Confesion franca
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Part of Semana
- Title
- Confesion franca
- Language
- Spanish
- Source
- Semana Volume I (Issue no.16) Abril 7, 1949
- Year
- 1949
- Fulltext
- 7 de Abril, 1949 Confesion franca Por FELIX K. MAGPANTAY (Conclusion) Pasaron dos semanas enteras desdc que Mang Marcial me cont6 la triste historia de su vida. El superientendente de la ir:!.,tituci6n me llam6 a su despacho. El empleado que fue en mi busca dijo que mi padre estaba en la oficina de su jefe. Mi padre, al verme, se levant6 en seguida de su asiento, me abraz6 afee. tuosamente y con unas palabras carifiosas dijo que iba a sacarme porque por ffn habfa conseguido mi indulto absoluto. Pasaron los dias. Era la maiiana del 8 de diciembre de 1941. Los peri6dicoi daban la sensacional noticia de que los aeroplanos del Jap6n habfan dejadCI caer su carga de muerte y destrucci61 sobre rel campamento Nichols, Aparri, Baguio y otros ohjetivos militares. Y ·1 acababa entonces de easarme con nna linda farmadutica de ·quien me prende como un inocente colegial. Se Uamaba Veneraci6n. Volaban los dias y }os peri6dicos continuab~n Ianzando noticias de desespi> r11.nte tenor: "Los enemigos avanzan r&pidamente bacia Manila"... "El General McArthur, con el fin de tener un frente unido contra los invasores, ha reunido todas sus fuerzaa en 11' pro,'inch de Bataan'" ... Pas6 un afio y sigui6 otro. El hambrE' que desde el comienzo de la ooupaci6n enemlga habia estado sembrando sus estragos en muchos hogares, Uegaba a su perfodo culminante. Un cav&n de arroz de la peor clase eostaba mas de diez mil pesos, Yo era entonees un padre de familia, pues mi santa esposa Vening aeababa de dar al mundo su se gundo v8.stago. Vivfamos juntas con mis padres. Aunque mis mayores se contaban entre los adinerados del distrito dP 'Rinondo por .una veintena de casas de nlquiler que antes de la ~erra nos rendfan una renta de cinco a seis mil pesos mensuales, tampoco salieron ilesos rlel rudo golpe de la depresi6n Econ6mica. por la sencilla raz6n de que nuestros inquilinos no podfan pagar. Entonces, como n&ufrago one se agarra a un salvavidas en el mar turbulento de la existencia, acepte de bu~n grado la proposici6n de mi tfo Gabriel y de un primo mio, de que fueramos a comprar alhajas que se vendian a precio tirado, para despacharlas luego en una de las provincias dond~ el dinero abundab&. Pelo, por una mala 1uerte, en el tra yecto aUn, nos eneontramos eon un grupo de guerrilleros que nos ton1aron por espias por haber c.>ncontradO en el bolsillo de mi tfo GabrieI una nota, con caracteres japoneses, que se daba en Manilq como pase de los viajeros. Mi tio, acostumbrado a estar frenle a una situaci6n tan critics como 3quella, sin 'perde:r su serenidad, Jes explic6 los motivos de nuestro viaje hacia aquel lugar y, sobre ·todo, por que llevabn aquetla nota. Pero el capit.ii.n que hacia de jefe de aquel grupo del movimienti'J. de resistencia, no di6 credito a sus pain. bras. Y, como seeuela, mand6 a sns soldados que se apoderaran de nuestra~ alhajas, zapatos y otras prendas de vestir. Mand6, ademB.s, atarnos Ja manos y, acto seguido, orden6 que nos llevaran al lugar donde se hallaba su guarnici6n. Como desde que tuve uso de raz6n nunca habia experimentado la sensaci6n de caminar descalzo mas que aquella vez, estando todavia a medio trayec.to del lugar de la guarnici6n, note que sangraban las plantas y las ui'ias de mis pies, a causa de los frecuentes golpes ",contra las piedras, afiladas y puntia, ~gudas. Pero no sentia ningUn dolor; lo 'que sentia era el temor, el horrible terrfo'P' de morir que se apoder6 de todo mi ser. Y ante aquel trance de muerte se me apareei6 de sUhito en la memoria la imngen de mis dos hijitos, de mi esposa Vening y de mis padres que espera.ban con ansiedad mi vuelta al hogar. Cuando llegamos ya era de noche. La luna derramaba sus Hmpidos fulgores de plats sobre la espesura de las selvas por donde pasibamos. Ai llegar a la guarniei6n, formada di' cinco casitas que apenas alzaban su techo de cogon un metro y medio a rai: de tierra, vi a do~ individUos atados a uno de los &rboles cUYas ramas frondo~as ocultaban las casitas a los ojos de los. R.viadores enemigos A juzgar por las heridas sangranles que aparecian en el rost~ de los dos presos y las grandes contusiones en varias partes del cuerpo, parecia indudable que los pobres habian sido torturados. Despues de ahnmos minutos, el ea· pitii.n de los iruerrilleros. seguido de Ufl ~nldado· que blandia un bolo ·largo y r<' luciente, se acerc6 a uno de los presoi: y le dijo: -Dame los nombres de tus compaiieroa y el lugar donde residen. El interrogado mencion6 varios nombres y sitios, mientras un guerrillero Jos apuntaba. -i,SOn estos solamente? - preguntc> el capitan. · -Sf, seiior, - respondi6. -i. Y aquel espfa que acompafi.o al capit&n Satto que fue al cuar~l cjPI comandante Panzer la semana pasada. zc6mo se llama? zNo es Mamerto, aeaso?- inquiri6 el capitB.n. -Sf, sei'ior - afirm6, - j Bien! . . . . Te voy a soltar ya con la condici6n de que antes contarB.s Ia1 estrellas def firmamento. i Ha la!. . . iSigue!.... . El preso levant6 la cabeza y mir6 al cielo, y, en voz alta, empez6 a contar: una, dos, 'tres, cuatro, cinco ... Apenas decfa el nUmero 6, cuando el soldado que portaba e1 -bolo, sin decir" palabra, le di6 un tajo en el _cuello que le descabez6 con la ·misma facilidad eon. que se parte con un arma afilada la ho· ja de un plitano ... zP~r que voy a avergonzsrme de tlecir la verdad, toda la ·yerdad? Ante aquel euadro de sangre, 1entf serpentear pcir mi cuerpo un escalofrie: intenso Y entonces. . . . 1 me desmayti ..... Cuando abri los ojos, estaba tendido, boca arriba. El capit&n se puso a mi lado y dijo: -Mafiana por Ia mai'iana, ya sabras mi decisi6n, si pondre a todos en libertad o rio ... - Y se levant6. Orden6 a SUS SOldadOS que nos pUsieran ft buen reca.udo. • A la mai'iana siguiente y cumpliendo i:iu palabra, el capitan· se me acerc6 7, rte rnal humor, me espet6 lo siguiente: -Lo siento mucho amigo! . . . . . 1,e"toy plenamente . convencido que tus dos compai'ieros y tU sois espfas de la peor clase! .... Y -entonCes, como iiltimo recurso, le suplique llo:rando que me Uevara, juntamente con mis dos compai'ieros, a presen<'ia de su comandante en jefe, para implorar de e1 que nos pusiera en libertad, porqu:e no eramos esp(as como ereia el capitin. -jEs. inUtil!-murmur6 .el capiU.nMi comandante en jefe - agreg6 - 1::s mas.estricto que.yo en cuanto s estos casoS. Nunca he visto, dur.ante dos aiios Que estoy.. con iii, que sintien com.pasiOn alguna. por los espiaa. SEMAN"A...:.zo Para que mi pcticiOn tuviera txlto, aunque ·no .sabla el verdadero ·,1ombre. de · su jefe sup'erior sino s6lo su apodo de "Coronel Mang.ubat," ni este tampoco conocia mi nombre, le dije al capit8n que tlrii.mos amigos_ desde liempo atrfts, . -;.Es cierto ·eso? ;.No te enpfaa1?pn:c.unt6 sorprendido. ~s cie1-to - -ri!lpondf sin vaeilaci6n. -Si es asi, i vamoa alla ... ! No ·distaba mucho el cuartel del coronel Man~bat y pronto llegamos all6 Pe_ro .... jOh!. .. . ;.No estaba Jo so·iiando? A pesar de la barba bastante larga del coronel Mangubat y de suS' ojos hundidos, sin duda por el hambre ·1 los desveloa, pude reconocer ien ac· ·guida que era mamg Marcial, el QUt! habta sido mi compafiero en el departamento No. 15 de la prisiOn. Y el, al reconocerme · tambien, ae levant6 d~ un .. sa.lto del tronco de un Rrbol donde se hallaba sentado, y con expi:eslOn de . :enorme-sorp.-P.ta en los ojos, ae me·acer. ro gtjtand9: -jBah!~. ;.Por que? i.Que. te oeu· rriO i. C6mo has llegado a -caer en poder de- -mi& sol dados? Con l&grimas en los ojoa, comence a contarle _la· causa de por que llegue A parar en manos de sus soldados Y el, mJJy s_atisfecho de mis explicaeiones, meo abrazO. afectuosamente y me dijo que de.bfamos dar gracias a Dios porque s•1 capitan, que era inflexible en au em· · peno de liquidar ·a todos los aupuHtos .f'SpSas. que cayeran en aus manoa, en vez de matarm'! en tet"Uhla y a mis dus cr-mpafil'rn~ se moleatO -en llevarnos a su presen,cia. . .. - Poque el-me pidiO ese favor - in· terrumpiO el aludido - Y, ademb - ?.greg6-me dijo qµe son ustedea amigo& . ......:.1 Realmcnt~ ! . . i. Perot -cOmo hos llegado- a saber - me pregunt6 - que !loy· i!l comandante en jefe de la unidad -de guerrillas d'! esta . provincia? : .....:.l:Jfe ·uegado a saber? .. .-. iNi iHieiiOs!') , . -iC6!'1'1o? No te comprendo . .. .:...:..oue · a; ill" ~;ipft•n qu,... . Ronf->s s mi gus. sin ~be?--la verdad, s.,1~mente pa"ra . que el. se toma·ra la mqlcstia de traernos ·-"ii'rui. Pero; ~n vi rdiid. ·:vo no esperaba i1Ufi t'I femoso corOii"el ManJ?ubat fuerR ~j: -que . habia sidO rrii ccimpaiieM en . . """'.'"iOue coincid_ enci.a!-exclam6_ er Co-,::....,,,1 !\f.,.-.,.nh'l.t. · ' : : ._'f~:in~:_,1.1'_ti"ron dor rib~ Y _Po-1' e_I- tP. . · ro'"l·r 4~ s"er r.r.gido otl-a vez pot' otro gt-11~jo .~~·.rue'r.filleJ;OS Y.a ·no i:iu:iae·.~·~p;y~~e ·de) ta'qo.t .. !t~ ijl.i ~~~ig~'. :.ei:: e~~~f).r.9ncubat." Sin embal-co, cl1&ndo .Ste me asegur6 que ninguno de 101 euerrill•· ros iba a molestarnos 4e nuevo, noa despedimoe· de el para conttnuar nues· tro viaje interrumpido por el obst8.culo que por poco nos cueata la vida. Por fin, llec6; la .1iberaci6n complet.a de Filipinaa1 y mientraa Jrii esposa Ve· ning y yo eltAbo.moa haciendo compras en una de las tiendu de comestiblea d~ la capital, aentt que al&'Ui•n me tocaba Heeramente el hombro. Al volver la cabeza reconocf quc era uno de los gue· .,.rilleros que nos habfan corfdo y tom&· do por espfaa, -iPor que estf.s aqui!.....:.inquirl cu; rioso. --Quisiera vieitar en el hospital al coronet Mangubai-:...eonteat6. -;.Enfermo'l -Si, seiior. -i.DOnde? -En el hospital del ejercito ameri· ('&no-explie6 y me di6 las· aefta1 de la instituci6r. . Senti ardientes de5eo1 de ver· aquel mismo dia al amigo que me salv6 la vida. Pero, al voher a nueatra casa, un pariente de mi eeposa nos inform6 que acababa de fallecer en BulacAh la hermana menor de mi difunta suegra y el entierro no se llevarla a cabo sin el r.onsentimiento de Vening. Y fuimos all& en aeguida. Algunos minutoa despues de nuestra llegada a la casa mortuor-ia, un abogado de la cabecera de la provincia me entreg6 un aobre dici9ndome qoe ere la Ul!tma voluntad de la difunta. Abrf el so~re y comend a leer la carta que contenla. Hela aqui: 7' de Abril, 1949 "Querida aobrina: •ty a eetoy al horde de la _ tumba por la enfermedad ·incurable que me obligO a cuardar eama desde los pr-imero1 diaa del regimen japones, Poco · tiempo me queda de · vida y quisiera hacerte cono. cer mi Ultima voluntad. Puea. bien: tengo dos parcelas de terreno en esta cabecera y cinco· mil pesos en .el Banen Postal de Ahorroa. Eaas dos parcelas ser6n para tus trea aobrinos, hijoa de , tu hermano Jacinto que muri6 cOn mo~ tivo de la confiaeraci6n que acu.ba .dt: tenninar, y los c:inco mil pesos sedn tu7oa. uQuisiera, ademBs, hacerte saber que tu madre, a'ntes de morir, me encarg6 que te dijera el secrete de au vida. Pues ella, cuando tenfa apenas din y siete afios de edad, tuvo -relacionea amoroaaa con -un joven que se Ua.maba Mareial Belmonte. Sus relaciones duraron cuatro o cinco aftos enteros y como era de espera-r tuvieron dos tru~: J aclnto y t6. - uTu padre, por orden de los superiorea de la oficina doiide ~I trabajilba, fue a las Islas Vi1ayas y a eom1ecuencia de una looura de juvenlud llegO a paaar largos afioa en Bilibid. . . · Tu tfa, ANGELES". P.aearon algunos dfas. El t"Oronet Mangubat muriO en er ho$pital. Pero antes de cerrar Joa ojos para siempre pudo pronunclar alirunas palabras pan decir que eetaba muy contento ,de haber prtstado aervicioe patri6ticos a 9U pats, y haberle reconocidO V eni'11 co mo su padre. Man:o 1949~ Lucena, Quezon