Lolin

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Part of Excelsior

Title
Lolin
Language
Spanish
Year
1930
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
Lolín, era un lindo bebé de cinco años, de enormes ojos azules y cabellos rubios que, hechos tirabuzones, le caían por la espalda y hombros. Por cualquier co~a reía, y su charla alegre y continuada llenaba la casa, aquella casita que pa1·ec.1a de juguete, y los campos que la circundaban, por Jos cuales corría la muñeca de carne desde las primeras a las últimas horas del día, siempre bajo la vigilancia de su abuelo, el guarda-agujas, el cual no mostraba la banderita para indicar vía libre, hasta que la tenía a ella a su lado, cogida de la mano. Sólo de noche estaba tranquilo; de día no sosEgaba, no vivía; siempre ipensando en ef peligro que constituía para la pequeña el continuo paso de los trenes. Cuando, lejos aún, oía el silbido de la locomotora, bustaba a la niña afanoso y al pasar el tren, siempre se le veía con ella, y era Lolfn, la que desempeñaba el cargo de su abuelo la mayoría de las veces, sosteniendo en sus débiles manos, la bandera que orgullosa mostraba al maquinista. Muchos viajeros, comerciantes en su mayor:a, que hacían viajes regulares de España a Francia y viceversa, saludábanla con la mano al paso, y muchos d~ ellos, le tiraban desde el tren bolsas y cajitas de bombones, que pagaba la niña con besos echados al vuelo y con sonrisas que eran toda una caricia. El guarda-agujas adoraba en ella. Los padres de Lolín habían muerto consecutivamente a poco de na<:er aquél1a, y él, su abuelo, fué quien, desde entonces, se encargó de la niña. Se la llevó a su casita. junto con el ama, a la que retuvo hasta que su nieta no necesitó ya más de ella, pensando tener a la pequeña a su lado, sólo hasta que tuviese cuatro o cinco años, edad en que podría meterla en un colegio; pero llegado que hubo ese tiempo, iba retrasando cuanto podía la fecha de Ja separa<:ión, comprendiendo que no le sería posible acostumbrarse a vivir sin su risa, su charla y sus caricias. Lolín teriía en el mundo dos amores: su abuelo, y una linda muñeca de porcelana, regalo de aquél en las últimas Pascuas. Nunca se separaba de su muñec:a, y sostenía con ella larcas conversaciones que escuchaba disimuladamente para que no· cesaran, y cayéndosele la baba el abuelo. Jamás comió, desde que lo tenía, sin su bebé, y al acostarse, Jo primero que hacía era pr~pararle un sitio en su camita, a su lado, poniéndole diminutas almohadas, he· <:has con trapos por ella misma. Una noche, al ir a cenar se dió cuenta de que no tenia su muñeca, c:Rosa», como, a ¡petición suya, la había su abuelo bautizado. ¿Qué habría hecho de ella? Recordaba, si, que había corrido mucho aquella aarde, llevándola siempre consigo; pero no recordaba más: no sé at·ordaba del sitio en que la pusiera cuando la soltó. Contóle sus apuros a su abuelo, y éste, que sabia a qué grado llegaba el cariño de su nieta por c:Rosa:., la buscó incansable por toda la casa y los alrededores. Ello fué inútil pues e: Rosa:. no parec:a por parte alguna. Lolín no quiso comer, a pesar de las súplicas de su abuelo, que prometía buscarla hasta dar con ella al siPiente día en cuanto amanedera. Y ni ruecos, ni amenazas para que comiera, sirvieron de nada: sin cenar se acostó, llorando amargan te. Y llorando, con la mano de su abuelo que la acariciaba, cogida entre las suyas, se quedó dormida. Con mucho cuidado para no despertarla, logró el pobre viejo, retirar su manaza callosa y velluda de las diminutas manos que más que 'de •. e·arne, de porcelana parecían, y como acababa casi de pasar un tren, se acostó, para poder descansar algo, hasta la hora dél paso de otro. Al poco rato la voz de su nieta, soñando, Je despertó: -No, no voy a «pegate:.; ven, Rosa «capa:t, ven . Rosa !. . . Rosa . . . ! Atabó la frase en un sollozo. El anciano se acercó a la cama, movió un poco a la niña y, al verla al fin tranquila, acostóse de nuevo. Aún no hab:a amanecido por completo, cuando abrió Lolín los ojos. Obsesionada con la idea con que se durmió, iniciaba ya un lindo puche.rito par.a romper a llorar como la víspera, cuando de r.eipente lo que iba a ser una mueca de tristeza y desesperación, transformóse en radiante expresión de alegría: recordaba por fin dónde había dejado a Rosa. Sí; alli, a pócos. pasos de la casa, ae:ostada entre unas piedras junto a unas matas. Se levantó ligera, púsose el vestidillo, calzóse a pies desnudos los zapatos, y andando cuidadosa de puntillas para no despertar a1 abuelo, acercóse a la ¡puerta, corrió Ja aldabilla que por toda cerradora había-¿qué más se necesitaba en una casa como aquélla tan mísera en que nada habia que pudiese despertar la co-dicia de los ladrones?-y salió afuera. Se oyó a poeo el silbido de la locomotora, lejos aún, y empezó el anciano a vestirse. Era la hora en que acostumbraba a levantal"se. La mañana se presentaba fría; se envolvió en su bufanda, y saHó--no sin sentir cierta extrañeza al encontrarse entreabierta la puerta, lo que atribuyó a un descuido suyo de la víspera-a presentar el farolillo al primer tren del día que empezaba. Pasado que hubo, entró de nuevo, ~ se acercó a la cama de LoJín para arre.parla b1en. No sería posible describir su sol'presa al ver que la niña no se encontraba allí. Palpó las ropas de la cama repetidas veces, creyendo siempre haber mirado mal. No; no estaba. Empezó a llamarla. Luego, al ver que no contestaba, le asaltó una idea horrible, y e~calofriado de terror, pero sin querer perder las esperanzas, salió al campo. El mismo silenci<>. LoEn no contestaba; echó a correr como un loco, Uamándola ya frenético. -Lolín ... ! Lolín ... ! Corrió a la via t:omo si una fuerza su1 perior Je :u·rastre: ra a ella; la recorrió un buen trecho. De ¡:n·onto lanzó un grito al ver en tierra, a corta distancia de la v¡a, un zapatito de su nieta. Sintió un mayor escalofr:o recorrerle el cuerpo todo, como una sacudida eléctrica. El ambiente, el silencio, el hallazgo del zapato, todo le hablaba de tragedia.. Alzó del suelo aquél, y en el mí~mo momento, sintió al1to así t"011Jo si fuera despedido por una gran fuerza, y rodase por un abismo negro, negro y muy hondo . Aquel zapato, chorreaba sangre. Miró su interior y un grito más horrible que .el anterior, se escapó de su atribulado pecho. Había visto dentro de él, el diminuto pié de Lolín, cercenado por el tobillo en redondo, escalonado, como si fuesen los restos del fe.:;tín de un tiburón. Más allá, se vefa un grandísimo c:~arco de s3ngre. , . deSt?Ué3. . . nada ! No había más rastro de la catástrofe,· que aquella sangre, y aquel pié encerrado en un zapat~ y que miraba el anciano c:on ojos próximos a saltársele de las órbitas. Unos grit('ts como de fiera herida, resonaron en todo el valle. Después, rnnidos inarticulados, y por fin, entre espasm:::s, c:>n voz enronquecida por el es,panto, entrecortadamente, pudo pronunciar el nombre adorado: -Lolín !. . . Lolín ! . . . Lolín !. .. La voz fué debilitándose hasta ac2bar en débHes gemidos; y el infeliz cayó v~ctima de un fui-ioso ataque. . . . . . . . . . . Una h:Jra más tarde, al· Practicar un re:onoc:imiento, el maquinista y el fogonero de un tren, extrt..ñados de que no les diesen señal alguna, y suponiendo que algo anormal ocurría, se encontraron con el cuer1 po exánime del infeliz guarda-agujas, cuyas manos crispadas por el último estertor, estrechaban aún el zapatito, pobre estuche del pié ensangrentado de Lolfn, el lindo bebé de ojos azules, y guedejas de oro ...