Ful la Playa [la despedida]

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Ful la Playa [la despedida]
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Ortubre .Ayer llegué a .Manila, después de cerra dt! dos mesis de estancia en Negros; donde he vuelto a t•ivir años ya pasados, en toda Sll hermosa y fresca realidad. El amor y carhio de las personas con quienes he iratado intimcon,ente familiarmente ... los lugares, el mar, los montes, el pueblo la casa, aquella casita blanca u rulcra j{a misma!, de felices e imbcrrables recuerdos, as.entada al pié del monticulo q1te le sirve de guardián; con los dos añosos árbolsc que se ahan frente a /r_¿ fuchadct como inseperables compañ,i!ros, proyectando amigable somln·a, besándola con sus ramas de ve?·dor perenne, donde pian las alegi·es avecillas, descendie.ntes de aquellas otras que hace años piaban también alegres ... y la ¡nqueña iglesia, algo retirada, de atrayenf,'! y sugestiva ca~ma . .. la casita de Dios que quie1·e vivir con sus hijos los hombres, rematada por la diminuta Cruz, que eleva su frente al cielo, como símbolo de consolado1'as .esperanzas, y tiene abiertos sus brazos como signo de redención y de paz ... ¡ah! todo, todo eso, siempre vivo, siempre jov:;n~ siempre cnranlador, ha tenido la vfrlud de hac1Jnne desandar el camino de la vidct, hasta dejarme en aquel lugar, tantas veces rememorado con ~íg1'imas de alegrÚJ. y con lág1·imas de dolor, en e,' m;'smo lugar donde se deslizaron [fo. nos de ventura mis años de niflo; lor: años más verdaderos y más vividos de toda la t'ida. Ayer llegué. . . Y he querido hacer mi vrimera visita a esta playa, y a esta piedra gris, que ya me conoce. Pues cada día me VO'lJ c01wenciendo más y más de las ventajas que m:J reporta eh ser más amigo de la naturaleza que de In sociedad. Y aquí estoy, junto al ma1·, lápiz en mano, queriendo traslada1· al papel las impresiones de que aún este dominado mi espfritu. Cinco dios hace que dejé el pu,'!blccito y la casila blanca; y cino también qu,13, me despedí de aquellos honrados 11 noblotes trabajadores de l(( hacienda, que allí quedaron, entregados a sus faenas, contentos, pacífico.e; y felices, sin focas ambiciones ni tontas exigencias potque con fb del cu?rpo ,·eciben también el salario del al"'ª: la paga del dinel"o y la ¡nga del cariño. ¡Cuán vronto quedaría solucionada el problema agrario, si enfr3 el capi tal y ~l trabajo, entre pat1·onos 11 obreros existiese ese intercambio cspidtual, esa cordial e intima comp:netración, fundada en el Evangelio, mantenida po1· la caridad cristiana, Vol. 11. ESTUDIO lo LA DE SPEDIDA. qu/' sabe cuida1· y 1·emediar las necesidades corporabes y espfritual ·s del obrero y su familict; como yo lo h presenciado en estos días pasados! .. . Jl/e despedí, como he dicho, de lo8 lionrados hijo del campo; y al dia siguiente, 22, salí para PulHpandau. Lucio e Isaac me aconzpaiiaron. I nés vino también, pues dijo que en Jloilo tenia que hacer algzntas compras. Fué. u1w c."Ccuso, según me lo confesó des¡més. Quis.e dar el último abrazo al tío Antón, pe1·0 no apareció en toda lo casa. Tampoco el "m.oreno" estaba; señal cierta de que due1lo y cabalbo habían salido.-Estal'á con lo trabajadores-pensamos. Y despHés de decir adiós a Clarila, subimos al auto que .rn/ió volando, dejando a lo largo blanca n1tbe de polvo. Atrás, cada vez más lejos, cada vez más 71equeño, quedaban la casita blanca, la· 1'glesia, la hacienda, ha."lta qui desapm·ecieron curmdo el auto, salvando una p2ndientc, se lanzó tri1rnfal vor la i·ecta ca1Tetera de la playa. Poco fué lo que hablam.os durnnte el viaje; pues casi siempre es lánguida y forzada la conversación que precedf? a las despedidas. l h!bo un 1>wmento en que I nés miraba con fijezfl hacia adelante, y de 7n·onlo exclamó: -¡El es! ¡Pobre tío Antón! ¡Tan lejos! Jlliramos en la misma dirección que Inés. No había duda: él era. En l<i bifu.r.eación de la carretera, de pie, con la brida en la 1nano, inmovil, junto ali "nwreno,'' que tampoco se mot'ia, estaba el pobre tío Antón esperando. Al llegar salté del auto, y lo brucé conmovido, con un abrazo fue1·t". nrny fuerle.-¡Adiós, tío Antón! No hny que apurars,e. Pronto nos vol ue1-emos a ver. El buen anciano, por toda contestacfr;n, meneó tristemente la cabeza. Al abrazarme sentí que temblaban sn<> Jrazos. -¡Adiós! - m(! dijo. ¡Ojala no.<1 veamos, pero . .. No terminó la frase. Se secó una lci.r1rima, y sin despedirse ni saludar a los demás, emprendió la vuelta a /;r harit>nda; tri.-;fe, cabizbajo, sombrío; seguido d.d noble caballo que 7nrech confaf!iado de la tristeza de su. amo Subí al mito. lnés lloraba. l saai 11 Lucio estaban silenciosos y tristes. El tio Antón nos había emocionado. -¡Es todo corazón!-dijo Isaac. -Seguramente va llorando-añad :¡; Lucio.-16 - Núm. 43 -(J\.Jfrad : nos saluda!-exclamó Inés agitando el pañuelo. l'olvim.os la vista. En una peqneña cu/?sla, vuelto hacia nosotros , a bastante distancia, vimos al tío A ntón saludando y despidiéndose con el sombriro. Contestamos a su saludo; y poco después el montículo lo ocultó a nuestra vista. ¡¡Adiós!! Llegamos a Pulupandan ; y después de comer, em barcamos pw·a lloilo. D urante las tres o cuatro horas d.e t ra·vesía tuve ocasión de hablar con I nés detenidamente. Sus pulabras resviraban el m.ás consolador optimsimo, con 1"elación ab porvenü· de las dos familias. En cam.bio se mostró hondament,e preocl~JJada al hablar del tio Antón. -No hay motivo para tanto, I nés -le dije.-Es cierto que lo has visto triste y derramar lúgrimas ; pe1 ·0 n o olvides que he 1Jivido en su compañia rnuchos míos y nos hemos querido siempre sinc,eramente. E l pobre anciano que sabe amar de veras, con todo su corazón ele ni?lo, a pesm· de sus a1los, siente esta separación que supone será larga. Eso ,es todo. r a rerás como se le vá pasan.do. -Pues precisa1nente por eso, po1·que supone que será lar9a. ¡ Y tan larga! Como que para él. . . Ducno; s,e lo dfré claramente. E l tío A ntón prisicnte su ¡Jróximo fin.' 1 14'e lo dijo ayer éb 1nismo, con u1ui convicción, y nal1lralidad que acabé por darle crédito. Acuérdese de lo q11e le digo : E l iio Antón va a morir pronto. ¡Dios mío! ¡qué golpe y qué desgracia!-exclama, I nés quedando p.en:mtiva y 11·iste. Por animarla, solté una carcajada ; como si lo que acababa de oir fuese un 9raciosísinw disparate. Pero justo es confeaar que la cai·cajada no fld 1wlural ni esvonfánea, ¡mes lct f rase incompleta dt!l tío Antón al abrcl'::a1" nos, y las 7wlabras de I nés me daban ql~é 7Jensar; y también yo pr2sentia aluo que me preocupaba, no obstante mis esf uerzos por desechar f antasnias de imaginación. A b·ur cinco de la tard,I) estclba mos en /loilo. Al día siguiente embarqué en el "Vizcaya," despidiéndom.~ de (lquellos queridísimos amigos con el corn:ón y los ojos ni.ás que con la lengua . .. ¿Cuándo los volveré a v'!r . .. ?. Esa pregunta, tantas veces repelida durante el viaje, surge una ve_;: más del fondo de mi espfritu en este momento; cuando 11a las som bras de la n oche se extienden por .el 1nundo, y bri~bn túnfrlas las primeYas estrellas ¿Cuándo volveré? EL SOLITARIO. 27, 1923
Date
1923
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