sé si tienes razón. Solo sé que tus palabras me dejan un blando eco de música lejana, nostálgica y agradable ... que este melancólico ata1·decer de Diciembre lre hace mucho bien y me contagia de su paz y su reposo. -Bendícelo, pues, conmigo y gozemos en silencio de sus dulzuras y deleites. EL PEREGRINO -~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~--~~~~- -~~~~~La Casa de Sal')ta Claus esta inundada de los IT)ás preciosos BAZAR 0Vol. iJ. JUGUETES Llene Vd. de Dicha los corazones de sus nenes llevándoles donde hallan lo que les gusta AL P ARAISO DE LOS NIÑOS QUE ES La Puerta del Sol Y DONDE LOS PAPAS ECONOMIZAN DINERO. -7- Núm. 51
- Date
- 1923