Una historia en dos cartas

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Title
Una historia en dos cartas
Language
Spanish
Year
1930
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
Po1· ANTONIO M. ABAD París, 20 febrero. Mi querido .Julio: Por fin, después de ·~eis meses tle silencio, pueda esc1·ibirte una!!: cuantas líneas. ¿Para cantarte mis impreP.lones de viaje por Egipto, Grecit1, Turquia, Palestina. las islas del Mediterráneo, Italia y las ciudades de la Costa Azul'? ¿ Para e-vo<'ar recuerdos de Alemania, Noruega, Bélgica, Cheeoeslovaqu'ia., Alemania, Rusia, etc.? No, no y na. Tú, que has sido un trotatierras incansable, 11abe,. de esto mejor que yo. ¡No haii de saberlo cuando me consta que, por puro $p<n·t, te queda!fite un invierno entre los lapones! Ese es el secteto de que, a pesar de mi promesa, no te haya escTito en fl>eis meses. ¿Qué le digo yo a ese hombre que él no e.epa ?-me decía yo, y en Ja duda, opté por dejar pasar seis tnHe$ de ~ilencio . Pero hoy, refugiado en las poe.trimerías del invierno en esta caliente 11uite del Hotel des A-nglaii, me he acordado repentinamente de mí pals. Y el primer recuerdo de mi pais se ha concretado en tu nombre. Tú. como ya. te dije, sabe::i: ya todo esto; el trajín de t. gente que va y viene, el ruido de las grandes. ciudades, las diferentes costumbres de Los diversos paises visitados, sus más bellos panoramas, la suntuosidad de los «randes hoteles y casinos, ett'., etc. No necesitas, por tanto, saber nada cd!' segunda mano:.. Pero yo, sí. ¿Qué hay de Filipinas? ¿Qué hay de ti? Los arrepentimientos suelen llegar siempre un poquito tarde. Ahora comprendo que, si te hubiera escrito como yo te prometí, en cada hottl, en las agencias de los grandes: trasoceánicos, tus cartas hubieran salido a mi encuentro para hablarme de todo eso querido e inolvidable que he dejado a mis espaldas. En Europa nada i>@ f;abe de Filipinas. Es una verdadera casualidad encontrar una noticia en los periódicos que se re.fit>ra a Filipina~. y mayor casualidad todavía hallar aquí periódicos filipinos. Y vuelvo a preguntar: ¿Qué hay de tí? ¿Te has casado ya? Porque recuerdo que, en vísperas de salir de Filipina~, en aquella memorable noche de nuestras confidencias. tú estabas entus¡asmado con Consuelito Ferrer. e Es~ afirmabas con calor-la mu;er que me conviene. E$ ideaUsta sin perder, pc>r eso, el sentido de la realidad. efusjva, cordial y entusi&!iita por todo lo noble y i~vantado. E!'li buena sin gazmoñería, noble sin darse cuenta, culta sin ese aíre de su· perioridad y suficiencia que detestamos en cier. tas mujeres upatc-- date, dulce &in melosidad y, má3 que todo, luchadora sin epi.smo, e~ verdaderamente rara en una mujer como ella, Creo ---concluia¡-.que e.s Ja mujer ideal en que yo soñabat. ¿Y qué? ¿Te has casado con ella? ¿No te ha aceptado! ¡O has vuelto a tener un deaen¡afio más? ¡ Cué.nto apreciaría unaa cuantas Uneaz tuyas! Ya sabes que: todo lo tu~o me interesa. ¡Quiere& conte~tarme '! · Mi querido Rafael: Tuyo afectfJimo, RAFAEL. Manila 31 de Mano. Al recibir tu carta, mi primera intención fu6 darte la callada por respuesta. dtafael- me decía-es la menor cantidad posible de hombre formal:.. Pero no he podido resistir a la tentación dt leer tu carta de cabo a rabo. (Ya lo sabes: esta ea mi txpreBión favorita). Y, muy a pesar mfo, he ten'do que d.arte la razón. ¿Q\>4 p0. dr[a1 ha~1me contado que yo no supiera 1 ¿ D6n~ dt has estado en que yo no paseé a.nto mis ojos escruta dores y espect.antes! Tú no has hecho mh que pa .. r por llombAy y Calcutta. Yo roeorri un afio las ciudades de la India. No 'has visto máa que Shanghai, Hongkonl' y Cantón. • Yo he llegado a los limites del Tibet y he pene· trado en la Ciudad Prohibida, Y no habl1mc11 del Japón, de lu. islas encantadas del Pacifico, ni de ambas Américas. Pero escucha. ¡Acaso esperabas tú que e110 me interesat;ia más que a tí .mismo! Yo deseaba que me escr jbieras. no lo que haa visto, obaer· ..-ado o e.studiado, sino cómo van tu~ uunto1 durante el tiempo que ruedas por eaos mundos. ¡Qué me importa ya ~ mundo! Pero me impor. ta ese mundo que llevas dentro. Y a l leer tu carta he su:frldo una pequeña decepción. Tú apenas hablas de t[ y, en cambio, quieres saber todo de mi. ¡Oh! Te asecuro que has pueeto el dedo •n la na,a el recordarme mis entusiasmos por Con· ,melito Ferrer. ¿Un nuevo desengaflo? No lo creas, Es al10 que me ha pasado por primera vez, y te lo voy a contar con todos lC>I detalles para que, conociendo cmi historia,. puedas juz... · garrne mej or. buena. Te aseruro que yo no era a.d. es decir, como tú me conoces. Pe ro .ella obró en mí el milagro de convertirme en otTo hombre-bueno, como tú dices, aunque yo ignoro qué soy- señalándome, sin proponérselo, una nueva senda. ¡Qué parafso ei·a la tierra para mí bajo la influencia de aquella mujer! Te a~e~ro que, desde que la conocí, quedó desterrado de mí corazón ese mal que padeoomoa. los hombt-es: el aburrimiento. Só!o con penaar en ~lla el mundo se con· vertía para mí en un rompiente de luz. Pero un dla . .. P ero, ¿para qué contarte esta tri.;;:te hi!toria? Para qué evocar recuerdos que aun un.e-ran! No, no me traicionó. No te.neo por qué culparla. Yo era et único y verdadero culpable, La amé con una beatitud semejante a la que sienten lo! án¡elei ante Dio¡¡:. . . sin pen. ~•r que l'lo era más que una mujer, y que a J. gún día podrfa amar a otro hombre. La ton· templación de sus perfecdones y la promesa - ¿en buena o en mala ho ra hecha !--que encadenaba mi Jengua par:i dedrla que la amaba, fueron la causa de su gradual alej amient.o. \"a e.abes lo demás.: mi dolor. ti mayor que he sentido en mi vida. a) enterarme demuiado tarde de que su corazón ya no podrfa ser mio. mi negra destltperación, de la que sólo me salvó su mismo recuerdo, p0rqu• a un en el dolor quería demostra r que era dieno de su cariño ... Ya te lo he dicho mAs de una vez: Yo soy admirador de J eremias, pero no soy devoto ni secuidor suyo. No iba a sucumbir, no quería sutumbtr con aquel golpe. Dío$ me ~ostuvo en los m•s nearos dias de ml dolor y pen~f:, como otro~, que \l n amor asi, tronchado de improviso, podla ser curado con otro amor, Y a.si como la ca· sualidad hizo que yo la C'Onocíera, otra casuali· dad me puso al )ado de Consuelito FerreE" • ¿No sabes que el naúfra¡o-y en el océano di! loa desengañoa mucho m':i;..-se agarra a la pri· mera tabla que, en el minuto negro de la tragedia, se pone al alcance de sus manos? PoT e~o. después de Ja primera crisis. me vi&te tan en· tusiasmado con Consuelito Ferrer. Noble. hermosa, culta, de elevadisimoA ideales, comprensiva y sincera, nadie mejor que ella para cerrar, con sus dedos de enguate, la herida qut1i en mi corazón da otra• había abjerto ... sin querer. (Te repito una y mil veces que 'no la culpo). ¡ Consuelito! Desde que la conoci. mi únko norte era ella. ¿La amaba 1 Lo i¡noro. Cno que Tá sabes con cuánta sinceridad entreeué mj - -- - - - - --- - - - - -- - - - corazón a. . . la que ya tú conoces. ¿ Neceslto nombrartela? No. ¿Para qu~! T~ sabe~ tam· bién QUb, ST•cias a ella, soy ahora como soy. No te r(as: eJ hombre experimenta hondas tra$fonnaciones bajo la influencia de una mujM .,_ ________________ __. si. Sentía al Indo de ella lo que los psicólogos llaman <imt>1· d" amor, Guardaba para ella el mismo cariño, mezeJa de veneración, que Sen1in10.!l por el hombre que nos ha salvado de un desastre. Y :.ilá, en Jos mñs ocultos entresijos de mi conciencia, sentía que una vot mé decía·: e:¡ Ella te !>.alvará!> ¡Oh, qu~ dulce vida me cre1.1ba en mi d~rredoi·, en un futuro acaso cerea.no, con e!la a mi lado como una buena hermanita de la caridad restañando las heridas q'ue causaron en mi corazón unos amores desgracjados ~ Una mujer como Consue!ito, amándome con cariilo :-:anto y dt"volviéndom.e a la. vida, ¡qué mils queria! Pf'ro una mañana, al despertar~e. ~urgjó de improviso· el recuerdo de «la <>tra». ¿Qué seria ·de ella a aquellas horas? ¿Amaría aún al hombre que escogió? ¿Seria feliz! Y una g-ran melancolía invadió mi corazón. En todo e~ día apenas me acordé de CorisueJito. Y a la noche, al ir a recogerme, sintiendo- aún clavadas en mi corazón )as espina' de aquel a.mor tronchado, una voz; sigil08a susunó en mis oído~ estas palabra:s de reconvención; <i Qué egoista eres, Ju. lio! • -¿Por qué!~pr~guntérne a mí mismo. -Tú cora.i.ón--continuó ~a voz-.no te pertenece todavfa, porque aun lo posee cella>. ¡Y ya quiere~ entregarlo a Corllluelito ! ¿No adviertes, ¡necio de ti! que el corazón qu~ tú reclamarás a cambio del tuyo será todo tuyo? ¡;No adviertes que el que t ú le da~ está destroudo y ni siquiera te pertenece 1 Tú te has- Sentido infelit: ('Uando te convenciste de que aquella mujer no podria ser tuya jamás, y de pronto encontraste en las densas sombras de tu camino a esa mujer nobilísima, a esa Consuelito que tú crees que podrá, con !<US dedos de eng-uate, curarte de las heridas de un amor desgraciado. - ¿Y qué?-repliqué un poco ofendida-Yo la amaré como ella me amaría. Sabré toda.vía. pulsar rnj lira tal que arrancaré de sus cuerdas armonias jn!l.ospechadas. Llenaré su camino de flores y seré para ella esposo, padre y hermano. Ella será dichosa con mi amor como yo lo 5eré ('On el suyo. -Te engañas-in~istió la voz.-Tú amas todavia a .-Ja otra>, la quieres demasiado aún. La mejor prueba es Ja prisa con que buscaste una. mujer que p~eda suplantar en tu icorazQn el pu~sto que cla otra> dejó o_scuro con su 4esvío. ¡Qué egoista eres, Julio t Tú quieres ~I amor (t.e Consuelito, perO tú-bien lo sabes-no puede~ amarla como .. e.Ita te am'aría. Para que pueda ser a~i. es necesario que le entregues tt.J corazón todo entero, sin compartirlo jamás con na. die, ¡y tú no puede!'li hacerlo! ¿Por qué? Porque da otra> todavía no te e~ indiferente. Má~ aún: me atrevo a asegurar que la ama~ aún, la amas más que a Consuelito, - ¿Por qué dices eso? - Vamos a hacer una. prueba. Suponte td ·qué da otra>, por cualquier motivo1 rompe con el hombre que ha escorido para compañero de su vida. ¡ Qué hadas tú? Kasta aqui el diáJofrO con la voz. Te confieso hancamente que no s upe c¡ue contestar. Pero all6. en el fondo de mi conciencia. hube de reco-nocer asi : cEs \"el"dad . ¡Qué et0i1ta M>Y yo h· ¡Por qui:? Porque, dada la a·upoait:ió~ mi cor&· zón, mis fuerte que todos mis propósjtoa.. me 1Tit&ba: cTú correrlas en aieiuida a postrarte ante su~ pies para pedirle que se apiad••• de tb . Y ea verdad. Yo correr( a en seguida a po&trarme ante ena, mendicando un poco de amor. ¡Luero mi corazón no era Hbtt:! ¡Luego no po· dla, en conciencia. entreprJo a ConsueJit.o! ¡ LUE!CO yo era, en el fondo, un eran egoista ! Me pasaba lo que a ciertas per1onas QUe hipotecan bienes. de su propiedod y, sin redimirlaz. Jos venden a otros. Yo e~taba, pues, a punto de comete1· una. estafa moral, entregando a Consue-Uto un corazón del cual yo no era dueño toda· vfa . ¡Qué egoista era yo! ¿Qué pret~nsión .. ra la mfaf Buscar la felicidad en el amor de Con1ueUto. Pero Conau•li· to, ¿tncontraria su fclicirlad en mi amor! i Bastaba para hacerla feHi un corazón destrozarlo como el mio? ¡No era esto una verdadera Htafa entrecándole, a cambio dt su amor tan púro. el que yo no podría. sentir jamb? Buscar qui~n 'clcatriuse las hel"ida11 abiertas en mi alma Por la mano de una mujer, era, en definttiva, bus .. car íinkarMnte mi propia consolación, ya que no mi felicidad. y esto, en último análisis, era buscarme a mi mismo, o sea, ser un gr_an erais. ta, no lportánliom<! I• fellddad de lo0 <komás . Eta como si. a cambio de un diamante: legitimo, yu entr~ra una moneda falsa ... ¿Y qué duecho tenia yo de sacrificar la feli· cidad de una mujer en aras de Ja mfa propia? No, oo y no. Conauelito tiene derecho a Ja integridad de mi amor, y mientrag en mi corazón haya un latido pau. d a otra>, no tenro derecho de ofrecérzelo a ella. Sería estafarla, seria M!r· la infiel ab iltitio. ¡Y yo, amigo mio, no qui•ro ser infiel! He ahí explicada mi historia. Entr'e Consuelo y yo no hay máa que sincera amistad . No puedo ir más allá. No debo ir. Mi coraz:6n me trai· cionaría. Mi oonciencl• me condenarla. Cristo, desde su suplicio, me maldeciría. A Consuelo. tan buena, tan cordial, tan sincera, la qutero co· mo a una. hermana. A cambio de su cora.z6n debo darle un corai:ón todo :suyo, Intecramente ~u­ yo. Que en éJ no haya hoeco para nadie. Que lo ocupe por entero, tan enterament.e que nadie, fuera de ella, pueda reclamar en fil ni el ·más pequefio rincón. Qu& se limpie antes detodo pensamiento que no fuera el de amarla, y amarla a ella sola. Entonces-¡ y sólo entonces !-Podré a mi vez reclamar el derecho a ser amado enteramente, unicamente, exclus ivamente. " Entonces tendré derecho a ocupar fntecramente au coru.ón, ttinar en et, como ella reinaría en el mío. Mientras tanto. ¡no! Yo sabré irnponerme a Ja vo1. del eeoismo, sabr~ ser 1rande porque he sabido ~u­ frir ~n :silencio, beberme las lágrimas y estrui" r mi rn rA?.ñn . ~-r ••nP.r""~ P.!l:, l)& f'a un cnra:ón varonil, !Sentirse feliz aun en 111.-dio del mayor dolor. ¡Y quiero darme la felicidad de Mil' noble siendo cenero& o ! ¿Com.prendez ahora, amigo mio, todo el alcance de la lenta y dolorosa. tragedia de mi vida? Tu afectísimo, JULIO.