Los condenados

Media

Part of Excelsior

Title
Los condenados
Language
Spanish
Year
1931
Rights
In Copyright - Educational Use Permitted
Fulltext
Cuando Claudio Noval entró en su habitación aquella ta1·de, se dejó caer pesadamente en el sillon, de su mesa de trabajo, apoyó en eHa los codos y escondió la abatida frente entre las palma& de su~ manos. Venía de la gallera, de la que podría decirse que formaba su segundo c:yo», si no le restaran ttitulos para este honor las carreras de caballos y .e-1 cotidiano y noctámbulo mariposeo sobre todos los tapetes verdes de todas las mesas de los locales Clubs. . . . Y en los_ tímpanos de sus Oídos, como en las marinas caracolas el rumor del oceano, vibraba aun retenida la grita escandalosa y unánime de toda aquella gleba confundida, hirviente, ebria, de alcohol, de delirio ... Claudio Noval se desolaba. Acababa de perder una importante cantided que, sumada a la interminable lista de cantidades ya perdidas, le dejaba tendido en una situ8:ción equívoca y lamentable. Algunos golpes más, tan desgraciados como los de 2.quella tarde, y su fortuna, que aun creía inmensa la mayoría de las gentes, se evapora ria como el humo de un cigarro. De pronto, en el vano de la entreabierta puerta, del despacho, se recortó la gentil figura de una mujer. Una voz cantarina y angélica erró dulcemente: -Papá .... Eres· tú? ... Ya estas aquí? ... Claudio Noval vibró, como s-acudido por una onda eléctrica. Subttamente alzó la frente contraída ein un pliegue de quebranto. Si, acababa de llegar ... No se sentía bien... Un poco ·de pesadez, de jaqueca... Pero no, no era. no sería nada... En donde estaba su madre? ... Y Adolfo? ... La gentil mujercita, e-n tanto, había dado Ja vuelta a la llave de la luz, y los tres bombones de la lámpara fulguraban suavemen;OO iluminando Ja habitación poco an.tes en penumbra<J. Luego, cariñosa y leve se había aproximado a Noval para acariciarle la cabeza con sus manos misericordiosas, bellas y fragantes como rosas. -Mamá no ha llegado todavia; se fué poco después que tú, con la señora de Larios .... Adolfo acaba de salir en automovil, no sé a donde. - Y estabas sola tú? ... -Sola papá. -Te aburrías? ... -No, tocaba el piano; un nuevo vals vienés; precioso. Calló. Noval también callaba, contemplándola ahora, armoniosa y bella, alta y pálida, de pie ante él como una larga flor, como un rayo de luz. Se pa.recia a su madre en todo como una gota a otra gota de rocío ... JI Sus hijos, oh! Pensaba en ellos, en esta purísima María Dolores, chiquiUa criada entre luj0s y agasajos ... Y en el otro, en e-1 mayor, Adolfo, oolemnisimo, elegantísimo petrimetre, rey de todas las e>gancias, pr~ncipe de todas las extravagancias, pontífice de todas ]as necedades, completamente hueeo, imbécil, por obra y grada del dinero, incapaz de saberse ganar una peseta para él ni para nadie, el día en que acabara de hundirse su fortuna ... Cómo los había educado su madre? Cómo los había educado él? ... Bah!. . . Como los educan la. mayoria de los plutócratas de nuestra sociedad, sin que les fal· tara nada, absolutamente n.ada más que Ja ... educación. En cuanto a los ejemplos que habían visto! ... A las once de aquella noche, llegó la esposa. Era un encanto, una maravi1la de mujer, sin más diferenciarse de su hija que en los año~, que no se notaban en la muy esplendorosa. Como Noval horas anteg. de la gallera, volvia ella de un aristocrático panguingue en el que también habfa perdido y seguía perdiendo algo más sagrado y santo que el dinero ... La escena entre marido y mujer fué la de siempre, la de todos los hogareg. esos en los que el amor, s·i ha habido amor, no ha dejado huellas de su paso ... Mutuas recriminaciones, palabras groseras, golpes sobre todos los muebles, algún lujoso bibelot hPCho pedazos ... Luego el silencio, el repos-0, como la calma después del combate o de la tempestad. III El mismo día en que Claudio Noval, recogido en la más honda de las m01·ales cobardias, aguardaba a su mujer para revelarla bruscamente el secreto, divulgado a voces, de su ruina total, la aguardó en vano. La hei-mosa señora, olvidando todo honor, todo pudor, todo amor, se había fugado con un extraño caballero que pcdriale saciar acaso en :sus panguingues y sus histerismos, penSaQdo acaso, convencida hasta el fondo de las entrañas, que sobre el sagrado hogar, del matrimonio, Y de los hijos, existe una divinidad más santa: la del sota y el caballo y el rey. Para Noval fué este el golpe d.e gracia. Se emborrachó para acabar de olvidar los ultrajes a su «honor», y se dirigil después, ébrio~ perdido, a cualquier club. Y allí ... Allí se palpó todos los bolsillos sin encontrarse una peseta. . . Vaciló. . . Dudó. . . Inútil pedir din~ro prestado a nadie. Se lo negarian, se re1rian de él, sabiéndolo en la mis:ria. Vaciló aun un poco más, y al fin se decidió ... Después de todo, ya era un hombre sin honor, un hombre al agua ... Y una sed inmensa de jugar, de beber, de encanaJlarse por completo, le envolvió las carnes y el alma, atenaz;ándoselas ... Bah, sí! ... · Al infierno todo! ... Seguiria bebiendo; seguiria jugando; robarla, si era preciso ... Y robó. A uno de los caballeros del tapete verde se le extravió aquella noche la cartera conteniendo dos mil pC'sos. Se hizo un caballeresco registro; la cartera fué hallada en poder de Noval y Don Claudia Noval, inmisericordiosa.mente, fué entr.?gado a la policía como cualquier vulgar rate1:º · ... En la lobreguez de su mísero encierro, pensaba Noval con salvaje alegría que no estaria solo mucho tiempo. Había incoado una acción criminal contra su esposa por el delito de adulterio. Ya que había caído, que fuera como Samsón, sepulto bajo las ruinas del templo de su amor, de su honor, de toda su vida y su alma .... En cuanto a los hijos, no pensaba mucho en ellos. Eran ya muy crecidos. Que se las arreglaran como pudieran solos. Ella, María, tenía novio; un muchacho de la alta sociedad, educado a la alta escuela; aristócrata de tomo y lomo con no menos de treinta mil pesos de renta anuales. . . ¡Que se casara! El Adolfo, se .tenía la culpa si quedaba mal, por no haber querido estudiar nunca. Si no servia para nada, manejaba el auto tomo muy pocos svo1·tsmans en Manila. . . . ¡Que se metiera a chofer! Así pensaba en la lobreguez de su mísero encierro Don Claudio Noval. IV Iban a abandonar la casa, los echaban de la casa, y en la casa en que nacieron Y crecieron juntos, arca de sus amores, santuario de su extinta felicidad, juntos lloraban abrazados les pobres hermanos, hipando de dolor y de s·ollozqs. Lo habían perdido todo, amistad, riqueza, honor, amor, consideración ... todo cuanto el ser más miserable necesita pa.ra convivir entre seres humanos. Solo les quedaba este refugio, ~te nido, esta casa ... y también de ella les expulsaban! ... A Jos pies del sofa en que se ahogaban de amargura y llanto, estrujado en pedazcs yacia el diario aquel con la noticia en caracteres grandes, llamativos, negros como la t.:ragedia que culminaba en sus almas .... Los dos! ... Los dos! ... Condena-dos los dos! ..• el padre por ladrón; la madre por adúltera ... Y si el juego les separó rompiendo la cadena de rosas de su amor, el juego ahora volvía a unirlos y a enlazarlos con la horrenda cadena de un presidio! ... María Dolores se irguió de pronto, arrastrando al hombre por la mano, moviendo la cabeza para sacudirse las lágrimas ... . -Vamos., hermano, vamos .. . Abandonaron el hogar, huyendo, como si to. dos los fantasma~ de la dicha que dejaban allí, los persiguieran para hacerles daño. . . Corriendo, sin volver la cabeza, lo dejaron atrás, muy atrás ... A donde iban? ... Ni ellos mismos lo sabian; a donde fuera! .... ,Porque los condenados no eran los otros·, los padr'f'.'S, no!. . . Los verdaderos y únicos condenados er.an, resultaban ellos, los hijos, los inocentes, los abandonados ... El, que por aristócrata, se dejaria morir de hambre en cualquiera rincon del mundo antes que ccger uua pica, una pala, un azadon ! ... Y ella, dulce flor de ternura y hermosura, condenada en pleno est1allido de vida y juventud a morirse de amor, antes que gozar el amor en los brazo> de los únicos hombres que tendrían derecho a ella desde hoy: ¡los miserables!