Al Margen de la Vida

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Title
Al Margen de la Vida
Language
Spanish
Source
Estudio Volume II (Issue No. 40) Octubre 6, 1923
Year
1923
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
Octubre ESTUDIO 6, 1923. Las flores... Si algo hay sobre la tierra que sea del agrado de todos los hombres, es sin duda· ninguna Ja flor, ese pequeño manojo de tiernas hojas, que resume y compendia en sí las suaves tonalidades del iris, esa perla mia.r.avilJosa de fábrica: divina, que esmalta con luminosos colores el manto con que se adorna natura, prestándole todá suerte de encantos y bellezas. Si hombre existiera que no gustara del color, del aroma de ese quid divinum que en sí encierra la flor, no por indefinible menos hermoso y sugestivo, ese hombre no tendría el corazón moldeado en la turquesa del sentimiento y la ternura: y para él no habría ni belleza moral, ni realidad en los goces de la poesía, ni nobles aspiraciones, ni risueñas e iluminadoras csper'anzas, ni ese enjD:mbre <le dorados ensueños, que viven del mismo aliento de sn vida y las acompañan por todas partes a guisa de amoroso cortejo. Y es que las flores nos hablan de todo, porque saben de todo, y nos hablan con ese lenguaje mudo y misterioso que todos entienden y nadie puede resistir .... con ese lenguaje mudo y misterioso que nos hace columbrar un mundo de hermosuras ignoradas, que nos hace gusta:r dulzura:> nunca sospechadas, que nos hace vivir una vida tanto más espiritual cuanto más oreada por sus aromas y más tonificada por sus colores. Y es que las flores son todo: son luz y color, emblemu y símbolo, amor y poesía . . . Y no hay, no puede haber ojos esquivos a: su hermosura, ni labios duros a sus besos, ni corazones sordos a su lenguaje. ¡Oh! Los pétalos ya marchitos de una rosa, estrujad os entre las páginas de un libro predilecto. . . el simbólico capullo guardado con amor entre los pliegues de una carta, que lleve estampada una cifra y una fecha inolvidables ... la flor morada de pasión depositada con dolor en la tumba del ·ser querido. . . el ramillete de claveles reventones asentados en el pecho de una hermosa o el manojito de menudos y aromáticos jazmines prendidos en su cabello ... ? qué cosas no dicen a nuestra alma, qué sentlmfontos no despiertan en nuestra imaginación? . . . Por eso nos son tan simpáticos, a mí a lo menos, eso!-! vendedores de flores, que deambulan por calles y paseos lanzando al aire el pregón de su poética mcr~ancía, y a quienes todos, muy hombres, muy humanos, a-cogemos benévolamente en bares y casinos, en círculos y reuniones, en oficinas, en talleres, en fábric8.s, en nuestros mismos hogares. i Hasta en los hospitales los he visto yo penetrar ·poniendo en aquel ambiente de tristezas y humanas mis2rias, con la fragancia y policromía de su preciosa carga, la nota riente de la belleza y alegría! Por eso yo los rr..iro siempre con predilección, con interés, con democrática afición de artista y cuantas veces he hundido mis manos en sus floridos canastillos, para· seleccionar las flores de un ramillete de mi gusto, les he consagrado siempre palabras de dulzura y de cariño, porque al brindarme ellos sus flores, me ha parecido que quieren hC!.:cerme olvidar las espinas que siembran el camino de la vida. Mensajeros de la poesia encerrada en el cáliz de la flor que pregonan, con una insinuante sonrisa y una dulce palabra en los labios al ofrecer n1 transeunte el canastillo florido, dijérase que son las criaturas mas felices d2 Ja tierra. y sin embargo, cuántos y cuántas de esos vendedores de flores pudieran muy bien decir como aquel célebre actor inglés Garrik, del que nos ha·bla la poesía; ¡Nadie en lo alegre de la risa fíe, porque en los seres que el dolor devora el alma llora cuando el rostro rie ! Así es: la casualidad me ha hecho encontrar una de esr:.s alrr..as, en cuyo fondo se desarrolla un drama, que no por pasar inadvertido a los Ojos de las gentes, es menos desgarrador y doloroso. Una vendedora de flores que, al pregonar su poética mercancía, "lanza a la fa-z la tempestad del alma, un relámpago triste: Ja sonrisa· .. . " ¡Pobre joven ! Hoy la he visto pasar bella, airosa y esbelta: su rostro, lleno de candor <le gracia natural, era un digno rival de las flores que portaba en su canastillo: pero mis ojos han querido adivinar en los suyos un mal que parece no tener remedio. Después, una serie de coincidencias me ha tejido su historia. Es pobre, pero no nació pobre: ¡otro drama doloroso! Vive de las flores que vende y que ella misma cuida y riega con amorosos cuidados. Cristianamente resignada vivia feliz y contenta con sus flores. Un rlía acertó a entrar en un lujoso casino y la llamaron desde una de las mesas. Era quien le llamaba un joven gallardo, arrogante, guapo mozo, de elegantes y aristocráticos ademanes. Le pidió un ramillete y ella se lo ofreció levemente emocionada. Y él lo pagó con rumbo, con generosa esplendidez, pero sobre todo con una sonrisa: una sonrisa que debió iluminar la soledad del corazón de la joven con claridv.des infinitas de luz, con una sonrisa que debió de hncerle sentir algo que hasta entonces no había experimentado. Y al otro día instintivamente, sin poderlo remediar, acuJió ella al mismo lujoso casino, a la misma mesa. Y el nismo joven volvió a pedirle otro ramillete de flores y volvió a pagar con el mismo rumbo y con la misma sonrisa. Y así un día y otro día y cada vez notaba ella que era· más violenta la fuerza que le arrastraba hacia aquel casino y hacia aquella mesa. ¿Por qué?... No lo Eabía: es decir no lo quería saber : le daba miedo escudriñar su corazón. Era feliz y eso le bastab~:. Un día le pidió el joven un hermoso ramo de flores de azahar y ella se lo llevó solícita y cariñosa, Pagólo él con más rumbo que nunca, con una sonrisa más expresiva- que nunca. A la mañana siguiente, muy de madrugada, acudió la vendedora de flores, como solía hacerlo todos . los días, a In: primera misa de su Parroquia. Cuando entró en el templo se celebraban unos desposorios. Arrodillada en las gradas del presbiterio e:staba la venturosa pareja. Miró . allá y ... Je faltó muy poco para desmayurse. El desposado era él, el joven rumboso que le compraba las flores: a su lado estaba la desposada y sobre su pecho descanfaba el ramo de azahar . .. Lloró, lloró mucho, sin alivio, sin consuelo. . . Cierto qua era ella una vendedora· de flores, pero . . . le halagaba tanto aquella dulce quimera! ... Desde entonces sigue vendiendo flores, mas esas flores ya solo tienen para ella una beJleza muy triste, una poe~ sía muy triste ... EL PEREGRINO. Vol. 11. -13 Núm. 40 ..