Vizcaya

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Part of Semana Revista Ilustrada Hispano-Filipina

Title
Vizcaya
Language
Spanish
Source
Semana Volume VI (Num. 152) 12 de Agosto 1954
Year
1954
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
V1ZCA YA POR razones publicitarias de muchos años, al hablar de esta provincia, siempre nos asociamos a la idea de unas enormes fábricas, más ó menos moder­ nas, que devoran incansablemente los miles y miles de toneladas de minera­ les que entregan puntualmente las mi­ nas cercanas.— Y si no es ésta la idea, pensaremos en una flota potente, que acamada en el tristón y ahumado puer­ to b lbaino, espera impaciente la car­ ga.— También nos asalta la idea de las numerosas flotillas de pesqueros, luchando incansablemente contra el tu­ multuoso Cantábrico, para arrancarle de sus entrañas sus plateados habitan­ tes.— Pero yo, veo otra Vizcaya. Una Viz­ caya verde y silenciosa, cargada de heléchos y olor a tierra húmeda; pla­ gada de prrrares y castaños, de hayales y manzanos, donde los pastores, en su sencillez, aprenden la filosofía que na­ da ni nadie puede enseñar.— Veo también—y lo siento—el espacio abierto y pu^o, ]as llanuras bellas, co­ mo grandes lagos de hierba, y entonces creo que es cuando estoy viendo real­ mente a Vizcaya, la verdadera, la al­ deana; la que por a]guna peculiaridad, forja tipos tan extraños y de tanta sencilla grandeza.— ¡ No os recuerda nada aquel decir de: “...sí, pero yo sen sillo, sensillo.”. Estas llanuras que producen, como la Santa Comunión, tranquilidad al alma, me recuerdan a la dulce quietud. O si esto no fuera posible, a la calma ador­ mecedora; esa ca^a que en curiosa paradoja, produce un empuje de fuer­ zas enormes, magníficas, incalcula­ bles, que se adentraban en el vizcaíno y le obligaban a la inquietu i para mandarle Dios sabe dónde y a qué empresas.— Díganlo si nó los titanes que, antes de los registros efectivos de la historia, aparecían por todos los mares, aún desconocidos, para perse­ guir a las ballenas ó, simplemente, pa­ ra comerciar.— Pero a esta subfme inquietud de an­ taño le apareció, hace muchos años un enorme nubarrón, que los diccionarios traducen como: “política”. ¡Lástima!.. Como si veneno fuera, se esparció en la reciedumbre orgullosa.— ¿Que uno tiene la razón? ¿Que es el otro? !!Qué más da!! La pena reside en que el cambio es pa1 pable y hoy ya no es posible perseguir a las ballenas, ni comercar, si no es dentro de unas re­ glas que anquilosan la iniciativa y po­ nen reglas legales (!Oh, dolor!) en aquellos valles que antes tanto impulso daban en su paradógica calma.— Ignoro si los intereses políticos (qué poco entiendo de eso, Señor) ó geográ­ ficos, recomiendan para el bien común las imposiciones modernas (¿se dice así?). Ignoro también si la aportación a la Sociedad moderna exige eso.— Y ante esa ignorancia, me inclino a creer que la civilización (?) hace esas impo­ siciones necesarias.— Santo y bueno, pero.... ¿Y los antiguos valles? ¿La antigua santa calma y melancolía? ¿La fabulosa paz patriarcal? ¡Oh, DJos Santo.—! ¡Que pena!.... ¡Qu'é pena!. (28)
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