La feria

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Title
La feria
Language
Spanish
Year
1930
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
r LA FERIA ., Rondando la españolísima plaza de Goiti, ante el ati·io de la cristianísima igle:=:ia de Santa Cruz, mis ojos y mis oídos se han dado un festín de algar!lbía y de color manileñísimos .... Esas t:i;iicas barracas levantadas con mate1·iales-resto5: de baguios y de incendios-test!gos mudos del paso de la Ruina y del Dolor.:._ son sin embargo los más gayos heraldos del Bullicio Y la Alegrí-a. Donde quiera que sientan ellas sus reales, la pulsación vertiginosa. y loca del vivir presente. se para y vuelve sobre sus pasos, tamborileando quedamente a las puertas del pasado. Eso y no otra cos·:i representa ese triste hato d~ tablones pintarrajeados y de hierro viejo: el espíritu del pasado. Es una nota de bulla, plomiza y apagada, que se ahoga fácilmente en el estruendo y el tráfago hodiernos. Sin embargo, los ojos del recuerdo van siem1µre hacia e11a, porque han quedado prendidas en sus clavos, negros de orín y años, muchos girones de nuestra infancia y mocedad. Cuando no exh~tía aun el torbellino de los cabarets, ni l3 fantasmagoría del cine, el mocerio de cada barrio o distrito esperaba con ansia la aparición de las primeras barracas, en el atrio de la iglesia, porque indicaban la proximidad de la fiesta patronal. Y cuando se echaban las campanas al vuE"lo, invitando a los fieles al novenario religioso, tocaban también a rebato los corazones juveniles, porque al templo se iba a adorar a Dios en los altare!". . . y en los ojos bienamados. ¡Ojos negros, dulces ojos, estocadas de vida o muerte, húmedas y relucientes con el brillo de otras devociones .... ! La feria, con sus colores, sus luces, sus pregones y sus juegos, era el escenario propi:::io y ~ celestinesco del mayor juego de todos, del pregón más dulce; el deJ pequeño Cu¡pido ... La feria entonces era el lugar de diversión popular más algarero y más atractivo, acaso porque no había otros de la misma índole. Hpy día, la feria ostenta· los mismos colores y luces, los mismos pregones y juegos; sin emb~rgo, no es la misma feria de antaño. Es quizá la gente, el público, que acude a ella, el que ha cambiado de disposición y de espíritu hacia ella. Ya no es el mocerío alegre y confiado de antaño, el que se contentaba con poco para divertirse mucho; es la juventud sofisticada y abita' de placeres, de hogaño, que exige mucho para divertirse poco. Pese, sin embargo, a este c3mbio de ambiente, la feria sigue levantándose en los atrios de las iglesias, como invariable heraldo de las fiestas del distrito, y como un memento imborrable de la tradición, que nos sonriera una vez cada ·año, con la trifte sonrisa del '.l)asado que vuelve ... Al entrar en ella, os s11.luda en la puerta el coro de voces de las lanzoneras, tentándoos el apetito y el boll'lillO con un lanzón semiabierto en la diestra, e invitándoos a probar su «dulce» zumo. Desde luego, más que en la dulzura del lanzón ofrecido, os fijais en la dulzura del ro~tro y la frescura de los labios, qui;! os llaman. De esa guisa, más de un lanzón :agrio os parecerá dulce, recibiéndolo de quien sabe sonreíros dulcemente, sin reparar quizá en la fruta dulce de verdad, que os tiende una cara avinagrada. Luego, el paladar protestará ·airado, sintiéndose estafado; mas no importa, la estafa ha sido agridulce~ Para calmar tales prote-stas, os acerc3is a otros puestos de frutas, donde están a la vista y a la venta públicas, manzanas y uvas, naranjas y naranjitas, castañas y maní. Con el campante y camp-anudo maní, sobre todo, .podeis estar seguros de que al día siguiente todo se ha de borrar. A los que no sois aficionados a los juegos de boca, la feria os reserva otros juegos: los juegos de azar o de bicoca, porque los premios ofrecidos son en su mayor parte juguetes p3sados de moda, traStos viejos, desechos. de almacenes, que van rodando de feria en feria, hasta parar en manos de un jugador afortunado. parezca.o, porque os puede· suceder lo que a un distraído le pasó en cierta ocasión. Tropezó con el soporte del tendal de caña que cubría uno de los puestos¡ el tapanco cayó sobre la calva de un respetable transeu!lte ¡ y el dueño de la Calva se a.poyó sin querer, doblado por el susto y el dolor , sobre el cristal c!e un escaparate, causando el destrozo y la alarma consiguientes. Excusado es decir que el distraído ¡paseante tuvo que p3gar los vidrios rotos y volvió a casa sin una peseta, jurando y perjurando no volver a visitar feria alguna; por el resto de su vida. El coro de voces de las lanzoneras tentándoos el apetito y el bolsillo con un lanzón setnia.bierto en la diest1·a . .. Y no os desanimeis, porque h. veleidosa fortuna os son ria muy rar.a vez o nunca; porque quizá os valgan más las sonrisas de la muñeca de carne y hueso que se guarda vuestras pe~.etas, que no Ja sonrisa bokl de la muñeca de cartón o porcelana, que jamás desciende de su escaparate mugriento y polvoroso, por más vueltas que le deis a vuestra perra suerte y la menguada bolsa. Ta~oco os descuideis en b. contemplación de mostradores y mostradoras, por tentadores que He visto la feria de Sant:a. Cruz, clavada como un airón de plumas viej-:!ls y chillonas en el corazón de la ciudad . En el atrio del vetusto tem¡plo pronto colg3rán banderolas de luces. Una banda- de música pregonará a los aires todas las noches la próxima fiesta del distrito. ¡La pulsación vertiginosa y loca del vivir presente se para y vuelve sobre sus pasos, ta mborileando quedamente a las ¡puertas del pasado! JUAN/TO